El esp¨ªritu de la ¨¦poca
Cuando finalice esta cuarta legislatura socialista en Espa?a, y con ella muy probablemente toda una ¨¦poca de gobierno relativamente coherente, los historiadores del arte y de la pol¨ªtica no tendr¨¢n dificultad en identificar un periodo pol¨ªtico plasmado en piedra y en el dise?o de las ciudades, en arquitectura y urbanismo. Lo llamar¨¢n "la ¨¦poca socialista" o el periodo "posmodernista", tanto da. Stuart Mill llam¨® "el esp¨ªritu de la ¨¦poca" al conjunto de valores ¨¦ticos y est¨¦ticos de una sociedad en un periodo hist¨®rico determinado. Al igual que el Z¨¦itge¨ªst de Hegel, Mill se refer¨ªa a los grandes movimientos culturales y pol¨ªticos definidos de una ¨¦poca: el Renacimiento, el Barroco, el Neocl¨¢sico, el Romanticismo... Es cierto que lo propio del mundo moderno, desde 1890, es la diversidad y fragmentaci¨®n m¨¢s que un sentido unitario de los movimientos art¨ªsticos o de mentalidad de una ¨¦poca. Pero, haciendo una comparaci¨®n con los dos septenatos de Mitterrand, vemos que los ayuntamientos y el Gobierno socialista espa?ol son acreedores de los mismos conceptos y principios en arquitectura y urbanismo.?C¨®mo se podr¨ªa definir este urbanismo socialista de tipo posmoderno que ha inundado las ciudades francesas y espa?olas? B¨¢sicamente, responde a tres principios muy evidentes: dificultar la circulaci¨®n de autom¨®viles, peatonalizar las calles y construir edificios modernos, a poder ser, cuanto m¨¢s rupturistas con el entorno arquitect¨®nico, mejor. Por supuesto que a todo ello se a?ade una pol¨ªtica, generalmente fracasada, de vivienda social, centros culturales municipales infrautilizados y un culto tan dogm¨¢tico como ineficiente del transporte p¨²blico. Para comprobar esta hostilidad a la circulaci¨®n de autom¨®viles basta constatar que el Ayuntamiento socialista de Madrid, en vez de cerrar la M-30, construy¨® una modesta v¨ªa urbana (la avenida de la Ilustraci¨®n) y el MOPU lleva m¨¢s de diez a?os sin cerrar la M-40.
Este urbanismo posmodernista, arquitectura de fachada con front¨®n neocl¨¢sico, pretende ser moderno, pero se inspira en un urbanista conservador, artesanal, como Camillo Sitte. Veamos esos precedentes. En 1890, la ciudad de Viena convoc¨® un concurso para la urbanizaci¨®n de la Ringstrasse, el anillo circular de la ciudad. Camillo Sitte era hijo de un restaurador de iglesias y de obras de arte y ¨¦l mismo desarroll¨® una actividad similar. Sitte trat¨® de unir la tradici¨®n artesanal con el moderno urbanismo. La ciudad ideal de Sitte ten¨ªa que ser de crecimiento org¨¢nico, espont¨¢neo y en la que se pudiera caminar. Frente a las grandes avenidas y l¨ªneas de comunicaciones y circulaci¨®n, Sitte propugnaba la edificaci¨®n de plazas y lugares de encuentro. La propuesta de Sitte era impracticable y anacr¨®nica frente a la opini¨®n de un Ayuntamiento que hab¨ªa apostado por la primac¨ªa de la movilidad y fluidez que encarnaba la Ringstrasse.
En 1893, Otto Wagner fue quien gan¨® el concurso municipal para un nuevo plan de urbanizaci¨®n de Viena. Wagner estableci¨® un plan urban¨ªstico dominado por las ideas claves del desarrollo y de la circulaci¨®n. Se trataba de realizar otros tres anillos o carreteras de circunvalaci¨®n comunicados entre s¨ª por carreteras radiales que pod¨ªan incluso penetrar en el centro del n¨²cleo antiguo de Viena. Adem¨¢s, esa soluci¨®n miraba hacia el futuro en el sentido de que la progresiva ampliaci¨®n de nuevas circunvalaciones permitir¨ªa un crecimiento ilimitado de la ciudad y, efectivamente, la ciudad creci¨® espectacularmente al multiplicar por cuatro su extensi¨®n con la incorporaci¨®n de los arrabales y la posterior ampliaci¨®n a la orilla izquierda del Danubio.
