Certezas y sospechas
HABLAR DE sospechas a prop¨®sito de los servicios secretos es casi una redundancia. Las pel¨ªculas del g¨¦nero nos han acostumbrado a que, en materia de espionaje y contraespionaje, nada sea lo que parece. Sabemos adem¨¢s, y ya no s¨®lo por las pel¨ªculas, que una de las precauciones de los jefes de los servicios secretos suele ser la de vigilar a los pol¨ªticos que les nombran, a fin de disponer de un arma disuasoria contra eventuales intentos de despedirlos. Y sabemos, finalmente, que est¨¢ en la l¨®gica de las cosas que agentes y ex agentes de los servicios secretos se intercambien favores, consistentes casi siempre en informaci¨®n. Frente a la densa atm¨®sfera de sospecha que de lo anterior se deduce, el ministro Garc¨ªa Vargas hizo lo que pudo en su comparecencia parlamentaria del jueves. No fue mucho. No consigui¨® desvanecer la niebla que el esc¨¢ndalo de las escuchas ilegales y la trama de extorsi¨®n recientemente descubierta en Barcelona ha extendido sobre el Centro Superior de Investigaci¨®n de la Defensa (Cesid), acr¨®nimo del servicio secreto espa?ol que de ¨¦l depende.El ministro sostuvo que no hay ning¨²n agente implicado en ese esc¨¢ndalo y que el Cesid no recib¨ªa informaci¨®n procedente de la red ilegal de escuchas. Es posible, pero, en caso contrario, es improbable que el ministro tuviera informaci¨®n al respecto, por lo que sus afirmaciones no disipan las sospechas. Adem¨¢s, admiti¨® todo esto: que fue el propio Cesid el que puso en contacto al principal implicado en el asunto con el conde de God¨®, editor de La Vanguardia, en torno al cual operaba la red; que durante alg¨²n tiempo ese implicado, a la saz¨®n coronel del Ej¨¦rcito, simultane¨® su pertenencia al servicio secreto con su participaci¨®n en la trama ilegal; que en poder de los detenidos se hallaron copias de documentos internos del Cesid; que tanto Miguel Legarza, El Lobo -uno de los detenidos-, como otros ex agentes han utilizado el nombre del Cesid en actuaciones privadas de las empresas para las que trabajaban.
De todo ello se deducen algunas responsabilidades obvias y unas cuantas inc¨®gnitas. Garc¨ªa Vargas se comprometi¨® a investigar y castigar duramente las irregularidades que se sustancien. Pero el car¨¢cter secreto por definici¨®n de las actividades de los agentes hace seguramente dificil determinar d¨®nde empiezan (!) y d¨®nde terminan esas responsabilidades, y si afectan tambi¨¦n a las autoridades pol¨ªticas de las que depende el Cesid. La doble responsabilidad in eligendo e in vigilando que un d¨ªa invoc¨® el PP contra Alfonso Guerra en relaci¨®n a su hermano, y a la que apelaron los socialistas contra Aznar a ra¨ªz del caso Naseiro, podr¨ªa tener aqu¨ª aplicaci¨®n. El propio ministro reconoci¨® que no pod¨ªa descartarse una relaci¨®n de los ex agentes con otros que siguen en activo.
La principal inc¨®gnita, derivada sobre todo del hecho de que fuera el propio Cesid el que puso en contacto al ex coronel detenido con el conde de God¨®, es si el Gobierno, del que depende dicho organismo, estaba informado de los resultados de las escuchas ilegales en relaci¨®n a los movimientos empresariales producidos en los medios de comunicaci¨®n que fueron objeto preferente de la red. La segunda es si los documentos sacados de la sede del Cesid son anteriores o posteriores al abandono del servicio por parte de los ex agentes detenidos. Y la tercera, la naturaleza de los contactos mantenidos con El Lobo, el famoso infiltrado en ETA que provoc¨® numerosas detenciones a mediados de los a?os setenta, y de quien se afirma que abandon¨® el servicio secreto en 1985 y que ya en 1987 fue detenido bajo la acusaci¨®n de extorsionar a un dentista haci¨¦ndose pasar por miembro de ETA.
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