La venganza de los ratones grises
Seg¨²n los datos oficiales, una cuarta parte del electorado ruso, es decir, entre 26 y 27 millones de personas, ha dicho s¨ª a Yeltsin y a su Constituci¨®n. El 25 de abril, con ocasi¨®n del anterior refer¨¦ndum, eran exactamente 40.405.811 los que depositaban en ¨¦l su confianza. La ca¨ªda de popularidad del presidente es espectacular y f¨¢cil de evaluar. Es m¨¢s, esta vez no era el ¨²nico que solicitaba el s¨ª; Vlad¨ªmir Zhirinovski tambi¨¦n ped¨ªa que se aprobara a toda costa esta Constituci¨®n, que espera utilizar dentro de un a?o o dos para restablecer la grandeza de Rusia. ?Cu¨¢ntos verdaderos yeltsinistas quedan hoy en este pa¨ªs, dos meses despu¨¦s del bombardeo del antiguo Parlamento?Unas horas antes del escrutinio mantuve una larga entrevista con Nikol¨¢i Rizhkov, ex primer ministro que durante cinco a?os dirigi¨® la URSS. Conoce a todos los grandes de la pol¨ªtica mundial, pero sobre todo conoce a Bor¨ªs Yeltsin. Antes de llegar a Mosc¨², durante los a?os ochenta, Rizhkov dirigi¨® la f¨¢brica gigante del Ouralmash en Sverdlovsk, donde el actual presidente era primer secretario del PCUS. "Hemos trabajado juntos tantos a?os que puedo adivinar sin dificultad todos sus c¨¢lculos y movimientos", me dijo el elegante Nikol¨¢i Ivanovitch, sin vanagloriarse. Aunque ¨¦l ya no se dedica a la pol¨ªtica, no ha perdido su influencia y me recibi¨® en un lujoso club, calcado del modelo ingl¨¦s, donde s¨®lo se acepta a lo m¨¢s selecto de la ¨¦lite moscovita. Nikol¨¢i Rizhkov me explic¨® seg¨²n informaci¨®n extra¨ªda de las mejores fuentes, que la participaci¨®n en el refer¨¦ndum no superar¨ªa el -45% y que Yeltsin anunciar¨ªa un 53% o un 55%. Mis objeciones, basadas en la presencia de observadores extranjeros y de escrutadores rusos, merecieron una sonrisa ir¨®nica y una exposici¨®n en el mismo tono sobre las t¨¦cnicas de podt¨¢ssovka (manipulaci¨®n de las urnas). "Los tiempos han cambiado, ahora todo se sabe en Rusia", insist¨ª. "Tiene usted raz¨®n", respondi¨® con aire divertido. "En mi ¨¦poca, las estaciones de escucha estaban en Lubianka, en el KGB, y ahora toda esa tecnolog¨ªa avanzada se encuentra en el Kremlin". Conclusi¨®n: s¨®lo Occidente creer¨¢ que Yeltsin ha logrado que se adopte "democr¨¢ticamente" su Constituci¨®n, pero no los rusos.
