Comunidades hermanas
El destino de Rusia, n¨²cleo de la antigua Uni¨®n Sovi¨¦tica, es m¨¢s importante para Europa que la firma r¨¢pida de los acuerdos del GATT. El ataque de Yeltsin contra el Parlamento y la incorporaci¨®n de Georgia a la CEI conciernen directamente a los pueblos de la Comunidad de los Doce. Creyeron que las revoluciones de 1989 iban a extender la libertad al otro lado del tel¨®n de acero y del muro de Berl¨ªn, por fin destruidos, arraigando la democracia desde Lubeck hasta Vladivostok. Cuatro a?os despu¨¦s, el octubre sangriento de Mosc¨² les abre los ojos. Les impone tambi¨¦n un examen de conciencia, ya que no son del todo inocentes. A pesar de las apariencias, su responsabilidad est¨¢ m¨¢s comprometida en esta tragedia que en la de Yugoslavia, donde la furia de los odios raciales no les permit¨ªa intervenir m¨¢s directamente de lo que lo han hecho.Han prestado demasiada poca atenci¨®n a las guerras civiles que han ensangrentado -y en algunos casos siguen ensangrentando- Azerbaiy¨¢n, Georgia, Moldavia y diversas regiones. Han ignorado deliberadamente las estad¨ªsticas rusas en las que la ca¨ªda de la esperanza media de vida pone de manifiesto un verdadero genocidio de los ancianos. Han descuidado las consecuencias derivadas de la combinaci¨®n de una econom¨ªa disgregada, una escasez persistente, una inflaci¨®n galopante, un r¨¢pido aumento de los precios, y unos salarios y pensiones en ca¨ªda libre. Todo ello condena al 95% de la poblaci¨®n a vivir mucho peor que bajo el Gobierno de Breznev, mientras que un 5% amasa en poco tiempo inmensas fortunas. No quieren darse cuenta de que para la mayor¨ªa de los sovi¨¦ticos este extraordinario crecimiento de la desigualdad eclipsa los progresos de la libertad, reales pero insuficientes y precarios.
El Ej¨¦rcito Rojo salv¨® a Yeltsin y su Gobierno los d¨ªas 3 y 4 de octubre. Se ha convertido as¨ª en la columna vertebral de un r¨¦gimen que sin ¨¦l caer¨ªa en una anarqu¨ªa generalizada. Un director de investigaci¨®n de la Academia de las Ciencias de Rusia se?ala que la econom¨ªa est¨¢ desmembrada por alrededor de 150 mafias que dominan Mosc¨² y las grandes ciudades. Se organizan seg¨²n criterios ¨¦tnicos que recuerdan a las tribus del ?frica negra: los chechenos controlan el tr¨¢fico de armas y de droga; los t¨¢rtaros se ocupan del chantaje; los azer¨ªes controlan los mercados de la capital; los georgianos los secuestros de personas y los robos de coches, y los rusos propiamente dichos organizan el tr¨¢fico de divisas y la prostituci¨®n.
Las empresas p¨²blicas y las administraciones estatales o locales que intervienen en la exportaci¨®n o la importaci¨®n y en el comercio, interior se dedican al mercado negro y a toda clase de operaciones ?legales o semilegales cuyos beneficios clandestinos se depositan en el extranjero. Hasta el Ej¨¦rcito participa en este juego: hay aviones militares que sirven para el transporte de coches japoneses importados fraudulentamente. Se calcula que de esta manera se evade un capital que asciende a entre 25.000 y 30.000 millones de d¨®lares. La corrupci¨®n de la burocracia, arraigada en la tradici¨®n del zarismo y reforzada por el comunismo, alcanza ahora cotas m¨¢ximas. La evasi¨®n fiscal, la concesi¨®n de una licencia, el alquiler o la compra de locales para una empresa, la elaboraci¨®n de un informe, la mera entrevista con un responsable, se compra y se vende como una mercanc¨ªa.
Esta econom¨ªa mafiosa y esta administraci¨®n deshonesta no pueden reprimirse. La misma impunidad favorece la expansi¨®n de una criminalidad que priva a los ciudadanos de uno de los derechos fundamentales del hombre: la seguridad. Ya no se respeta aspecto alguno del sistema jur¨ªdico, ya se trate de leyes anteriores, de textos aprobados por el Parlamento disuelto o de los ucases multiplicados por el presidente. Desorientados, los polic¨ªas y los jueces son cada vez menos activos. Pero la ausencia de una legislaci¨®n clara paraliza tambi¨¦n a los inversores occidentales. Cuando se sabe el ¨¦xito que tuvo Lenin al abrir la Rusia de 1921 a los capitales extranjeros en el marco de la NEP (nueva econom¨ªa pol¨ªtica), ofreci¨¦ndoles garant¨ªas jur¨ªdicas precisas y audaces, sorprende que los liquidadores del sistema sovi¨¦tico hayan ignorado por completo el ejemplo de su fundador.
