Un lugar para jugar
C. SANTAMAR?A, Las seis de una tarde de s¨¢bado de oto?o. Una docena de chiquillas, de seis a siete a?os, con pegatina violeta en la camisa y los pies sin zapatos, invade la piscina de bolas: se tiran de cabeza, se revuelcan, se cubren de pelotas hasta desaparecer. "He venido al cumplea?os de Paloma, pero a m¨ª lo que me interesa es jugar aqu¨ª abajo. ?La tarta? Bueno, tambi¨¦n me gusta", dice Marta antes de desaparecer en una algarab¨ªa de cr¨ªos. No menos de 80 se reparten a esta hora por los dos pisos del centro de juegos infantiles Triffo.
Cristina Ruiz del Portal, directora de centro, se trajo la idea de Irlanda. Triffo empez¨® a funcionar en 1991. "Al principio me cost¨® mucho hacer publicidad porque no hab¨ªa nada parecido y hasta que la gente no lo ve¨ªa no lo entend¨ªa", explica. El local ocupa 1.000 metros cuadrados.
Triffo
Sancho D¨¢vila, 20. Horario: de lunes a viernes, de 10 a 21 horas; s¨¢bados, domingos y festivos, de 12 a 21 horas. Precios: 750 pesetas la hora. Fiestas: 1.800 pesetas.
No hay ingenios mec¨¢nicos ni trucos audiovisuales en el centro. Ni videojuegos, dinosaurios o toboganes empinad¨ªsimos. Una cancha de baloncesto, discoteca, colchonetas, castillos hinchables, monta?as de gomaespuma o una piscina de pelotas son los entretenimientos que ofrece a los peques. La idea es propiciar la actividad f¨ªsica de los chavales y tambi¨¦n la imaginaci¨®n.
Los s¨¢bados, domingos y festivos el local se llena de ni?os que asisten a cumplea?os. Para distinguir a cada grupo de amigos, los empleados del local ponen unas pegatinas de distintos colores a los ni?os. Y de los chavales a quienes sus padres dejan al cuidado del personal de Triffo.
"Los fines de semana suelen venir tambi¨¦n ni?os autistas. Son ni?os que necesitan moverse, hacer psicomotricidad. No pueden estar encerrados en casa muchas horas, y ahora que llueve y hace fr¨ªo tampoco pueden ir al parque. As¨ª que los padres los traen aqu¨ª", comenta Cristina.
"Tambi¨¦n vienen algunas ma?anas, en horario escolar, ni?os con s¨ªndrome de Down. Y paral¨ªticos cerebrales que est¨¢n en sillas de ruedas. Les suben las profesoras a los colchones hinchables, se ponen ellas a saltar y les ves c¨®mo se r¨ªen... Yo en esos momentos me siento orgullosa de todo esto. Voy a ver si traigo a ni?os de orfanatos o de c¨¢rceles. Y, en ese caso, la cuesti¨®n del dinero ser¨¢ secundaria".
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