Los socialistas espa?oles y franceses son herederos de Sitte en versi¨®n posmodema y, como todo p9der pol¨ªtico, han decidido dejar su huella en la historia del modo m¨¢s antiguo que se conoce. Es decir, utilizando la arquitectura, el lenguaje visual del urbanismo y de nuevos y monumentales edificios para expresar el esp¨ªritu de la ¨¦poca, para transmitir una idea muy precisa de poder y singularidad.
En Par¨ªs, el presidente Mitterrand, poco despu¨¦s de perder las elecciones legislativas, en marzo de 1993, visit¨® las obras de la imponente nueva Biblioteca de Francia, en un gesto de apoyo a uno de sus fara¨®nicos proyectos con los que pasar¨¢ a la historia como uno de los principales transformadores de la ciudad. En esta l¨ªnea se inscribe la construcci¨®n de la ¨®pera de la Bastilla, el Arco de la D¨¦fense o la Pir¨¢mide del Louvre. Precisamente este ¨²ltimo monumento, una pir¨¢mide de vidrio incrustada en el patio central del magn¨ªfico palacio clasicista, expresa con particular agresividad la ruptura que los socialistas franceses han pretendido introducir en la historia de Francia. Se trata de resaltar que, sobre el pasado, sobre la esencia pol¨ªtica y cultural de la naci¨®n francesa, ha emergido algo nuevo, que ejerce centrahdad, pero que a la vez es ajeno a la tradici¨®n pol¨ªtica y est¨¦tica de Francia.
En Espa?a, como en Francia, los socialistas han tenido tambi¨¦n especial preocupaci¨®n por dejar su sello arquitect¨®nico en los edificios p¨²blicos representativos y han elegido la arquitectura posmodemista y, en ocasiones, abstracta como lenguaje identificativo de la ¨¦poca socialista. El nuevo edificio del Senado y, sobre todo, el nuevo anexo del Congreso representan, est¨¦ticamente, una ruptura hist¨®rica con la tradici¨®n parlamentaria espa?ola desde las Cortes de C¨¢diz. Y es que los liberales y conservadores somos historicistas, y los socialistas no. El Parlamento brit¨¢nico encuentra su precedente hist¨®rico en la Edad Media, y por ello su arquitectura es neog¨®tica; en general, los Parlamentos de las democracias se construyeron de forma clasicista como un alegato a los or¨ªgenes griegos y romanos de la democracia y la ley. Frente a ello, los socialistas espa?oles han intentado expresar, y a fe que lo han conseguido, por medio de dos edificios que rompen el conjunto historicista del Congreso y del Senado, su escaso afecto a nuestra historia parlamentaria y liberal, una de las m¨¢s antiguas y respetables del mundo occidental.
?Y en el resto de Espa?a? Pues un tanto de lo mismo. Por ejemplo, los usuarios de autom¨®viles de San Sebasti¨¢n padecen desde hace meses la hostilidad del Ayuntamiento, y ahora el centro de la ciudad se encuentra inmerso en un plan de peatonalizaci¨®n, all¨ª donde caminar no necesita ser promocionado por los mun¨ªcipes, pues forma parte de la esencia misma de la ciudad. Y el marco modernista, impresionante, del puente del Kursaal, junto con el urbanismo vien¨¦s de las m¨¢rgenes del r¨ªo Urumea, est¨¢ a punto de sucumbir ante dos enormes cubos de vidrio que se construir¨¢n a menos que los donostiarras reaccionen ante esta nueva edici¨®n de urbanismo rupturista y de impacto medioambiental irreversible. Pero, eso s¨ª, conocer¨¢n como nadie el esp¨ªritu de la ¨¦poca.
Guillermo Gort¨¢zar es portavoz de Medio Ambiente del PP en el Congreso de los Diputados.
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