Eternos devastadores
"Cazadnos las raposas", dice la esposa en el Cantar de los cantares; "las raposillas peque?itas que destrozan las vi?as, nuestras vi?as en flor"; estas raposillas eran en la versi¨®n inglesa The little foxes y, para Lillian Hellman, representaban el mal del mundo en que viv¨ªa: los Hubbard, familia raposa, arrasando con la trampa, la estafa, la falsa industria; y la explotaci¨®n del hombre por el hombre, negreros de despu¨¦s de los negreros. El capital, dir¨ªamos, sabiendo qui¨¦n era esta autora en 1939, cuando escribi¨® tal obra, la tercera de las suyas: hab¨ªa estado ya en la Espa?a republicana, que consideraba destruida por los raposos del fascismo; como en la Alemania nazi. Y estuvo en Rusia, y fue atacada y condenada luego por el Comit¨¦ de Actividades Antiamericanas (el tristemente c¨¦lebre senador McCarthy) como el hombre con quien vivi¨®, el genial Dashiell Hammet, que fue encarcelado por negarse a denunciar comunistas.The little foxes, estrenada en 1939 pero situada en 1900, en el Sur asaltado por los logreros, ten¨ªa un valor pol¨ªtico. En Espa?a lleg¨® con otro distinto y con un t¨ªtulo s¨®lo nuestro, La loba, que centraba la acci¨®n en un solo personaje, el que representaba Bette Davis; un blanco y negro melodram¨¢tico. Este t¨ªtulo se lo pusieron los importadores y dobladores de la pel¨ªcula: caracteriz¨® para siempre entre nosotros a Bette Davis y determin¨® para siempre esta obra, hasta el punto de que la adaptaci¨®n -abreviada- que se estrena ahora ha tomado ese mismo t¨ªtulo, al menos por razones comerciales.
La loba
De Lillian Hellinan, adaptaci¨®n de Julio Kaufmann. Int¨¦rpretes: Lourdes Garc¨ªa, Alfonso Nsue, Julia Mart¨ªnez, Jos¨¦ Albiach, V¨ªctor Manuel Dogar, Marisa de Leza, Eduardo MacGregor, ?ngel de Andr¨¦s, Luisa Armenteros, Luis Prendes. Escenograf¨ªa y Figurines: Jos¨¦ Miguel Ligero. Direcci¨®n: Alberto Gonz¨¢lez Vergel. Teatro Marquina.
Sin embargo, queda la suficiente fidelidad al texto de teatro y el necesario trabajo de direcci¨®n de Gonz¨¢lez Vergel como para devolverle su entereza pol¨ªtica. Quiz¨¢ pueda pensarse en una situaci¨®n actual, y as¨ª lo har¨¢n los interesados: es sobre todo una obra contra un mal eterno, que pod¨ªa estar ya en la mente de Salom¨®n si se quiere en esta met¨¢fora de las raposas y la vi?a en flor, y que ella viv¨ªa como un producto de un sistema social sin duda, como lo que era el nazismo en Alemania, en Italia y en Espa?a, donde les hab¨ªa visto arrasar. Los Hubbard son aqu¨ª Jos¨¦ Albiach, V¨ªctor Manuel Dogar y ?ngel de Andr¨¦s: aunque tengan que ser los malos no llegan a la caracterizaci¨®n del follet¨ªn, est¨¢n m¨¢s contenidos; y la misma Marisa de Leza que, seg¨²n la tradici¨®n espa?ola y cinematogr¨¢fica, tendr¨ªa que ser la loba: su maldad aparece hasta justificada por un parlamento, y la de todos los dem¨¢s, por la esperanza del progreso. Si ¨¦ste es o no el sistema que imitamos hoy, o que se nos impone hoy, es una cuesti¨®n que quiz¨¢ no se pueda desarrollar mucho en una cr¨ªtica de teatro. Lo que s¨ª est¨¢ claro es que Vergel y el traductor Julio Kaufmann han mantenido esta especie de significado que fue el que dio fama a la obra cuando se estren¨®, y a trav¨¦s, de los a?os. Marisa de Leza no entenebrece su personaje m¨¢s all¨¢ de la letra, ni Luis Prendes o Julia Mart¨ªnez ablandan demasiado el suyo.
El s¨¢bado por la tarde el teatro ofrec¨ªa un excelente aspecto de p¨²blico, que aplaudi¨® a todos los actores, muy igualados por la direcci¨®n, y el ambiente repetitivo de un Sur al que estamos acostumbrados por una cultura de cine y televisi¨®n que nos hace conocer mejor aquella historia que la nuestra: a fin de cuentas, es la que pesa sobre nosotros.
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