Tiempo de poetas, toreros y cantaoras
El pintor Herminio Molero (La Puebla de Almoradiel, 1948) cumple al fin, en esta exposici¨®n, un sue?o largamente acariciado. El objetivo era realizar un ciclo de trabajos en torno a la generaci¨®n del 27. En parte, sus ¨²ltimas muestras personales conten¨ªan ya alg¨²n que otro ejemplo vinculado a la serie, fragmentos iniciales del proyecto que, por una raz¨®n u otra, no acababa nunca por materializarse, pues siempre se cruzaban otras historias y urgencias.Con todo, el tono y sentido de este homenaje -que es, como veremos, doblemente po¨¦tico- hace inecesaria alguna aclaraci¨®n previa. Molero ha construido el eje esencial de su trayectoria creativa a partir de una apropiaci¨®n muy singular de los mecanismos del pop. Desde su perspectiva, ello afecta tanto a la elecci¨®n del tipo de materiales iconogr¨¢ficos de los que parte, al territorio cultural al que ¨¦stos se refieren, como al tratamiento que finalmente obtienen en su proceso de trabajo.
Herminio Molero
Galer¨ªa Buades. Gran V¨ªa, 16, 3o, Madrid. Hasta el 15 de enero.
De hecho, puede decirse que Molero utiliza en apariencia los recursos m¨¢s ortodoxos del pop, pero ¨¦stos adquieren finalmente en su obra un significado ambivalente, pues cumplen una funci¨®n que es de alg¨²n modo inversa a la original. As¨ª, el artista manchego parte de documentos fotogr¨¢ficos procedentes de los medios de difusi¨®n popular, pero la imagen finalmente elegida no es nunca, como en el pop, la m¨¢s estereotipada y neutra, sino aquella que le permite traducir una visi¨®n -voluntariamente muy personal- de la psicolog¨ªa o la significaci¨®n del personaje.
Por otro lado, Molero se ha centrado progresivamente en lo que podr¨ªamos definir como un cierto paisaje pop espa?ol, que engloba tanto a mitos culturales o hist¨®ricos como a figuras de la tradici¨®n popular. Pero aqu¨ª, una vez m¨¢s, su punto de vista suele ser ambiguo, pues sus temas y referencias responden menos a una visi¨®n distanciada y objetiva de los arquetipos dominantes de nuestra cultura de masas que a una mirada selectiva que opta por determinados temas o periodos a los que el artista se siente ligado por lazos afectivos o autobiogr¨¢ficos. Y por ¨²ltimo, ya en la esfera de los recursos de lenguaje, el uso de im¨¢genes fotogr¨¢ficas y su traducci¨®n esquem¨¢tica en base a tintas planas tampoco se ajusta a la ortodoxia distanciadora del pop, pues en la manipulaci¨®n de las referencias documentales vuelve el pintor a insistir en una recreaci¨®n po¨¦tica de acentos muy subjetivos e intimistas.
Modelos heroicos
Todo ello se cumple ahora, una vez m¨¢s, en la aproximaci¨®n de Molero a los poetas del 27. No son, de hecho, clich¨¦s culturales, sino modelos heroicos a los que el artista se siente ligado de un modo muy ¨ªntimo. Debemos recordar, de un lado, que la formaci¨®n de la sensibilidad de Molero y el inicio de su vocaci¨®n creativa se dan en el campo de la poes¨ªa, y que su acceso a la pintura es una prolongaci¨®n de su trabajo experimental en las po¨¦ticas visuales. Desde esa dimensi¨®n biogr¨¢fica, su evocaci¨®n del 27 refleja con sutil acierto el aroma de uniempo con el que el pintor comparte, tambi¨¦n, aquella fusi¨®n idealizada de la cultura de ¨¦lite, lo castizo y lo popular, tan caracter¨ªstica de la generaci¨®n de anteguerra. Y as¨ª, haciendo suya esa galer¨ªa de mitos en los que hermana a toreros, cantaores y poetas, Herminio Molero nos brinda uno de los ciclos m¨¢s s¨®lidos, complejos y emocionantes que recuerdo en toda su trayectoria.
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