La gota malaya
Hace unos meses, Blanca Calvo reparti¨® un lujoso libro previo a este espect¨¢culo, pagado por la Comunidad de Madrid, que evidentemente da dinero sin mirar qu¨¦ se hace despu¨¦s con ¨¦l. Un aut¨¦ntico despilfarro inadmisible en tiempos normales o de crisis, con excelentes fotos de Miguel Oriola y texto biling¨¹e en castellano e ingl¨¦s. Lo que ha estrenado Calvo despu¨¦s en la sala Olimpia con hom¨®nimo encabezamiento es fr¨ªo, de buena artesan¨ªa pulida y hasta elegante, pero capaz de desesperar al m¨¢s paciente.Los patrocinadores de Calima podr¨ªan ser Pl¨¢tanos de Canarias o Forrajes de Alta Castilla, SA. Por el desnudo escenario se mueven pacas de paja y racimos de bananas maduras, que son art¨ªsticamente peladas. ?Evocaci¨®n del p¨®ntelo-p¨®nselo, deshojar de margaritas o acaso un velado rito fal¨®crata? Misterios sin resolver. No se ve el sentido, no llega. No hay humor, pero tampoco drama.
Blanca Calvo Compa?¨ªa de Danza
Calima. Coreograf¨ªa: Blanca Calvo. M¨²sica: Alfred Schnitke, Francisco Mill¨¢n, Juan de Cabez¨®n y Lope de Baena. Espacio esc¨¦nico: Carmen Cantero. Ciclo Danza en Diciembre. Sala Olimpia. Madrid, 10 de diciembre.
La bella Susana
El espeso montaje tiene efectos formales conseguidos, pero desprecia el baile como tal, se vuelve un deshilvanado material de secuencias donde la core¨®grafa desaprovecha, por ejemplo, las enormes posibilidades de Susana Casenave, una bell¨ªsima mujer y excelente bailarina, de las mejores de que dispone la nueva danza espa?ola, que se limita aqu¨ª a una mortificante y sufrida abluci¨®n en silencio cuando le cae la gota malaya desde un odre o cond¨®n maximalista. M¨¢s dudas, y los espectadores se hacen un l¨ªo hasta que, despu¨¦s de mucho tiempo, volvi¨® a o¨ªrse en la Olimpia un sonoro pateo al final de la funci¨®n.Hay elementos en Calima que, sin ser novedosos, fueron usados con dignidad e ingenio, como la paja, los cencerros y las cuerdas; lo mismo puede decirse de la luz, al arropar personas y cosas en un atardecer no precisamente calimero, pero dotado de cierta poes¨ªa.
Es un mundo rural y agobiante que recuerda la atm¨®sfera de asfixia de su anterior obra, Detr¨¢s del viento (1991), donde cuatro personas luchaban contra el hast¨ªo en una habitaci¨®n cerrada. Aqu¨ª ni siquiera hay lucha. No hay sentimientos, sino impulsos cercenados. El quehacer de taller se queda en eso, y, a pesar de la aguerrida calistenia, del sonido espl¨¦ndidamente triste de Alfred Schnitke, la responsabilidad del creador tiene que ir m¨¢s all¨¢ de estas confusas "confesiones de establo". Al hilo puede hablarse de esa crisis de inspiraci¨®n que invade hoy la nueva danza espa?ola, y no es cuesti¨®n de medios, sino de alma.
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