La crisis del Continental Illinois Bank
"El acontecimiento financiero m¨¢s importante de la d¨¦cada de los ochenta ha sido, sin duda, la crisis del sistema bancario de los Estados Unidos, que ha alcanzado, en el caso de las instituciones de ahorro, una dimensi¨®n que justifica la calificaci¨®n de desastre financiero; ha afectado tambi¨¦n a numerosos bancos comerciales produciendo una fundada preocupaci¨®n respecto a la solvencia y a la suerte futura de algunas grandes entidades que han encarnado, durante muchos a?os, la imagen del poder econ¨®mico y financiero norteamericano... Lo acontecido en el mundo financiero de los Estados Unidos, las medidas adoptadas y las consecuencias que de las mismas se han derivado proporcionan un conjunto de ense?anzas que entendemos ¨²tiles para considerar los efectos que pueden producir acontecimientos similares en cualquier otra naci¨®n".En la tarde del pasado d¨ªa 28 de diciembre, apenas minutos despu¨¦s de la intervenci¨®n de Banesto por parte del Banco de Espa?a, llegaba a la sede de EL PAIS el libro que contiene los p¨¢rrafos anteriores. Se trata de La crisis del sistema bancario: lecciones de la experiencia de Estados Unidos. El texto resulta doblemente significativo: no solamente por la oportunidad del asunto que trata y el momento en que ha aparecido, sino por la personalidad de su autor: Antonio Torrero Ma?as, catedr¨¢tico de Estructura Econ¨®mica, gran conocedor del sistema financiero espa?ol, pero sobre todo consejero de Banesto y hombre de extrema confianza y lealtad a Mario Conde.
La casualidad hace del libro una noticia; su autor llevaba prepar¨¢ndolo muchos a?os. Ahora bien, si el lector busca en el mismo analog¨ªas con algunos otros libros aparecidos hasta ahora en Espa?a sobre la banca, Mario Conde o asuntos similares, olv¨ªdese; en el texto no hay chismes, cultos a la personalidad, conversaciones inventadas, teor¨ªas veros¨ªmiles pero sin demostraci¨®n posible, vidas privadas, hagiograf¨ªas, ex¨¦gesis o defensas aprior¨ªsticas de un sistema o de una tesis. El libro de Torrero es cient¨ªfico y apasionante, pero con ¨¦l hay que estudiar, no especular.
En la nota que acompa?aba al libro, Antonio Torrero recomendaba especialmente el cap¨ªtulo 10: Lecciones de una experiencia. Reflexiones desde una ¨®ptica espa?ola, que ya hubiera sido sugerente antes de lo sobrevenido en Banesto, pero que ahora adquiere otra dimensi¨®n todav¨ªa superior. Sin embargo, el libro incorpora otras experiencias muy significativas; por ejemplo, las p¨¢ginas referidas a los temores a un p¨¢nico bancario que se desatan cuando la crisis afecta a una entidad financiera de primera categor¨ªa, y especialmente lo sucedido en Estados Unidos a partir de 1984, con la crisis del Continental Illinois Bank.
Al finalizar 1983, el Continental Illinois National Bank, con sede en Chicago, era el s¨¦ptimo banco de Estados Unidos, con 30.000 millones de d¨®lares en dep¨®sitos y 41.000 millones en activos; en junio de 1982 se hab¨ªa producido la quiebra del Penn Square Bank, de Ok1ahoma, un banco muy agresivo y con un crecimiento espectacular, que estaba especializado en la financiaci¨®n de proyectos energ¨¦ticos, cediendo participaciones de los pr¨¦stamos a los bancos que, alejados de su Estado, deseaban participar en esta floreciente industria. Uno de los tomadores m¨¢s importantes de esas participaciones fue el CI, con m¨¢s de 1.000 millones de d¨®lares. Con la ca¨ªda del precio de los productos petrol¨ªferos en 1981, muchos de los proyectos energ¨¦ticos financieros resultaron inviables y se dio un gran n¨²mero de impagados en esa industria. Casi al mismo tiempo se produjeron tambi¨¦n fallidos en las operaciones dom¨¦sticas del Cl y los beneficios se redujeron de forma sustancial, provocando reclamaciones legales de los accionistas que acusaron a la gerencia de negligencia y de realizar una deficiente selecci¨®n de la cartera de pr¨¦stamos.
Fruto de estas protestas fue un profundo cambio del equipo directivo que, en un esfuerzo para incrementar los beneficios contables, procedi¨® a la venta de los activos m¨¢s rentables; con todo, continu¨® la ca¨ªda de los beneficios y empezaron a surgir dudas respecto a la solvencia de la entidad. En mayo de 1984, los acontecimientos se precipitaron. Los acreedores del CI incrementaron el tipo de inter¨¦s de sus pr¨¦stamos; muchos los anularon o no los renovaron, y tuvo lugar una retirada de grandes depositantes, en un clima enrarecido por momentos y plagado de rumores respecto al control del banco por un grupo extranjero. Ante esta situaci¨®n, la Reserva Federal anticip¨® directamente cuantiosas sumas y organiz¨® un pr¨¦stamo gigante con un consorcio de bancos. Sin embargo, el drenaje de fondos continu¨® y la cotizaci¨®n de las acciones cay¨® en picado.
