Ahora que tiene cincuenta a?os
Los que hemos nacido en los barrios que le sobraban a la burgues¨ªa de la ciudad, de cualquier ciudad, y hemos captado, en un momento impreciso de nuestra vida, la diferencia de c¨®digos entre los sectores sociales dominantes y los dominados, pr¨®ximos los primeros a la verbalidad por la verbalidad y los de los segundos al silencio por la expropiaci¨®n del lenguaje, a veces hemos tenido la oportunidad de dar la vuelta esta situaci¨®n. As¨ª como hubo hijos de la burgues¨ªa m¨¢s burgues¨ªa que se hicieron hipermarxistas para robarle la ciencia al socialismo, a los trabajadores, y pas¨¢rsela a la patronal, unos cuantos herederos de las clases subalternas ejercimos de comando no programado, capaz de adentrarnos en la otra ciudad y captar su sentimentalidad sin perder la nuestra, apoder¨¢ndonos de c¨®digos que nos fascinaban al tiempo que descubr¨ªamos que estaban preparados para dominar a trav¨¦s del lenguaje. Pido disculpas por aprovechar la ocasi¨®n de hablar de Serrat para implicarme, pero ¨¦l y yo somos hijos de la misma gente, casi de la misma mezcla y de barrios tan parecidos que el uno prolonga al otro m¨¢s all¨¢ del imaginario vac¨ªo amurallado de las Rondas de Barcelona.. El Serrat que canta el roc¨ªo de la ma?ana, cargado de xarneguismo, de mestizaje, nos desdice al que juguetea con el charlest¨®n para describir la sentimentalidad del cazador de conillets de vellut (conejitos de terciopelo) en su etapa de Pijoaparte cantante a la conquista de la ciudad emergente y valga como met¨¢fora. Pero cante al xarnego de Badalona, o a la muchacha que le sabe a hierba, o a la moral incorrupta de Pablo Iglesias, o a la m¨¢s metaf¨ªsica de las canciones de Machado, o a la m¨¢s melanc¨®licamente l¨²dica de Guy Beart, o a personajes m¨¢s o menos fronterizos de la gauche divine, hay una sentimentalidad de partida, una mirada de muchacho que desde el Poble Sec, en las rampas de Montu?c, alguna vez enso?¨® la premonici¨®n, s¨®lo temporalmente aplazada, de Jaime Gil de Biedma de que alguna vez los sumergidos sociales se apoderar¨¢n de la ciudad emergente, siempre desde la elegancia social con la que Jaime present¨ªa cat¨¢strofes que afectar¨ªan sobre todo a su propia clase patricial y probablemente a ¨¦l mismo, como compa?ero de viaje.
El consenso popular establecido en tomo a Serrat, as¨ª en Espa?a como en Latinoam¨¦rica, donde he podido constatar que es un s¨ªmbolo de solidaridad, s¨®lo puede entenderse desde esa complicidad de punto de vista de partida, de retina, desde la internacionalidad de la mirada cr¨ªtica y emancipatoria. Serrat lo ha conseguido con la pluralidad de registros de los mejores cantautores a los que nada de lo humano les es extra?o, ni siquiera el amor, la depresi¨®n personal e intransferible, pero tambi¨¦n la esperanza colectiva. Ahora que ya tiene cincuenta a?os es un gozo comprobar que todav¨ªa no tiene el alma muerta... enmendando a aquel impertinente muchacho de hace treinta a?os que tem¨ªa el paso del tiempo como una guada?a, castradora de las mejores inocencias.
Babelia
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