La invenci¨®n del vino
"Si es, o no, invenci¨®n moderna / vive Dios que no lo s¨¦, / pero delicada fue / la invenci¨®n de la taberna". Estos versos de azulejo, mejor medidos y sentidos que otros que aspiran al m¨¢rmol, resumen una realidad y una filosof¨ªa: aquella que defiende el espacio p¨²blico, vecinal, frente al tantas veces mezquino, insustancial y acotado de la privanza. Madrid, que a¨²n es una ciudad que vive en las aceras (y malvive a trechos), recibi¨® aquella invenci¨®n para mejorarla. Tabernas del vino pero con distintos aderezos seg¨²n el tabernero provenga de tierras de Valdepe?as, de Arganda, de La Rioja, de Cigales, de Jumilla, de la Ribera, de las lomas del chacol¨ª, de la bendita Galicia, de la templada Andaluc¨ªa o de las tierras rojas del Pened¨¦s. Todos ellos forman en Madrid un secreto mapa auton¨®mico que nunca fue tenido en cuenta por los pol¨ªticos, pero que el pueblo (el pueblo de Madrid, claro) tiene por imperecedero y a salvo de contingencias.Valdepe?as y sus vinos reinan sobre cualquiera otra procedencia, y con ellos, la taberna de Antonio S¨¢nchez, en Mes¨®n de Paredes. Del establecimiento se sabe que ya en 1870 era su due?o el picador Colita y que por entonces era conocido el nombre de Cara -Ancha , en honor del famoso torero y asiduo parroquiano. Vino de Valdepe?as y vino de consagrar pueden ser trasegados en paz y lenta conversaci¨®n mientras se admiran retratos de Zuloaga y del propio Antonio S¨¢nchez , que el vino no iguala , pero hermana. En este local doblemente ilustrado adem¨¢s de comer el visitante podr¨¢ adquirir el libro Historia de una taberna, de Antonio D¨ªaz-Ca?abate, que fue escrita en Madrid de los a?os cuarenta y hace un recorrido por la capital a trav¨¦s de este privilegiado observatorio.
La Venencia, en la calle de Echegaray, es un lugar ¨²nico, no s¨®lo por la rareza de parecer (y ser quiz¨¢) un antinegocio, al¨¦rgico a la marabunta del turismo, sino porque s¨®lo sirve vino, y, sin exclusi¨®n total de otros caldos, los delicados vinos del Sur: fino, manzanilla y oloroso. Vinos a granel que guardan una calidad milagrosa. All¨ª, si el visitante es discreto, podr¨¢ compartir tertulia con la parroquia, muchas veces dirigida por el magisterio de Jorge Laver¨®n. Por la zona, en la plaza de Santa Ana y el callej¨®n del Gato, existen otras tabernas andaluzas de buen pelaje, muchas de ellas distinguidas por sus especialidades: patatas bravas, gambas, mollejas, caracoles, mojama... Forman parte aristocr¨¢tica del paladar popular. No puede caer en olvido el pasaje de Mateu, aut¨¦ntica zona portuaria de Madrid, y refugio, por tanto, de hambre y sed de bajo presupuesto.
Puerta Cerrada y la Cava Baja constituyen otra zona f¨¦rtil en esta geograf¨ª del vino en Madrid. En La Escondida, taberna que forma parte junto a D¨ªaz Larrouy, y otros, del renuevo del g¨¦nero, se puede beber Cigales o Barbadillo. Este ¨²ltimo caldo es un blanco andaluz y posmoderno que goza de muchos adeptos. Pero Puerta Cerrada y aleda?os tiene sus cl¨¢sicos, como Casa Antonio (antigua de Mat¨ªas) y Casa Paco, con sus frascas de Valdepe?s a 600 pesetas. Al lado, en Vinos Revuelta, puede degustarse el caldo de Arganda.
El verm¨²
Madrid, que siempre gust¨® de un punto exc¨¦ntrico, tiene como en la m¨²sica con el chotis, un bebedizo de extra?o arraigo: el verm¨². Verm¨² a granel que pod¨ªa tomarse en muchas tascas y est¨¢ hoy en trance de desaparici¨®n. Queda La Taberna de Chueca para saber de aquella costumbre que quiz¨¢ trat¨® de favorecer el acceso de la mujer a la ronda del bronco Valdepe?as. Hablando de chotis, no se puede olvidar la taberna que lleva su nombre, ni al pintor que decor¨® sus magn¨ªficos azulejos: Eduardo Vicente.La Campana, La Ardosa, Casa Ciriaco, Casa Ricardo, Polo, La Cruzada... Todos los barrios tienen sus tabernas, de Chamber¨ª a Carabanchel y del barrio de Salamanca a Garc¨ªa Noblejas. La taberna se defiende, m¨¢s all¨¢ de las modas. Pero los tiempos cambian y el desarraigo produce fen¨®menos extra?os: proliferan en el extrarradio bodegas que despachan vino en tetrabrik y colas, junto a gominolas, pipas y petardos. A esos locales acuden ancianos venidos de cualquier aldea a tomar su chato de vino.
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