Said
Durante un mes he tenido obras en casa. Las primeras semanas ven¨ªa un chico, el aprendiz, calladito y cort¨¦s. Era un buen operario y un muchacho de aspecto pulcro y decente, un poco antiguo. Ten¨ªa una novia espa?ola con la que estaba a punto de casarse. ?l era de Marruecos y creo recordar (no le prest¨¦ mucha atenci¨®n) que se llamaba Said.Un lunes, el maestro alba?il lleg¨® con un aprendiz distinto y madrile?o. ?Y el otro chico?, preguntamos, m¨¢s por educaci¨®n que por aut¨¦ntico inter¨¦s. Y entonces lo supimos. Que Said hab¨ªa ido a la polic¨ªa, provisto de un precontrato laboral, como manda la ley, para arreglarse los papeles. Y que ya no le hab¨ªan dejado salir de all¨ª. Quiz¨¢ Said estuviera fuera de plazo, o tal vez hubo, un exceso de rigor burocr¨¢tico, o puede que todo fuera cosa del destino negro de los emigrantes, de la desprotecci¨®n total y de la suerte triste. El caso es que Said se pas¨® un par de d¨ªas encerrado y luego le metieron en un avi¨®n y le devolvieron a Marruecos. Aqu¨ª qued¨® todo o que ten¨ªa, sus amigos, su novia, su futuro y un trabajo (mi casa) a la mitad.
Ya s¨¦ que no es una historia original: cosas as¨ª pasan todos los d¨ªas, s¨®lo que no les prestamos atenci¨®n. Cuando eres due?o de tu tierra y de tu pasaporte; cuando tu vida s¨®lo est¨¢ sometida a la incertidumbre absoluta y sobrehumana del azar, es dif¨ªcil comprender la existencia de quienes est¨¢n sujetos, adem¨¢s, a las fastidiosas incertidumbres humanas y legales. Para ellos, salir a la calle a comprar cigarrillos puede suponer terminar repatriados en Fez, en Santo Domingo, en Varsovia, sin haber podido recoger ni el cepillo de dientes. ?C¨®mo volver¨¢ a su vida Said, si es que puede volver? ?C¨®mo conse guir¨¢ el dinero y los papeles para el viaje? ?O se meter¨¢ en una patera? Y luego hablamos de crisis econ¨®mica: como si el simple hecho de poseer un NIF no fuera un lujo.
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