Estereotipos
Quisiera abundar en algunas de las ideas expuestas por el gran fil¨®sofo Luc Ferry en su art¨ªculo sobre la clonaci¨®n de embriones (EL PA?S, 7 de noviembre). La discusi¨®n sobre este asunto ha estado m¨¢s centrada en los estereotipos del imaginario social impuestos por el cine y la literatura (singularmente, la de ciencia-ficci¨®n) que en una discusi¨®n racional. La naturaleza crea individuos cl¨®nicos, los gemelos, y a nadie se le ocurre utilizar a uno de ellos como despensa de ¨®rganos ni alistarlo de soldado raso en el ej¨¦rcito de los cl¨®nicos de Fu-Manch¨². Todos los seres humanos, cl¨®nicos o no, son sujeto de derechos, y el problema de los trasplantes o los ej¨¦rcitos se reduce a un elemental y resoluble problema de ¨¦tica, no de bio¨¦tica. M¨¢s enjundia tiene, a mi juicio, la comparaci¨®n que hace Ferry con el problema del aborto. Efectivamente, la manipulaci¨®n m¨¢s terrible que se puede hacer con un embri¨®n es destruirlo, y esto es algo que aceptamos perfectamente en el caso del aborto, alegando que el embri¨®n no es sujeto de derechos y est¨¢ subordinado al que consideramos valor absoluto en este asunto: la voluntad de la mujer (y que no se me alegue la pobreza, angustia o violaci¨®n de la mujer que aborta, ya que estamos discutiendo una cuesti¨®n de principios, y ¨¦sas son contingencias personales de car¨¢cter emp¨ªrico, muy ¨²tiles, por otro lado, a la hora de hacer marketing sentimental y vender el aborto a una opini¨®n p¨²blica cada vez m¨¢s arrasada por la mala conciencia, ?ninguna feminista de pro le negar¨ªa el derecho al aborto a una mujer feliz y millonaria a la que nadie hubiera violado!). Yo acepto ese planteamiento.Ahora bien, esa misma voluntad de la mujer puede desear a veces manipulaciones biol¨®gicas infinitamente menos terribles que el aborto, como es elegir el sexo del hijo o el color de sus ojos (recu¨¦rdese el caso de aquella mujer catalana que quer¨ªa tener una hija y no pudo). Si una mujer desea tener una hija rabia de ojos azules, consideramos que comete una aberraci¨®n, no porque nos neguemos a que las mujeres tengan hijas de ojos azules, sino que lo que negamos en este caso es la realizaci¨®n efectiva y pr¨¢ctica de su deseo, de su voluntad. En este caso, la voluntad de la mujer, principio supremo en el caso del aborto, se torna principio aberrante a la hora de elegir el sexo o el color de los ojos. Si una mujer aborta est¨¢ haciendo uso de un derecho reconocido, pero si desea que el hijo sea rubio y de ojos celestes es una consumada neonazi. ?No podr¨ªamos alejamos de estereotipos y apriorismos e intentar ser coherentes de vez en cuando?-
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