Un s¨ªmbolo
EL PASADO lunes falleci¨® en Madrid, a los 88 a?os de edad, el bioqu¨ªmico Severo Ochoa, probablemente el cient¨ªfico espa?ol de mayor relieve internacional de la segunda mitad del siglo XX. En 1959 obtuvo el Premio Nobel de Medicina por haber logrado, por primera vez en un laboratorio, la s¨ªntesis el ¨¢cido ribonucleico (ARN), una enorme aportaci¨®n para descifrar el c¨®digo gen¨¦tico.La trayectoria personal y profesional de Severo Ochoa es paradigm¨¢tica de quienes vivieron en la Espa?a mon¨¢rquica y republicana: en 1936 se traslad¨® a Estados Unidos, y fue all¨ª donde desarroll¨® toda su labor de investigaci¨®n. Desde que a finales de los a?os sesenta o comienzos de los setenta, a?os en los que volvi¨® a frecuentar su pa¨ªs de origen, hasta que se afinc¨® definitivamente en Espa?a en 1985, su papel como cient¨ªfico no tuvo el mismo perfil que el que hab¨ªa desarrollado en EE UU y, sin embargo, result¨® esencial para el impulso de la investigaci¨®n cient¨ªfica.
Severo Ochoa, como tiempo atr¨¢s Ram¨®n y Cajal -el otro premio Nobel de Medicina de la historia de Espa?a-, se convirti¨® en un s¨ªmbolo para la juventud. Su figura fue fundamental para estimular la creaci¨®n de centros de investigaci¨®n cient¨ªfica de excelencia en Espa?a, aut¨¦nticos semilleros de expertos, programas y proyectos cient¨ªficos, infrecuentes hasta entonces. Un papel relevante por cuanto en un pa¨ªs como el nuestro, de muy poca tradici¨®n investigadora, figuras como la del ahora desaparecido Severo Ochoa han sido capaces de suscitar una especie de adhesiones emocionales a los valores de la ciencia, de la investigaci¨®n y el conocimiento.
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