Rizhkov me autoriz¨® a citarle, pero no fue el ¨²nico que me habl¨® del car¨¢cter inevitable del fraude electoral del 12 de diciembre, necesario para disimular el fracaso del bando presidencial. Los otros interlocutores con altos cargos me pidieron que no citara sus nombres. ?Por qu¨¦? ?Ha vuelto el miedo a Mosc¨²? "Desde el mes de octubre, en este pa¨ªs no hay ley; el poder nos observa, pero no castiga; ma?ana no dudar¨¢ en hacerlo, y no s¨®lo Yeltsin, Gaidar tampoco es un angelito", me dijo el director de un peri¨®dico que hasta ayer segu¨ªa siendo pro-Yeltsin, pero que se ha distanciado del poder. Ahora le acosan las cartas amenazadoras de los incondicionales del presidente regidos por el principio: "Quien no est¨¢ con Yeltsin est¨¢ a favor de los fascistas y de los comunistas". Fue esta propaganda, ofensiva para el sentido com¨²n de los rusos,- la que fracas¨® durante la campafia electoral y, sin quererlo, aport¨® argumentos a Zhirinovski y al partido comunista. Y es que, aunque Occidente se despertara sorprendido el 13 de diciembre por el ¨¦xito innegable de estos dos partidos de la oposici¨®n, no sucedi¨® lo mismo en Mosc¨². En un pa¨ªs en el que el 10% de la poblaci¨®n se enriquece de manera descarada, seguido por otro 10% que se esfuerza por hacer lo mismo, mientras todos los dem¨¢s se limitan a luchar por sobrevivir en condiciones terribles, la oposici¨®n lo tiene muy f¨¢cil. Para descalificarlos, no tiene m¨¢s que recordar las promesas no cumplidas de Yeltsin y Gaidar. Un ejemplo basta para demostrarlo: a causa de la escasez, los sovi¨¦ticos eran grandes ahorradores, con m¨¢s de 370 millones de antiguos rublos depositados en sus cuentas de ahorro. La inflaci¨®n galopante desencadenada por Gaidar el 1 de enero de 1992 -cuya magnitud no hab¨ªa previstodevor¨® sus ahorros en un d¨ªa. En v¨ªsperas del refer¨¦ndum del 25 de abril, Bor¨ªs Yeltsin les prometi¨® multiplicar por 30 esos antiguos dep¨®sitos para,indemnizar parcialmente a los ahorradores, pero en la pr¨¢ctica no recibieron ni un c¨¦ntimo. Cuando le pidieron que se explicara, Yegor Gaidar cit¨® tranquilamente a Ludwig Erhart, que, seg¨²n ¨¦l, en 1948 congel¨® todas las cuentas durante diez a?os. "Nosotros tambi¨¦n devolveremos a los ahorradores su dinero en el plazo de diez a?os", dijo, insinuando que, al aplicar esta f¨®rmula, repetir¨¢ el milagro econ¨®mico alem¨¢n en Rusia. Pero ?cu¨¢ntos votos le ha costado esta respuesta?
Hace casi diez a?os vi en Mosc¨² una obra de teatro de V¨ªktor Roz¨¢nov sobre la divisi¨®n de los j¨®venes rusos en zolotyi¨¦ di¨¦tki Guventud dorada) y si¨¦ryi¨¦ kryssy (ratones grises). Ya entonces se mov¨ªan en dos planetas diferentes, aunque vivieran en el mismo pa¨ªs. Hoy en d¨ªa, el armaz¨®n liberal del equipo de Bor¨ªs Yeltsin, empezando por Gaidar, est¨¢ compuesto por zolotyi¨¦ di¨¦tki. Es la tercera generaci¨®n de la nomenklatura estalinista, la ¨²nica que no ha conocido jam¨¢s la guerra, la miseria, el trabajo en las f¨¢bricas. Nacidos con "una cuchara de plata en la boca", pretenden, no obstante, haber sido v¨ªctimas del igualitarismo sovi¨¦tico y que su objetivo es favorecer a los que se enriquecen de cualquier manera. "En Alemania, tras la guerra, hab¨ªa tanta mafia y especulaci¨®n como en nuestro pa¨ªs", repite Gaidar, fascinado por el milagro alem¨¢n. Esta ret¨®rica suscita en los viejos ratones grises un rechazo violento y comprensible. No ten¨ªan nada ayer y hoy tienen menos todav¨ªa. VIad¨ªmir Zhirinovski se ha dado cuenta y ha elegido como consigna: "Yotambi¨¦n soy un rat¨®n gris, soy como vosotros, estoy contra el antiguo r¨¦gimen, que no me dio nada, y contra los dem¨®cratas que se enriquecen gracias a su reforma " * Este discurso ha seducido a una parte del electorado, y lo hemos podido observar d¨ªa tras d¨ªa. V¨ªktor Roz¨¢nov, contestatario ayer y hoy m¨¢s l¨²cido que muchos intelectuales, explic¨® en una entrevista que no votar¨ªa a favor de la Constituci¨®n. ?Por qu¨¦? Porque concede poderes ?limitados a los que han fracasado y, a pesar de su pasado comunista, quieren cabalgar sobre el tigre del anticomunismo radical, que siempre y en todas partes ha favorecido a la extrema derecha. En efecto, no hace falta ser una lumbrera para comprender que, sobre el terreno, Yeltsin no tiene mucho peso frente a Zhirinovski y sus amigos fascistas.