En respuesta al continuo deterioro que provocaba la desconfianza en el banco, la Reserva Federal, por primera vez en su historia, garantiz¨® el reembolso ¨ªntegro de dep¨®sitos y pr¨¦stamos. La evoluci¨®n del CI, opina Torrero, signific¨® una nueva forma de abordar la resoluci¨®n de las crisis, que habr¨ªa de influir de modo importante en la creaci¨®n de expectativas en depositantes y acreedores bancarios. La decisi¨®n sobre el Continental se bas¨® en el temor a que se produjera un p¨¢nico bancario generalizado, aunque, seg¨²n los cr¨ªticos, ¨¦ste era muy improbable y de lo que se trataba era, en definitiva, de defender los intereses personales de los altos funcionarios responsables y, de una forma m¨¢s amplia, de defender a las agencias reguladoras como instituci¨®n. "El resultado ha sido un debilitamiento de la disciplina del mercado y una discriminaci¨®n a favor de las grandes entidades".
El ministro de Econom¨ªa espa?ol, Pedro Solbes, en su intervenci¨®n del pasado jueves en el Parlamento, manifest¨® que la no intervenci¨®n de Banesto habr¨ªa provocado problemas a todo el sistema financiero. Parece, pues, que tanto en Estados Unidos como ahora en Espa?a la raz¨®n fundamental esgrimida para justificar la necesidad de cubrir el riesgo de la totalidad de los clientes es el temor a un p¨¢nico bancario que pudiera afectar no s¨®lo a la estabilidad del sistema bancario, sino incluso a la del conjunto de la econom¨ªa, ya seriamente amenazada por otros problemas coyunturales.
Este temor es considerado por algunos como el argumento definitivo que justifica la implicaci¨®n del sector p¨²blico en los fracasos privados, siempre que se refieran al sector financiero; otros piensan que es un temor irracional que se exhibe para impedir que act¨²e con todo su vigor la disciplina del mercado. Pero en cualquier caso la crisis
de Banesto (como en otro lugar y en otro tiempo la del CI) plantea el viejo debate franquista sobre la socializaci¨®n de p¨¦rdidas: la diferenciaci¨®n entre lo p¨²blico y lo privado ?s¨®lo est¨¢ vigente cuando las cosas marchan bien?; la sospechosa demanda de algunos doctrinarios liberales (casi siempre en el mundo de la empresa, y en muchos casos en el de la empresa financiera) de libertad mientras los precios suban ?tiene su excepci¨®n interventora cuando se trata de salvar sus intereses ovencer los problemas que ellos mismos han creado? Es altamente significativo para quienes observan la mitificaci¨®n del mercado como ¨²nico orden de valores a imponer el hecho de que muchos de los que se han rasgado las vestiduras por la intervenci¨®n estatal en el asunto de la PSV ugetista ni siquiera han planteado, aunque fuese de modo te¨®rico, la contradicci¨®n que supone salvar a Banesto con fondos p¨²blicos.
Pero la crisis comatosa del Banco Espa?ol de Cr¨¦dito y las dificultades de otros bancos espa?oles para generar beneficios en el ¨²ltimo ejercicio trazan tambi¨¦n la necesidad de hacer un balance sobre la desregulaci¨®n financiera que se ha acentuado en el ¨²ltimo lustro; algunos informes destacan que junto a los beneficios de un aumento espectacular de posibilidades para ahorradores e inversores, la reducci¨®n de los costes de transacci¨®n y la liberalizaci¨®n internacional del movimiento de capitales existe una sensaci¨®n generalizada de inestabilidad financiera. El auge del sector financiero hab¨ªa ayudado de manera importante al crecimiento econ¨®mico en la d¨¦cada de los ochenta, pero con la con trapartida de una mayor fragilidad financiera y un sistema bancario m¨¢s vulnerable, a la que hay que dar soluci¨®n.
El libro de Torrero se ha convertido, casi desde su aparici¨®n, en uno de los t¨ªtulos capitales de la literatura sobre crisis bancarias. Sin duda, Mario Conde lo habr¨¢ conocido antes de salir a la luz, pero su lectura se hace obligada para el conjunto del mundo financiero de este pa¨ªs, pues lo que ahora est¨¢ sucediendo no es nada nuevo ni en sus perfiles ni en sus efectos. Lo que se verifica es que ser banquero, al parecer, es algo tan aburrido como otros oficios en que no se deben tener prisas, jugar al mus y hacer ¨®rdagos permanentemente.
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