La presencia de Kieslowski y el ¨²ltimo filme de Stephen Frears sostienen la altura inicial
La presencia fugaz del cineasta polaco Krysztof Kieslowski, que acudi¨® el s¨¢bado por la noche a presentar su Azul, y la proyecci¨®n ayer, domingo, de Caf¨¦ irland¨¦s, una intensa y emocionante pel¨ªcula del brit¨¢nico Stephen Frears, sostuvieron la gran altura inaugural de esta edici¨®n de la Seminci, por lo que este festival -el mejor de su especie de los muchos que se hacen en Europa- sigue la huella de sus brillantes ediciones precedentes.
S¨®lo unas pocas horas dur¨® la presencia en Valladolid de Krysztof Kieslowski, y tres de ellas estuvieron dedicadas, tras la proyecci¨®n de Azul, a una larga conferencia de prensa del cineasta con los periodistas acreditados aqu¨ª.Kieslowski, que suele ser un hombre lac¨®nico, habl¨® esta vez m¨¢s de lo que acostumbra, y su encuentro con alrededor de dos centenares de interlocutores se prolong¨® hasta muy avanzada la madrugada del domingo. No parec¨ªa encontrarse c¨®modo, tal vez a causa de la trivialidad de algunas de las preguntas con que se inici¨® el coloquio, por lo que su habitual seriedad y concisi¨®n deriv¨® hacia la iron¨ªa -a veces casi el sarcasmo- y hacia algo infrecuente en un hombre que suele ir al grano: echar balones fuera. Sus explicaciones por ello no tuvieron el inter¨¦s que merec¨ªa su extraordinario trabajo en Azul, y lo ¨²nico que queda es el hecho mismo de su presencia, justificada por el inminente estreno de la pel¨ªcula en Espa?a.
Con Stephen ocurri¨® lo contrario: la arrolladora elocuencia de su Caf¨¦ irland¨¦s -cuyo estreno aqu¨ª es tambi¨¦n inminente- llen¨® con creces la ausencia personal del cineasta, que despu¨¦s de su corto exilio dorado en Hollywood ha vuelto a paisajes m¨¢s cercanos a su obra precedente.
Trepidante y escueta
No vuelve Frears la mirada al Londres golfo de Mi hermosa lavander¨ªa y ?brete de orejas, sino a una asfixiante y triste barriada obrera de Dubl¨ªn. Y lo ha hecho con una pel¨ªcula transparente, trepidante y escueta, de poco m¨¢s de una hora y cuarto de duraci¨®n, que, aunque producida por y para la televisi¨®n brit¨¢nica, encuentra en la pantalla grande su lugar natural, pues es cine qu¨ªmicamente puro, realizado con una maestr¨ªa y una soltura insuperables: en las ant¨ªpodas estil¨ªsticas de la pel¨ªcula de Kieslowski, pero en cierto modo complementaria de ella.All¨ª donde el cineasta polaco da una lecci¨®n de geometr¨ªa de la imagen, el brit¨¢nico hace un alarde de explosiva anarqu¨ªa imaginativa. Si en la blancura de la pantalla aqu¨¦l dibuja formas con tiral¨ªneas, ¨¦ste lleva a cabo con brochazos un dibujo formal no menos exacto. Fue todo un regalo contemplar ambas pel¨ªculas, una a continuaci¨®n de otra, pues a sus acusadas diferencias de estilo les une algo com¨²n de rango superior: la misma energ¨ªa moral, pues ambas son dos violentas y apasionadas sacudidas contra la modorra contempor¨¢nea, contra el acatamiento, contra la p¨¦rdida de la capacidad de indignaci¨®n y del sentido del esc¨¢ndalo.
Es Caf¨¦ irland¨¦s, un relato directo, hecho sin el menor preciosismo, cimentado en un gui¨®n literalmente perfecto, que contiene una docena de esbozos de seres humanos en aut¨¦ntica carne viva: una pi?a familiar y vecinal cuya peripecia abre en canal la pasi¨®n de libertad que pugna por abrirse paso a trav¨¦s de la costra de miseria material y moral, que aplasta a los habitantes de las cunetas pobres de las sociedades de Occidente, esta vez en su parcela dublinesa.
Una sensaci¨®n poderos¨ªsima de verdad, de humor y de desgarro, brota de la pantalla creada por Frears y el formidable equipo de actores que presta su carne a la carne de esta adorable pandilla de humildes irlandeses universales.
Y cerr¨® el d¨ªa, tras tanto y tan distinto buen cine, una bienintencionada pero pretenciosa pel¨ªcula holandesa -Oeroeg, dirigida por Hans Hylkema-, cuyo transcurso se sabe de antemano, por lo que resulta cine sin ninguna emoci¨®n.
La energ¨ªa de Azul y Caf¨¦ irland¨¦s borr¨® del mapa de la memoria a la insignificancia de este relleno holand¨¦s.
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