La casa de los horrores
La mujer de Michael Townley cuenta c¨®mo la Dina de Pinochet utiliz¨® su domicilio para matar a Soria
El espa?ol Carmelo Soria fue asesinado en la casa de Michael Townley en Santiago. Lo cuenta una testigo de excepci¨®n: Mar¨ªana Callejas, la propia mujer del agente norteamericano que trabaj¨® para la Dina, los servicios secretos de la dictadura militar chilena, "Michael me dijo que la brigada hab¨ªa tra¨ªdo un prisionero, que le hab¨ªan matado y despu¨¦s llevado a un canal donde lanzaron el auto", afirma. Era Carmelo Soria.Separada de Townley, Callejas recibi¨® recientemente a EL PA?S, 17 a?os despu¨¦s del crimen, en su domicilio, una deteriorada residencia de tres pisos situada en una colina del barrio m¨¢s exclusivo de Santiago. En el s¨®tano de esa casa, ahora un lugar h¨²medo y sin muebles, agentes de la Dina le rompieron el cuello a Soria, funcionario de la ONU y militante del Partido Comunista de Espa?a, en 1976.
Townley, que militaba en la extrema derecha, fue reclutado por la Dina en 1974, recuerda Callejas. "A m¨ª me gustaba Pinochet, as¨ª que al principio estaba todo bien", afirma. Ella misma se integr¨® en la Dina, s¨®lo para aumentar los ingresos que recib¨ªa la pareja, afirma.
Admite haber participado en una misi¨®n de la Dina en M¨¦xico para matar a dirigentes exiliados de la izquierda chilena. "No tom¨¦ en serio la misi¨®n, pens¨¦ que era un chiste, una prueba que estaban tratando de hacer", sostiene. Cuando se enter¨® del prop¨®sito del viaje habl¨® con un sargento de la Dina. "Le dije que era totalmente absurdo. ?Qu¨¦ se imaginan que nosotros podemos hacer? Si esto es como de pel¨ªcula, no va a resultar nada". El sargento sonri¨® y le replic¨®: "Uno hace lo que puede".
Del asesinato de Soria dice que s¨®lo sabe lo que le contaron meses despu¨¦s. Ella no estaba en casa en el momento del crimen, y sostiene que se enter¨® de los nombres de los militares implicados cuando su ex marido lo revel¨® en una entrevista a la televisi¨®n chilena.
Pasaportes falsos
Mar¨ªa Callejas recuerda tambi¨¦n haber rellenado pasaportes paraguayos falsos para tres generales que visitaron su casa. Comprada con fondos de la Dina por agentes con nombres falsos, la residencia de la pareja Townley-Callejas fue el lugar de trabajo del norteamericano, que ten¨ªa secretaria, ayudantes y guardias.La casa se convirti¨® en un centro de horror. Los agentes trabajaban en las plantas bajas, mientras en la superior viv¨ªa la pareja y sus hijos peque?os. All¨ª residieron cubanos anticastristas y terroristas italianos de extrema derecha. Townley y un qu¨ªmico construyeron un laboratorio y elaboraron un gas venenoso usado contra enemigos del r¨¦gimen.Sus hijos, a quienes ella les hab¨ªa prohibido jugar cerca del laboratorio, le dijeron que hab¨ªan visto en la casa a otros detenidos. En dos oportunidades, recuerda Callejas, fue a comer a su casa el general Manuel Contreras, jefe de la Dina, condenado en primera instancia a siete a?os de prisi¨®n por el asesinato del ex ministro Orlando Letelier.
Callejas no pudo impedir que el trabajo de los agentes se desarrollara en su domicilio. "?Ten¨ªa alguna alternativa?", pregunta. "A m¨ª no se me tomaba en cuenta para nada y por eso se fue deteriorando el matrimonio", dice.
Asegura haber estado "muy amargada en esa ¨¦poca". Deseaba separarse de la Dina, dice, pero todav¨ªa quer¨ªa a Townley. "Le ped¨ª muchas veces que nos fu¨¦ramos", pero no era posible, El estadounidense estaba demasiado comprometido, seg¨²n ella, "por razones ideol¨®gicas, de amor propio y por ser el mejor".
Callejas afirma que Townley fue inducido a cometer cr¨ªmenes porque "se trag¨® la idea de que despu¨¦s del golpe de Estado de 1973 hab¨ªa una guerra con la izquierda". Pero tambi¨¦n por la influencia que ejerci¨® sobre ¨¦l Pedro Espinoza, un brigadier del Ej¨¦rcito condenado en primera instancia a seis a?os de c¨¢rcel por la muerte de Letelier.
Callejas a?ade que no ha visto a Townley desde 1983, cuando ¨¦ste sali¨® de la c¨¢rcel en Estados Unidos, despu¨¦s de cumplir una condena por el homicidio de Letelier, rebajada por colaborar con la justicia. Ni Townley ni el Ej¨¦rcito le dan pensi¨®n a la mujer, y por ello, sostiene, la casa est¨¢ deteriorada.
En el piso y muros de la piscina crece la maleza, el jard¨ªn est¨¢ descuidado, la pintura se est¨¢ cayendo y el aspecto de la aislada residencia es de abandono. No quedan huellas de los cr¨ªmenes, salvo el testimonio de una mujer que dice que su vida fue destruida por la Dina.
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