El Ayuntamiento ofrece a los mendigos talleres en un albergue
El albergue de San Mart¨ªn de Porres, en Latina, cobija a hombres sin hogar desde hace m¨¢s de tres decenios. Pero los religiosos dominicos que regentan este refugio de 72 plazas en la V¨ªa Carpetana creen que dar acogida no es suficiente. Por eso,desde la primavera, han puesto en marcha un programa de talleres prelaborales y de pisos compartidos dirigido a las personas sin techo que acuden a ellos. El proyecto, con vigencia hasta finales del 94, recibe 24 millones de pesetas: 13 del Ayuntamiento de Madrid y casi 11 del Fondo Social Europeo.
Tres tardes por semana, un grupo de hombres permanece enfrascado en torno a una mesa. Pintan telas de seda y tejen cestos. Entre ellos hay personas de todas las edades y condiciones. Pocos responden al estereotipo del vagabundo. Ni harapos ni desvar¨ªos evidentes. Cada cual arrastra una historia que le ha llevado a la calle: Pero podr¨ªan ser el vecino del tercero, el primo o el amigo de cualquiera. Es el taller de artesan¨ªas, al que acuden obligatoriamente todos los albergados por m¨¢s de tres d¨ªas en este recinto. Jos¨¦ y Manuel, dos pescadores de 56 y 42 a?os, que acabaron la ¨²ltima campa?a con los bolsillos tan vac¨ªos como al principio, aseguran que dedicarse a la artesan¨ªa les limpia la mente. "Es un rato que est¨¢s tranquilo, sumergido en lo que haces, y te olvidas del mogoll¨®n que tienes en la cabeza", afirman.Con ellos se encuentra un hombre de mediana edad y gran elocuencia. Habla sentenciando y no aclara qu¨¦ le ha llevado al albergue. "La vida da muchas vueltas", argumenta como ¨²nica explicaci¨®n. Juzga los talleres de una forma corrosiva. "No es que est¨¦n mal, es que los mismos culpables de que haya gente en la calle son los que luego subvencionan estas cosas para tenernos ocupados", juzga.
Antonio Rodr¨ªguez, asistente social, dominico y coordinador del proyecto, explica que "no se trata de tener a la gente ocupada porque s¨ª". "La mayor parte de los hombres que pasan por aqu¨ª sufren un fuerte desarraigo y con el taller pretendemos que recuperen ese concepto de tener un horario, una responsabilidad, de actuar en equipo", a?ade.
"Hay m¨¢s talleres para personas sin hogar, pero ¨¦ste, al funcionar en el mismo albergue, facilita las relaciones para formar pisos y emprender proyectos comunes", concluye Rodr¨ªguez.
El taller de encuadernaci¨®n es m¨¢s reducido. Est¨¢ pensado para quince personas de todos los albergues de Madrid. Su objetivo es laboral. Hacen cuadernos, ponen tapas a libros y tintan papel con la intenci¨®n de comercializar estos productos.
Pisos compartidos
Artemio del R¨ªo, de 31 a?os, participa en ambos talleres. Este hombre simp¨¢tico y educado es uno de los cuatro que viven en un piso compartido en Carabanchel, que tambi¨¦n forma parte del proyecto. Los dominicos arrendaron la vivienda y depositaron la fianza. El alquiler mensual lo pagan los cuatro alojados.
El piso es una alternativa al albergue para personas que no pueden afrontar el pago de una vivienda en solitario y que est¨¢n remontando una vida a salto de mata. El objetivo del programa es poner en marcha otras tres viviendas similares.
Artemio, leon¨¦s, estudi¨® filosofia tres a?os. Dej¨® su tierra y arrib¨® a Madrid tras dedicarse por temporadas a la recogida de la fruta. Aqu¨ª tiene dos hermanas trabajando como internas que no le pod¨ªan dar cobijo.
"Lleg¨® un momento en que nada m¨¢s levantarme me tomaba un copazo, yo, que siempre he aborrecido el vino", explica. "Un d¨ªa te das cuenta de que empiezas a ir cuesta abajo", asegura. Ahora vive del salario social, unas 37.000 pesetas mensuales.
Uno de sus compa?eros de piso tiene 26 a?os y procede de Denia, en Alicante. Sus problemas comenzaron despu¨¦s de que su novia le dejara. "Me deprim¨ª, empec¨¦ a esnifar coca y a pasarla. Vi que no era vida y me vine a Madrid", asegura.
"Ten¨ªa curro en una ferreter¨ªa, pero era una explotaci¨®n. Tuve problemas, me qued¨¦ sin nada, y no pude pagar ya el piso compartido donde viv¨ªa, en Malasa?a", a?ade. "Estuve veinte d¨ªas por ah¨ª tirado. Empec¨¦ a moverme con gente que beb¨ªa demasiado y dije basta", matiza. Ahora tiene un contrato de seis meses como pe¨®n. Su mayor temor es que se acabe.
La c¨¢rcel
El tercer compa?ero de piso tiene 50 a?os y ha pasado 16 cumpliendo diferentes condenas por robo. Desde hace dos permanece en r¨¦gimen abierto y pronto saldr¨¢. "Lo peor es que en el 87, cuando yo ya llevaba otra vida, sali¨® la sentencia de un delito cometido catorce a?os atr¨¢s, y taca, otra vez a la c¨¢rcel", a?ade. Entre rejas aprendi¨® su oficio de cocinero. Ahora se gana la vida en los fogones.
El a?o pasado, en Madrid, hubo 9.639 personas sin hogar que recurrieron a los albergues privados y p¨²blicos. La mayor¨ªa son habitantes de la ciudad y no transe¨²ntes que vagan de una comunidad a otra.
De ellos, 4.274 acudieron a los cuatro centros privados de ¨®rdenes religiosas: Damas Apost¨®licas (el ¨²nico femenino), San Juan de Dios, Santa Mar¨ªa de la Paz y San Mart¨ªn de Porres. El resto, 5.365, fueron al albergue municipal de San Isidro.
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