Una Constituci¨®n para Yeltsin
EL PROYECTO de Constituci¨®n al que, finalmente, ha dado su visto bueno el presidente de Rusia, Bor¨ªs Yeltsin, es un traje hecho a su medida y en cuya confecci¨®n han sido ol¨ªmpicamente ignoradas las opiniones de gran parte de los juristas y pol¨ªticos llamados a intervenir en esa magna tarea legislativa. Quienes no ven alternativa inmediata a la persona de Yeltsin y a un periodo de transici¨®n de corte autoritario para Rusia rompen una lanza a favor del l¨ªder y alegan que la nueva Constituci¨®n da al jefe del Estado ruso poderes seme antes a los que tienen constitucionalmente los l¨ªderes de otros pa¨ªses democr¨¢ticos.Se pueden pasar horas haciendo comparaciones, pero sin obviar una cuesti¨®n fundamental: los puntos de partida y las tradiciones son muy diferentes en Europa occidental y en Rusia, un pa¨ªs en el que apenas existe un esbozo de sociedad civil y donde las tendencias autoritarias tienen profundo arraigo y siniestros precedentes. De ah¨ª que Occidente, a la hora de pensar en el futuro de Rusia, debiera esforzarse por invertir m¨¢s en el desarrollo de instituciones democr¨¢ticas y de la sociedad civil que por vincularse a una personificaci¨®n del poder.
Rusia tiene por delante un largo camino y, seguramente, Yeltsin no ser¨¢ el ¨²nico gu¨ªa en este trayecto. J¨®venes y ambiciosos pol¨ªticos piensan ya en el relevo, pero el presidente ha decidido quedarse hasta el final de su mandato, en junio de 1996. Yeltsin no ha escuchado las voces de quienes le aconsejaban relegitimar su posici¨®n tras la violencia utilizada para disolver el Parlamento. De otro lado, la eliminaci¨®n de un l¨ªmite m¨¢ximo de edad para el presidente encierra el peligro de la vuelta al sistema de gerontocracia vigente en la ¨¦poca comunista. Y aunque Yeltsin ha dicho que va a educar a un sucesor, no ha desarrollado la idea.
La Asamblea Federal, el nuevo Parlamento, es pr¨¢cticamente un reh¨¦n del presidente, quien, de acuerdo con la nueva Constituci¨®n, nombrar¨¢ al Gobierno y firmar¨¢ tratados internacionales sin necesidad de ratificaci¨®n parlamentaria. Mezclados con elementos totalmente nuevos en la sociedad rusa, algunos de los mecanismos de interacci¨®n entre el poder y la sociedad se repiten con formas algo alteradas. As¨ª, por ejemplo, el peri¨®dico Rossiskie Vesti ha publicado una carta en la que 1.600 ciudadanos, alegando que el refer¨¦ndum del 25 de abril hab¨ªa sido equivalente a una elecci¨®n, ped¨ªan a Yeltsin que permaneciera en el cargo hasta el 25 de abril de 1998, es decir, casi dos a?os m¨¢s de lo previsto.
Ahora, cuando los comicios legislativos todav¨ªa no se han realizado, los distintos grupos representados en el Gobierno (en la pr¨¢ctica, un Gobierno de coalici¨®n) se plantean ya el problema de qui¨¦n ser¨¢ el nuevo primer ministro. Y aqu¨ª se perfila una rivalidad objetiva entre el reformista Gaidar y el actual jefe del Gobierno, V¨ªktor Chernomirdin, que no se presenta a las elecciones, pero que cuenta con el apoyo de Yeltsin.
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