Del WC al bat¨ªn
La primera vez que vi a Frank Zappa, el hombre estaba sentado en un retrete (con los pantalones l¨®gicamente, a media asta) y me contemplaba con la cara de asco del que acaba de ser interrumpido en medio de algo muy importante. Debo precisar, eso s¨ª, que tan singular encuentro no tuvo lugar en la vida real, dado que ¨¦l estaba en un p¨®ster clavado en la pared del cuarto de un amigo.Me explic¨® entonces mi amigo (deber¨ªamos tener 13 o 14 a?os) que el tal Zappa era un tipo muy interesante que fabricaba discos a menudo incomprensibles y, no contento con eso, sol¨ªa presentarse a las elecciones para presidente de los Estados Unidos. A mi amigo no le gustaba la obra de Zappa en pleno. Aseguraba que junto a canciones espl¨¦ndidas, dentro de una cierta ortodoxia roquera, fabricaba piezas inacabables, muy intelectuales, que no hab¨ªa Dios que entendiera.
Algunos a?os despu¨¦s, vi actuar a Zappa. Y hasta pude cruzar cuatro palabras con ¨¦l en una rueda de prensa. En el ¨ªnterin, hab¨ªa escuchado sus discos, sabido de su amor por Edgar Var¨¨se, visto su delirante pel¨ªcula 200 motels, comprobado que nunca iba a llegar a presidente de los Estados Unidos y, en definitiva, le hab¨ªa acabado considerando un simp¨¢tico rompepelotas muy necesario para el mundo de la m¨²sica en particular y el mundo de los humanos en general.
El momento en que termin¨¦ de redondear la imagen que me hab¨ªa formado de ¨¦l fue cuando apareci¨® en la rueda de prensa poniendo cara de asco y envuelto en un ra¨ªdo bat¨ªn. Corr¨ªan los tiempos de la new way y mucha gente pregunt¨® qu¨¦ opinaba de ella. Zappa dijo que le parec¨ªa muy bien, pero lo dijo con cara de que le ten¨ªa sin cuidado. ?Y la contracultura norteamericana?, inquiri¨® un agudo colega. El amigo Zappa pronunci¨® su mejor respuesta: ?Contracultura norteamericana?, dijo arqueando ambas cejas y pareci¨¦ndose a Groucho Marx. ?C¨®mo quiere que haya contracultura en un pa¨ªs en el que ni siquiera hay cultura?
Despu¨¦s, la conversaci¨®n decay¨®. Probablemente Zappa estaba harto de los a?os sesenta, de haberse retratado en un inodoro para que los jovencitos d¨ªscolos le tocaran las narices a sus madres. Era evidente que estaba cansado e intu¨ªa que la famosa frase de Bob Dylan acerca del cambio de los tiempos era s¨®lo una inexactitud bien intencionada. A finales de los setenta, Zappa tambi¨¦n estaba harto del rock & roll. En los ochenta, se convirti¨® en un m¨²sico que no quer¨ªa perder el tiempo encerrado en un cuarto de ba?o. Y todo los que le recordaban en ese lugar se desinteresaron por ¨¦l.
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