Madrid madriguera
La nueva sede transparente de la Asamblea contrasta con los h¨¢bitos subterr¨¢neos de la capital
El vidrio cura. O, al menos, eso pensaban, a principios de este siglo, tanto los reformadores higienistas que buscaban la salud en la transparencia a los rayos solares, como los visionarios vanguardistas que hicieron de la arquitectura de cristal un signo de redenci¨®n. Fuente de salvaci¨®n material y moral, ese vidrio doblemente virtuoso es el que envuelve el edificio propuesto como nueva sede de la Asamblea de Madrid. Pero la transparencia f¨ªsica y simb¨®lica es m¨¢s un exorcismo c¨ªnico que una se?al de salud democr¨¢tica. Mientras los parlamentarios regionales manotean en el aire para ahuyentar los demonios que habitan en el cuerpo de la ciudad, el Ayuntamiento de la capital y la Administraci¨®n central perseveran en el esfuerzo obstinado y ominoso por devorar sus entra?as.Madrid es una ciudad malquerida. Por desafecto o desapego, acaso porque tantos de sus habitantes somos de provincias, o quiz¨¢ porque sus ¨¦lites se proyectan sobre ¨¢mbitos m¨¢s amplios, lo cierto es que ¨¦sta es una urbe maltratada por sus ciudadanos y por sus gobernantes. Y en el terreno de la arquitectura, escribir sobre Madrid es llorar. Con la piel cori¨¢cea que otorgan el desarraigo y la costumbre, muchos de los que aqu¨ª vivimos hemos aprendido a ignorar los desafueros cotidianos perpetrados contra esta ciudad que hubiera podido ser amante y se ha convertido en madrastra. Sin embargo, hasta las almas m¨¢s endurecidas al asombro deben pesta?ear al contemplarse los ¨²ltimos desatinos, que rubrican el destino infeliz de una ciudad condenada a madriguera.
Desventrada por el boom inmobiliario y la explosi¨®n autom¨®vil, la capital de Espa?a ha padecido la especulaci¨®n del suelo, del subsuelo e incluso del vuelo. La liberaci¨®n de alquileres transform¨® en oficinas las viviendas del centro, desplazando a los j¨®venes a periferias inciertas, promovidas por condottieros privados como Pinto Font¨¢n o escualos semip¨²blicos como Carlos Sotos. Entre la Escila del Nuevo Versalles y el Caribdis de la PSV, los nuevos barrios se hicieron con tan flaca arquitectura como abultadas comisiones, y lo que les falt¨® de debate urbano y cultural lo compensaron con su generosa raci¨®n de esc¨¢ndalos econ¨®micos.Mientras algunos socialistas se trabajaban el suelo de la periferia, el Ayuntamiento popular se empleaba a fondo en el subsuelo del centro. Entregando la ciudad al autom¨®vil, ?lvarez del Manzano ha minado Madrid con incontables t¨²neles y aparcamientos subterr¨¢neos, con un s¨ªndrome excavador que no se ha detenido ante la Ciudad Universitaria, ni ha renunciado todav¨ªa a perforar la plaza de Oriente. As¨ª, aunque la Gerencia Municipal de Urbanismo anuncie sus acuerdos con una orla en la que figuran los edificios m¨¢s elevados y abominables de la ciudad -flanqueados por el Faro de Moncloa en un extremo y las Torres de KIO en el otro- el actual alcalde no ser¨¢ recordado por ese perfil lamentable sobre el cielo, sino por sus excesos excavadores en el suelo.
Y tras el suelo y el subsuelo, la novedosa explotaci¨®n de los derechos de vuelo. Renfe y Argentaria anuncian la Operaci¨®n Chamart¨ªn: 130.000 millones de inversi¨®n para edificar oficinas, comercios y viviendas sobre las 62 hect¨¢reas que se obtienen de cubrir las v¨ªas del tren entre la plaza de Castilla y Fuencarral. Sin m¨¢s informaci¨®n librada que un plano esquem¨¢tico y una secci¨®n trivial, Renfe atribuye el mayor proyecto urbano de la d¨¦cada al despacho de Ricardo Bofill -autor tambi¨¦n, por cierto, del edificio m¨¢s gravoso promovido por el Ayuntamiento madrile?o en toda su historia, el escenogr¨¢fico y vulgar Palacio de Con
gresos, que ha costado m¨¢s de 15.000 millones-.No hay gran ciudad europea que se precie que no someta un proyecto de esta envergadura a un proceso laborioso de consulta p¨²blica, y contraste profesional; pero en este caso no ha habido sino una deliberaci¨®n privada que ha contemplado s¨®lo otras tres propuestas: elaboradas por el BBV y un pool de constructoras con sendas ingenier¨ªas, y la del inefable Manuel Ayll¨®n, el consejero delegado del Pasillo Verde Ferroviario (una operaci¨®n, similar, aunque de menor tama?o, promovida por Renfe y el Ayuntamiento, y que se encuentra paralizada con 7.000 millones de deudas).
