Al Este, la cruz
?Una revoluci¨®n cristiana? No lo creo, aunque lo diga el Papa. Ciertamente, no puede minusvalorarse la importancia de Wojtyla, el hombre, el l¨ªder, en un buen pu?ado de asuntos decisivos que han pasado en el mundo durante los ¨²ltimos 15 a?os. Y en consecuencia, su reinado tampoco es ajeno a la mutaci¨®n del mundo del Este. Pero hacer responsable de eso al cristianismo parece absurdo. El Este es hoy un campo, una estepa inmensa, repleta de cad¨¢veres. Cad¨¢veres morales y muchos, muchos cad¨¢veres reales, tangibles, aterradores. Esos cad¨¢veres tienen due?o. Y su due?o no es ni la conciencia nacional, ni tampoco la conciencia religiosa. Aferrarse a la tierra, ponerle coto, identificar al extra?o como extra?o y mirar al cielo en busca de esperanza ante la cruel naturaleza desbocada han sido las labores fundacionales del hombre.Todos los sistemas pol¨ªticos han tratado de introducir correcciones en esa labor fundacional; aminorar sus devastadores efectos; aportar raz¨®n, en suma. As¨ª pues, conciencia nacional y conciencia religiosa han estado siempre presentes debajo de esa corteza: su emulsi¨®n revela el fracaso de los sistemas correctores. Ese es el fracaso que importa y a ¨¦l cabe apuntar los cad¨¢veres de hoy. Nada m¨¢s que la ¨²nica forma a que ha adoptado en la tierra el sue?o emancipatorio de Marx es responsable de la desintegraci¨®n y de la muerte en que sucumbe el Este.
Si el cristianismo hubiera propiciado ese derrumbe, si su v¨¦rtebra hubiera sido tan poderosa, hoy contribuir¨ªa de manera igualmente decisiva a la reconstrucci¨®n de ese mundo. Nada de eso parece en ciernes. El cristianismo vaga hoy por el Este -por el Este polaco tambi¨¦n- asistiendo con dolorosa impotencia a la tragedia. Humillado. ?l tambi¨¦n.
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