Las otras Hurdes
Hace unos d¨ªas, la Fundaci¨®n Gregorio Mara?¨®n organiz¨® una semana de conferencias y actos en conmemoraci¨®n del viaje del rey Alfonso XIII a Las Hurdes acompa?ado por el doctor Mara?¨®n. En el Primer d¨ªa estuvieron presentes e inauguraron los actos los reyes de Espa?a. Al tercer d¨ªa, por la tarde, me tocaba presidir una mesa redonda en la que participaban el obispo de Coria y C¨¢ceres, Ciriaco Benavente Mateos; el presidente de la Diputaci¨®n de C¨¢ceres, Manuel Veiga; el senador de C¨¢ceres Francisco Javier Hern¨¢ndez; el alcalde de Pinofranqueado (C¨¢ceres), Jos¨¦ Gonz¨¢lez, y el vicerrector de la Universidad de C¨¢ceres, Eduardo Alvarado.Pensando en lo que ten¨ªa que decir, y por los buenos oficios de mi amigo El¨ªas Querejeta, quise ver y vi el documental que rod¨® Luis Bu?uel sobre Las Hurdes, que titul¨® Tierra sin pan, en 1932. Un reportaje espl¨¦ndido como obra cinematogr¨¢fica. Y le¨ª de cabo a rabo el, libro Viaje a Las Hurdes, preparado por los componentes de la fundaci¨®n y la hija y el nieto del doctor Mara?¨®n. En ese libro se publica el Cuaderno de notas que Mara?¨®n escribi¨® en su primer viaje a Las Hurdes, meses antes del que hizo acompa?ando al Rey, al obispo de Coria, Pedro Segura, y al resto de la real comitiva.
Leyendo los art¨ªculos de Mara?¨®n sobre Las Hurdes, del doctor Goyanes, el de Unamuno titulado Sobre eso de Las Hurdes, el memor¨¢ndum del obispo Pedro Segura y, sobre todo, el texto de Maurice Legendre Mis recuerdos de Las Hurdes, de una manera acumulativa se fue produciendo en m¨ª no el conocimiento, sino la presencia viva de los hombres, mujeres y ni?os hurdanos tal como eran y viv¨ªan cuando desde 1914 a 1922 escrib¨ªan sobre ellos los viajeros que ahora, a trav¨¦s de, sus textos, me hablaban. Se produjo en m¨ª lo que Gadamer llama "el milagro de la comprensi¨®n". Porque a trav¨¦s del texto yo viv¨ª y sent¨ª lo que entonces era la miseria de Las Hurdes. Esa mezcla, ese c¨ªrculo mortal de enfermedad, pobreza, hambre e ignorancia que se alimenta a s¨ª mismo sin descanso y va encerrando en su dial¨¦ctica de miseria a los seres humanos que la padecen; ese c¨ªrculo que de alguna manera hace a los que lo ven testigos y c¨®mplices culpables de la vida humana rebajada a sus formas m¨¢s elementales y a veces estremecedoras; de penas y sufrimientos que parecen, que son, en esa circunstancia, ineluctables.
Esa llagada realidad que fueron Las Hurdes se puede utilizar, como hizo Luis Bu?uel y otros detr¨¢s suyo, como un arma pol¨ªtica, como una piedra que se lanza rencorosamente contra aquella parte de la sociedad a la que se considera culpable de las enfermedades, de la pobreza, del hambre, de la ignorancia, del sufrimiento soportado.
Pero tambi¨¦n cabe, y esto es lo m¨¢s dif¨ªcil, descubrir desde el mundo de fuera de Las Hurdes, desde el mundo de la cultura y bienestar, bajo la capa de la miseria y de la fealdad, en aquellos hurdanos de entonces, esa parte divina que todo hombre tiene (Plat¨®n dijo), y, con ella, la dignidad de sus vidas, y, ?por qu¨¦ no?, la belleza detr¨¢s de la primera impresi¨®n de horror. Dice Legendre que esos hurdanos son el honor de Espa?a, y con ¨¦l lo repite Unamuno. Porque por preservar su independencia lucharon contra un medio pobre y hostil e hicieron huertos, y plantaron olivos o sembraron patatas transportando por montes y pe?ascos tierra arrancada a la tierra, y fueron due?os de su tierra, de su vida y de su hambre.
Hoy, Las Hurdes es algo bien distinto de las que describieron el doctor Mara?¨®n y Goyanes, de las que escribe Unamuno, a las que am¨® Maurice Legendre. Todos los que me hab¨ªan precedido en la palabra ped¨ªan que nadie hablara de Las Hurdes por lo que fueron, sino por lo que hoy son.
Yo dije que no era bueno ni posible "desdolerse de Las Hurdes" como ya hab¨ªa dicho Unamuno. Hab¨ªa que tenerlas presente para no olvidar, para estar alerta, para no rechazar ese espejo en el que, al mirarnos en la degradaci¨®n del otro, nos miramos a nosotros mismos. Porque si Las Hurdes actuales nada tienen que ver con las que visitaron Alfonso XII y el doctor Mara?¨®n en junio de 1922, otras Hurdes nos rodean.
Son Las Hurdes de las c¨¢rceles superpobladas; de los drogadictos abandonados y mal comprendidos; la de los enfermos de sida; la de las minor¨ªas marginadas, cuando no perseguidas; de los derrotados de nuestras ciudades. Todas esas excrecencias de nuestra sociedad a las que nos negamos, que mantenemos fuera de nuestras vidas en una relaci¨®n de condena y culpabilidad que tan bien analiz¨® Foucault.
Son esas otras Hurdes, de las que est¨¢ lleno el mundo del hambre, de la violencia, los mundos del Sehel, de Etiop¨ªa, de Somalia, de Bangladesh, de Bosnia. No cabe desdolerse de tanto dolor.
Dice, y digo, que el mejor significado del viaje del rey Alfonso XIII a Las Hurdes con el doctor Mara?¨®n y los que con ellos fueron fue el no rehuir, enfrentarse con una realidad acusadora, y con su actitud abrieron ese mundo de hombres y mujeres hurdanos a la esperanza. ?sa es la lecci¨®n que llega hasta nosotros, la que sigue siendo v¨¢lida en el mundo de hoy.
es abogado.
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