Vuelco en Canad¨¢
DOS SON las conclusiones posibles tras las elecciones generales celebradas en Canad¨¢ el pasado lunes: por una parte, a la vista de la gran victoria del Partido Liberal (regresa al poder doblando ampliamente. el n¨²mero de esca?os que ten¨ªa en la anterior legislatura y superando en 30 los necesarios para la mayor¨ªa absoluta), la gobernabilidad del pa¨ªs-, parece c¨®modamente asegurada; por otra, la decisi¨®n de los electores ha dejado planteada a largo plazo una delicada cuesti¨®n de identidades nacionales.En efecto, a los 178 esca?os de los liberales se oponen los 54 del Bloque de Quebec (independentistas franc¨®fonos) y los 52 del derechista Partido de la Re-. forma (af¨ªn a Estados Unidos y con una concepci¨®n del nacionalismo canadiense radicalmente alejada de la de los qu¨¦becois). Codo a codo, en la oposici¨®n se encuentra, por tanto, una doble fuerza pol¨ªtica entre cuyos dos polos se mueve el tema de la integraci¨®n canadiense como tal: uno, la francofon¨ªa presenta a Quebec como el hogar de uno de los dos pueblos fundadores de Canad¨¢. En este sentido, los quebequeses llevan d¨¦cadas reivindicando la consecuci¨®n de un status especial -lo que llaman "entidad separada"- que lo reconozca. En el otro extremo se encuentra el resto del pa¨ªs -y especialmente el ¨¢rea angl¨®fona de la costa pac¨ªfica-, ideol¨®gicamente mucho m¨¢s pr¨®ximo a la noci¨®n del melting pot norteamericano (toda nueva incorporaci¨®n ¨¦tnica contribuye en partes iguales a establecer la identidad nacional). Este sector rechaza la idea de uno o m¨¢s pueblos fundadores y de cualquier privilegio auton¨®mico especial. Por el contrario, sostiene que, si a los quebequeses no les gusta la noci¨®n de la igualdad federal de todos, lo mejor que pueden hacer es independizarse.
Pues ¨¦se parece ser el horizonte. Los comicios del lunes pasado han contribuido poderosamente a dejar planteada a largo plazo esta disyuntiva: el consenso nacional se est¨¢ empezando a romper. El discurso del Bloque Quebequ¨¦s y de su l¨ªder, Lucien Bouchard, se orienta claramente hacia un futuro pol¨ªtico independiente con el simult¨¢neo mantenimiento de los lazos econ¨®micos y comerciales con el resto del pa¨ªs. Pero s¨®lo si Bouchard consigue la victoria de su Bloque en las elecciones provinciales del pr¨®ximo a?o en Quebec, plantear¨¢ un refer¨¦ndum sobre soberan¨ªa para 1995 (aunque es poco claro que un resultado positivo de tal consulta tuviera como efecto inmediato la independencia de Quebec). Mientras tanto, e ir¨®nicamente, Bouchard va a tener que conformarse con ser el l¨ªder de la leal oposici¨®n al Gobierno de Ottawa, pues, aunque por n¨²mero de votantes el Bloque Quebequ¨¦s sea el cuarto partido nacional, la concentraci¨®n del voto le ha convertido en la segunda formaci¨®n parlamentaria. Y resulta igualmente parad¨®jico que el nuevo primer ministro, Jean Chr¨¦tien, sea un quebequ¨¦s antiautonomista que no ha conseguido esca?o en su circunscripci¨®n franc¨®fona.
Cuatro son las razones del descalabro del Partido Conservador de la primera ministra Campbell -que ha pasado de 170 diputados a 2, de momento-, un estr¨¦pito en el que la propia jefa de Gobierno ha perdido su esca?o y ha, relegado a su formaci¨®n al ¨²ltimo lugar del arco parlamentario (detr¨¢s del otro gran perdedor, el socialdem¨®crata Nuevo Partido Democr¨¢tico). Por un lado, naturalmente, las dificultades constitucionales sobre la estructura federal del pa¨ªs. En segundo lugar, la poco h¨¢bil campa?a electoral realizada por el partido en el Gobierno. En tercer lugar y sobre todo, la dif¨ªcil situaci¨®n econ¨®mica de Canad¨¢, arrastrado a la recesi¨®n por la econom¨ªa de su vecino del sur. Finalmente, el indudable resentimiento de muchos canadienses hacia los conservadores, que fueron quienes en 1989 establecieron con Estados Unidos un acuerdo de libre comercio a cuya entrada en funcionamiento achacan muchos de sus males.
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