Continuaci¨®n anodina
El a?o pasado, el prestigioso director de fotograf¨ªa Barry Sonnenfeld debutaba en la realizaci¨®n con La familia Addams, una divertida e irreverente revisi¨®n cinematogr¨¢fica de una no menos desopilante serie televisiva de los a?os sesenta, que, junto a un elenco de lujo -Huston, Juli¨¢, Lloyd-, apuntaba un corrosivo sentido del humor y de la caricatura familiar, al tiempo que una desasosegante debilidad de gui¨®n, que se manten¨ªa antes por el fragmento que por la coherencia del conjunto. Visto el ¨¦xito, la productora Paramount encarg¨® raudamente una continuaci¨®n que, por desgracia, no hace m¨¢s que desarrollar las debilidades que ya asomaban en la pel¨ªcula madre.La tradici¨®n contin¨²a muestra los riesgos que la adorable familia debe correr por la llegada a la casa de una supuesta ni?era, Debbie (Joan Cusack), contratada para atender a los traviesos Wendnesday y Pugsley, celosos por el nacimiento de un hermanito, Pubert, que es la copia literal de G¨®mez Addams -bigotito incluido-, al que someten a las torturas m¨¢s refinadas. Debbie es en realidad una peligrosa asesina serial, especializada en hacer desaparecer a sus acaudalados maridos, que ha posado sus ojos sobre el t¨ªo Fester, el gal¨¢n m¨¢s improbable de la historia de la humanidad. Y de las andanzas en paralelo de la nueva pareja y de los ni?os nacer¨¢ toda la materia prima del filme.
La familia Addams: la tradici¨®n contin¨²a
Director: Barry Sonnenfeld. Int¨¦rpretes: Anjelica Huston, Ra¨²l Juli¨¢, Joan Cusak, Christopher Lloyd, Carel Stuycken, Christina Ricci . Estados Unidos, 1993. Estreno en Madrid: Proyecciones, Palacio de la Prensa, Vergara, Excelsior, Arag¨®n y Espana.
El problema del filme es muy simple: La familia Addams agot¨® ya en la primera entrega todo su caudal de sorpresas, de ah¨ª que lo que en ¨¦sta era recreaci¨®n del original televisivo, en su continuidad, no es otra cosa que sosa parodia cinematogr¨¢fica a costa de, entre otros muchos filmes, La mano que mece la cuna o Carrie, con lo que las andanzas de la peculiar familia se deslizan peligrosamente hacia un terreno, la parodia de grueso calibre, en el que, hay que reconocerlo, Mel Brooks no tiene rivales.
As¨ª las cosas, lo que se salva en la continuaci¨®n es similar a lo mejor de la primera parte: la poderosa, imaginativa maldad de los ni?itos, la sorprendente capacidad de Wednesday de dar la r¨¦plica m¨¢s atroz en el momento menos oportuno, algunos chistes afortunados sobre la vida familiar y poco m¨¢s. Aunque, a buen seguro, la cosa continuar¨¢: la existencia misma de Pubert y sus previsibles andanzas no presagian nada bueno.
Babelia
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