Estados Unidos y la Comunidad Europea han cometido un grave error al ocuparse casi exclusivamente de introducir en Rusia una econom¨ªa de mercado Ultraliberal. Ya criticable en Occidente, donde cada vez goza de menos popularidad, era inaplicable en un pa¨ªs que carece de la clase de empresarios indispensables para generarla. La introducci¨®n brusca de una doctrina basada en una competencia desenfrenada y sin escr¨²pulos en un pa¨ªs en el que el capitalismo era la encarnaci¨®n del mal, seg¨²n el sistema de valores inculcado desde 1917, conduc¨ªa l¨®gicamente al desarrollo de las mafias. No olvidemos que el puritanismo, y la moral religiosa en general, sirvieron un poco de pantalla frente a la expansi¨®n del liberalismo econ¨®mico en el siglo XIX. Aunque, por otra parte, no impidieron la explosi¨®n de una desigualdad considerable y la explotaci¨®n inhumana de los trabajadores en su fase inicial. En lo que hoy es la antigua Uni¨®n Sovi¨¦tica, los cuatro ¨²ltimos a?os vuelven a poner de actualidad las cr¨ªticas de Marx y devuelven a las instituciones democr¨¢ticas el car¨¢cter formal que ¨¦ste les reprochaba.
Ya es hora de que la CE reaccione con vigor ante la caricatura del modelo de libertad que sus Estados y su aliado de Washington han permitido que se exporte a la antigua Uni¨®n Sovi¨¦tica. Esto implica, en primer lugar, dejar muy claro a todos los pueblos de Rusia que la democracia se apoya ante todo en el sistema de valores definido por la libertad pol¨ªtica, la igualdad social, la solidaridad de los hombres y la soberan¨ªa de los ciudadanos. Los mecanismos del mercado no son su elemento fundamental, ya que tambi¨¦n pueden funcionar muy bien en una dictadura, como Hitler y Pinochet demostraron claramente.
Ahora que Yeltsin tiene las manos libres, no debe perder de vista estos principios fundamentales. Su elecci¨®n por sufragio universal en condiciones relativamente justas ha legitimado a pesar de una violencia excesiva el empleo de la fuerza para someter un Parlamento y controlar unas asambleas locales que no hab¨ªan sido elegidas democr¨¢ticamente. Pero un nuevo Parlamento y nuevas asambleas locales deben surgir de una votaci¨®n tras una campa?a electoral realmente libre. Esta votaci¨®n podr¨ªa tambi¨¦n con el tiempo expresarse en un refer¨¦ndum que autorizase al presidente a actuar por decreto, con un control de los diputados, durante un periodo limitado necesario para la deliberaci¨®n parlamentaria de una nueva Constituci¨®n. Evidentemente, ser¨ªa inadmisible que el texto de ¨¦sta ya elaborado por Yeltsin se sometiera directamente a la votaci¨®n de los ciudadanos. Un m¨¦todo as¨ª es el del fascismo. Tampoco vendr¨ªa mal una transferencia de tecnolog¨ªa pol¨ªtica en este ¨¢mbito, ya que los pueblos que salen de una larga dictadura desconocen tanto los mecanismos de la democracia como los del mercado. Mosc¨² necesita ayuda para aplicar los primeros como los segundos. Aparte de los principios que se acaban de referir, hace falta ayuda para reconstruir un Estado que disponga de una administraci¨®n, de una polic¨ªa y una justicia eficaces.
Al recordar a la vez las reglas y los m¨¦todos de los reg¨ªmenes de libertad, debemos ser conscientes de que ¨¦stos definen tambi¨¦n nuestras propias obligaciones y no s¨®lo las de Rusia. Parcialmente incluida en Europa desde el punto de vista geogr¨¢fico, no podr¨¢ jam¨¢s integrarse en nuestra Comunidad: pero esta CEI y la CE est¨¢n estrechamente vinculadas pol¨ªtica, cultural e hist¨®ricamente. Debe desarrollarse entre ellas una cooperaci¨®n org¨¢nica lo antes posible. La Comunidad Europea no puede limitarse a participar, con los otros Estados ricos del Grupo de los Siete, en la ayuda internacional decidida colectivamente por ellos. Debe a?adir lo que impone la solidaridad fraterna entre dos comunidades hermanas cuyos desarrollos repercutir¨¢n en beneficio mutuo. La apertura de los Doce hacia el interior mediante la integraci¨®n de nuevos miembros no puede hacer que se olvide la necesidad de esta apertura exterior, demasiado descuidada hasta la fecha.
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