La intr¨¦pida maquinista Merc¨¦ Sala se ha lanzado, con el aval de Borrell y los dibujos de Bofill, por la pendiente en que descarril¨® su predecesor, Garc¨ªa Valverde, que s¨®lo se aventur¨® por el peligroso ramal de San Sebasti¨¢n de los Reyes cuando su ingenier¨ªa financiera sobre Chamart¨ªn entr¨® en v¨ªa muerta. El tr¨ªo catal¨¢n debe cruzar los dedos al adentrarse por los laberintos ferroviarios madrile?os. Sala ha declarado estar preocupada por que la "gesti¨®n patrimonial" se confunda con "especulaci¨®n del suelo", y su propio jefe, Borrell, ha escrito en este peri¨®dico que "el suelo se compra y se vende, pero la ciudad no es una mercanc¨ªa, sino un espacio pol¨ªticamente organizado". El debe saberlo mejor que nosotros. Ahora bien, si la organizaci¨®n pol¨ªtica del espacio ciudadano exigen elaboraci¨®n de alternativas, debate p¨²blico y transparencia en la toma de decisiones, caben pocas dudas acerca del d¨¦ficit democr¨¢tico que nos aqueja, un d¨¦ficit que alcanza dimensiones de esc¨¢ndalo en la Administraci¨®n central, con diferencia la m¨¢s opaca de las tres que intervienen en el ¨¢mbito madrile?o. En este terreno, la Comunidad de Madrid merece la nota mejor, ya que se esfuerza en comunicarse con el p¨²blico con m¨¢s empe?o que el Ayuntamiento -m¨¢s transparente de todas maneras en lo urban¨ªstico que en lo arquitect¨®nico-, y no digamos ya que los diferentes ministerios. No es seguro, sin embargo, que la comunicaci¨®n interinstitucional sea igualmente fluida; por las mismas fechas que se anuncia la Operaci¨®n Chamart¨ªn, la comunidad hace p¨²blico su proyecto de Gran Sur: un parque empresarial a lo largo de la autopista radial M-50, entre los municipios de Alcorc¨®n, M¨®stoles, Legan¨¦s, Fuenlabrada, Getafe y Parla, con una inversi¨®n prevista de 125.000 millones, casi exactamente igual a la de Chamart¨ªn. Es dificil creer que vayan a existir recursos p¨²blicos para ambas operaciones de forma simult¨¢nea, y es m¨¢s dificil a¨²n comprender c¨®mo Madrid va a apostar a un tiempo por el Gran Norte de Borrell y el Gran Sur de Leguina. La transparencia como imagen de. la democracia es una intenci¨®n laudable del proyecto aprobado un¨¢nimemente por los grupos parlamentarios de la Asamblea de Madrid. Sin embargo, el traslado desde San Bernardo a la Maternidad de O'Donnell es una operaci¨®n que se presenta envuelta en un sudario de sombras. Es dudoso que el nuevo lugar sea el m¨¢s apropiado: en un conjunto sanitario, y alejado del centro hist¨®rico de la ciudad, el parlamento regional carecer¨¢ de esa legitimaci¨®n simb¨®lica que s¨®lo otorga la p¨¢tina del pasado. Pero es m¨¢s dudoso a¨²n que la forma de abordarla sea la mejor: un encargo directo a la Oficina de Proyectos de la Consejer¨ªa de Ordenaci¨®n Territorial, seguramente capacitada para muchos menesteres, pero absolutamente inadecuada para un trabajo de esta relevancia y visibilidad.
Y a la vista est¨¢ el resultado: un cubo de vidrio dividido en 7 x 7 m¨®dulos y dotado igualmente de siete plantas (tres de las cuales bajo rasante), extra?amente similar al pabell¨®n de la Comunidad de Madrid en la Expo de Sevilla, que se articula inc¨®modamente con dos cuerpos m¨¢s opacos. Ni el cubo transparente con el gran sal¨®n de plenos ni el edificio lineal en la calle O'Donnell con las oficinas de la Asamblea poseen la calidad arquitect¨®nica que cabr¨ªa esperar de un gran proyecto institucional. Pero en eso, los parlamentarios madrile?os siguen fielmente los pasos de sus colegas del Congreso, que forzaron -como ellos- un cambio del Plan General de Madrid para obtener una libertad formal y de usos que aprovecharon con la fortuna que puede verse en la Carrera de San Jer¨®nimo.
De ah¨ª que la cristalina transparencia de la nueva Asamblea madrile?a parezca, en su parto in cierto, m¨¢s ret¨®rica que genuina. En su entorno hospitalario, los diputados comprender¨¢n pronto que el vidrio no cura los males f¨ªsicos y espirituales de esta ciudad, Madrid, madrastra, madro?o eco, madriguera de Espa?a.
Babelia
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