Me acuso, padre...

Este humilde divorciado, que intenta mantener unas razonables y civilizadas relaciones con su ex mujer, tras enterarse del mosqueo eclesi¨¢stico provocado por el afable trato personal de la pareja protagonista del programa Farmacia de guardia, ruega encarecidamente a dichas autoridades religiosas (que no ¨¦ticas) publiquen un baremo con vistas a obtener m¨¦ritos en pos de una futura y problem¨¢tica (por lo que se ve) contemplaci¨®n celestial.Porque del comunicado de una de las comisiones de la Conferencia Episcopal parece deducirse que los divorciados con relaciones normales son altamente escandalizadores. No se trata de que ellos y sus hijos intenten vivir con el menor traumatismo que surge en toda ruptura. Craso error: su destino parece ser el infierno.

Claro que se pueden dar, desgraciadamente, otro tipo de separaciones: relaciones de agresividad verbal (desde el insulto personal a menciones sobre ex suegras), que quiz¨¢ consigan alcanzar el purgatorio, ?o tal vez una agresividad f¨ªsica (desde un cachete a una pu?alada) nos catapultar¨ªa al cielo?

Hay que recordar a estos se?ores que en este pa¨ªs las leyes se aprueban por el Parlamento, no en los p¨²lpitos. Y existe una ley de divorcio. Si no les decimos c¨®mo tienen que gestionar sus seminarios y parroquias, ?por favor!, tengan como m¨ªnimo ese mismo decoro y talante con nosotros. De lo contrario, les mandar¨¦ tambi¨¦n a mis infiernos.

Desde la gloria de la tolerancia, me acuso, padre, de no bizquear ni f¨ªsica ni qu¨ªmicamente con mi ex c¨®nyuge... ?Cu¨¢ntas veces, hijo? No han cambiado.-