Comicios devaluados
LA VISITA de Bor¨ªs Yeltsin a Bruselas confirma la voluntad de los Gobiernos europeos de darle el m¨¢ximo apoyo posible con vistas a las elecciones del domingo en Rusia. La Uni¨®n Europea, al igual que Washington, ha dejado claro que Yeltsin es su opci¨®n. Pero cabe preguntarse si no ha sido excesivo ese apoyo a las tesis del presidente ruso que lo presentan como la ¨²nica alternativa al caos, a la resurrecci¨®n del aparato comunista o del nacionalismo panruso antioccidental.Era l¨®gico considerarle como el dirigente m¨¢s adecuado para una evoluci¨®n democr¨¢tica cuando se enfrentaba con un Congreso controlado por partidarios del retorno al viejo sistema, aliados con grupos de tendencias fascistas. Hoy estamos en otra etapa. La raz¨®n invocada por los Gobiernos occidentales para convalidar el asalto militar a la sede del Congreso fue la inmediata convocatoria electoral de Yeltsin que permitir¨ªa el establecimiento en Rusia de un poder le gitimado por las urnas. Pero la validez de ese argumento depend¨ªa de una premisa: que las elecciones se celebraran con pluralidad de candidaturas y un m¨ªnimo de garant¨ªas de equidad para todas ellas. En v¨ªsperas de la consulta, parece claro que ¨¦sta condici¨®n no ha sido cumplida. Las elecciones se han preparado con privilegios y restricciones para favorecer al sector que apoya al presidente.
El 12 de diciembre, los electores deber¨¢n elegir los diputados a la nueva Duma y, a la vez, ratificar el Proyecto de Constituci¨®n preparado por Yeltsin. Juntar las dos consultas puede revelarse como un error capital. ?Qu¨¦ ocurrir¨¢ si el pueblo no ratifica la Constituci¨®n, lo que, seg¨²n algunos sondeos, no es descartable? La elecci¨®n de los diputados perder¨ªa todo sentido, ya que la Carta Magna es la que define sus poderes y funciones. Para afrontar esta dificultad -que ¨¦l mismo ha creado-, Yeltsin ha impuesto serias limitaciones en la campa?a electoral, amenazando con retirar el uso de la televisi¨®n a todo candidato que criticase la Constituci¨®n, y el vicepresidente del Gobierno, Shumeiko, lleg¨® a pedir que dos partidos (el comunista y el democr¨¢tico) fuesen excluidos de la contienda por criticar la Constituci¨®n. Tal demanda fue descartada por. el Tribunal de Arbitraje Electoral. Estos hechos hablan del miedo de lo c¨ªrculos cercanos a Yeltsin a que la Constituci¨®n no sea aprobada, pese a que bastar¨ªa para ello el voto positivo del 25% del electorado. Pero tambi¨¦n muestran que existen frenos a la arbitrariedad de Yeltsin.
Aun si la Constituci¨®n es aprobada, estaremos lejos de un sistema democr¨¢tico de corte occidental: su contenido es tan presidencialista que deja en manos de Yeltsin pr¨¢cticamente todos los poderes del Estado. Incluso podr¨¢ disolver la C¨¢mara, lo cual rompe el equilibrio tan esencial en una democracia entre el poder legislativo y el ejecutivo. El presidente podr¨¢ seguir gobernando como en la actual fase transitoria: sus decisiones determinar¨¢n la pol¨ªtica del Estado. Con un apoyo m¨¢s matizado, Occidente podr¨ªa quiz¨¢ haber retenido m¨¢s instrumentos de presi¨®n para contrarrestar la nada soslayada tendencia personal de Yeltsin a ignorar los procedimientos democr¨¢ticos cuando ¨¦stos pueden incomodarle.
No se trata de ser extremadamente puristas en esta primera gran prueba de la andadura democr¨¢tica de un inmenso pa¨ªs sin experiencia alguna en el debate pol¨ªtico ni en la soluci¨®n pac¨ªfica y dialogada de los conflictos de intereses. Pero s¨ª ser¨¢ importante que de los comicios salga un Gobierno s¨®lido que pueda acometer las reformas sin dependencia de grupos que pudieran desviarlas o viciarlas, as¨ª como un Parlamento que pueda y quiera servir como instrumento de control del presidente. Junto a las reformas democr¨¢ticas internas y -la paz social en Rusia, es tambi¨¦n de m¨¢xima prioridad para Occidente el debilitamiento tanto de las fuerzas disgregadoras en Rusia como de las tendencias neoimperiales ya evidentes en Mosc¨². Varias rep¨²blicas ex sovi¨¦ticas ya han sido obligadas a reingresar en la CEI bajo presiones protagonizadas por el Ej¨¦rcito ruso. El veto sobre el ingreso de los pa¨ªses centroeuropeos en la OTAN es otro de los indicios de que el secular hegemonismo ruso se reactiva. Por eso, sin ver hoy alternativa deseable a Yeltsin, creemos que Occidente har¨ªa bien en medir sus entusiasmos y apoyos y articular m¨¢s sus condiciones.
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