Cuando, el s¨¢bado 11, los gubernamentales sintieron que la tierra empezaba a tambalearse bajo sus pies -Y aunque la campa?a electoral ya estuviera cerrada- emitieron r¨¢pidamente por televisi¨®n una pel¨ªcula sobre las fechor¨ªas de su rival de extrema derecha. En ella se le acusaba, en primer lugar, -de haber ocultado a los electores que hab¨ªa sido confidente del KGB y que su madre era jud¨ªa. Mija¨ªl Guefter, decano de los historiadores rusos, me explic¨® que estaba francamente abatido ante semejante estupidez y falta de respeto por la ley. Me cit¨® tambi¨¦n la frase de un siberiano: "S¨®lo saldremos de ¨¦sta si se coloca un sarc¨®fago de hormig¨®n sobre el Chern¨®bil pol¨ªtico que se ha producido en Mosc¨²".
Es m¨¢s f¨¢cil decirlo que hacerlo, pero el voto en las circunscripciones de escrutinio mayoritario (225 escaflos) y para elegir los Consejos de Federaci¨®n ha confirmado que los candidatos gubernamentales no tienen mucho peso frente a los dirigentes locales semidisidentes a tenor del viejo Parlamento. Para el Kremlin es un segundo shock. Todos los gobernadores o los presidentes de los s¨®viets regionales destituidos por Bor¨ªs Yeltsin -desde Ekatrinburg, en los Urales, hasta Kemerovo, en Kusbas- fueron plebiscitados por los electores. Anatoli Luki¨¢nov, ex dirigente del PCUS y procesado por elgolpe de octubre de 199 1, acaba de ser elegido a la vez para la Duma y para el Consejo de Federaci¨®n. En las dos c¨¢maras del Parlamento, el partido de Gaidar es muy minoritario, mientras que el partido comunista y sus aliados del partido agrario forman pr¨¢cticamente la fracci¨®n m¨¢s importante.
?Qu¨¦ har¨¢ en adelante Yeltsin, si se empe?a en mantener su fachada de dem¨®crata que tanto gusta a los occidentales? Circula una an¨¦cdota por Mosc¨²: tras la decisi¨®n de Yeltsin de instalar el nuevo Parlamento en el antiguo Museo Lenin, justo enfrente del Kremlin, el general Gratchev fue a explicarle que, si hubiera que recurrir a los tanques, como en octubre pasado, su propio despacho se encontrar¨ªa"en la l¨ªnea de tiro. El presidente decret¨® inmediatamente que la Duma se asentara en la Casa de la Prensa, muy lejos de la plaza Roja. Esta historia provoca muchas risas (algunos sostienen incluso que es cierta). Pero es evidente que el gui¨®n del 4 de octubre no puede repetirse y no constituye la respuesta a la crisis actual. Gracias a la nueva Constituci¨®n, Yeltsin puede mantener el Gobierno animado por Yegor Galdar y depositar sus esperanzas en el milagro a la alemana que este ¨²ltimo le promete. Pero un pol¨ªtico que acaba de perder en el plazo de seis meses unos 14 millones de votos ser¨ªa muy osado si se obstinara en continuar por el mismo camino. Tras haber quemado los puentes con los comunistas, le costar¨¢ volverse hacia ellos, aunque Gaidar hable ya de una amplia coalici¨®n antifascista para impedir el gui¨®n alem¨¢n de 1933. Es m¨¢s probable que Yeltsin intente entablar un di¨¢logo con Zhirinovski en nombre de la gran Rusia. Pero en este caso perder¨ªa su base social de nuevos ricos y el apoyo de Occidente. El viejo axioma de Pierre Mendes-France "gobernar es elegir" es m¨¢s v¨¢lido que nunca en la Rusia de hoy. Pero el presidente ruso es totalmente imprevisible, y lo ¨²nico que cabe esperar es que su elecci¨®n no conduzca a una guerra civil, que ser¨ªa una cat¨¢strofe para todos.
es periodista franc¨¦s especialista en temas del Este de Europa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.