Tiene futuro la OTAN
Los d¨ªas 10 y 11 de enero, Bill Clinton, en su primer viaje a Europa desde que fue elegido presidente de Estados Unidos, hace algo m¨¢s de un a?o, se reunir¨¢ con los jefes de Estado y de Gobierno de los pa¨ªses de la Alianza Atl¨¢ntica para decidir el futuro de la OTAN. A muchos lectores les sorprender¨¢ saber que habiendo transcurrido m¨¢s de cuatro a?os desde la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn y m¨¢s de dos desde la desaparici¨®n de la URSS a¨²n exista la OTAN; aunque a otros quiz¨¢ les sorprender¨¢ a¨²n m¨¢s enterarse de que todav¨ªa nuestros l¨ªderes pol¨ªticos est¨¢n d¨¢ndole vueltas a su futuro.Lo cierto es que la OTAN ya no es lo que era: ha cambiado mucho desde que los espa?oles, de una manera un tanto reticente, decidi¨¦ramos en refer¨¦ndum formar parte de esa organizaci¨®n. Hoy en d¨ªa, los antiguos enemigos de la OTAN o no existen, caso de la URSS, o est¨¢n deseando ser miembros de la Alianza, caso de Polonia, la Rep¨²blica Checa, Hungr¨ªa y casi todos los dem¨¢s. Por otra. parte, la OTAN no s¨®lo ha reducido sustancialmente sus fuerzas nucleares y convencionales en Europa, sino que ha transformado sus estructuras militares de manera que ha dejado de ser una posible amenaza para nuestros vecinos y ha pUesto sus recursos a dIsposicion del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y de la Conferencia sobre Seguridad y Cooperaci¨®n en Europa (CSCE) para llevar a cabo aquellas Operaciones de mantenimiento de la paz que se le soliciten.
A pesar de todos estos cambios, el futuro de la OTAN sigue siendo incierto, ya que nadie parece saber si con ellos la Alianza ha dado los primeros pasos en el camino de la renovaci¨®n o, por el contrario, son el preludio de su desaparici¨®n. Dar respuesta a este interrogante es lo que tendr¨ªan que hacer en los pr¨®ximos d¨ªas nuestros l¨ªderes pol¨ªticos, pero se encuentran inmovilizados por un dificil dilema.
La Alianza Atl¨¢ntica se cre¨® en 1949 para que los pa¨ªses de Europa occidental que acababan de salir de una guerra e intentaban reconstruir sus econom¨ªas y afianzar sus recuperadas libertades pudieran hacerlo sin el temor a que una nueva agresi¨®n pudiera acabar con sus sue?os. Esta misi¨®n fue cumplida con ¨¦xito y ya no puede justificar por m¨¢s tiempo la existencia de la OTAN. ?sta s¨®lo se podr¨¢ mantener si es capaz de dar su protecci¨®n a otros pa¨ªses, como Polonia, la Rep¨²blica Checa, Eslovaquia y Hungr¨ªa, que, habi¨¦ndose liberado del comunismo, luchan ahora denodadamente por desarrollar la democracia y la econom¨ªa de mercado. Pero nuestros l¨ªderes pol¨ªticos se resisten a ampliar la Alianza por miedo a que sea interpretado como un gesto poco amistoso por las Fuerzas Armadas y los sectores nacionalistas que apoyan al presidente Yeltsin, en quien han depositado todas sus esperanzas de reforma en Rusia.
El futuro de la Alianza de pende, pues, en estos momentos, por parad¨®jico que pueda parecer, del presidente Yeltsin. Por eso cuando, a finales de agosto pasado, durante su visita oficial a Polonia, Yeltsin dijo en p¨²blico que, aunque a Rusia no le agradaba que sus antiguos aliados entraran a formar parte de la OTAN, los tiempos en que la. URSS se comportaba como el hermano mayor de estos pa¨ªses ya hab¨ªan pasado y ellos eran libres para decidir lo que quisieran, los miembros de la OTAN empezamos febrilmente a discutir la ampliaci¨®n de la Alianza.
Y por eso tambi¨¦n cuando Yeltsin, algunas semanas despu¨¦s, cediendo a las presiones de las Fuerzas Armadas, cuyo concurso iba a. necesitar para llevar a cabo sus planes de disolver el Parlamento, escribi¨® a los jefes de Gobierno de algunos pa¨ªses de la OTAN para disuadirles de ampliar la Alianza, argumentando que esto podr¨ªa ser interpretado en Rusia como un intento de aislar a su pa¨ªs de Occidente, sus discusiones se paralizaron y empezaron a buscar una f¨®rmula que les librara de la dificil tarea de tener que tomar una decisi¨®n.
Sin embargo, el resultado de las elecciones en Rusia ha demostrado lo err¨®neo de esta pol¨ªtica. El presidente Yeltsin es ahora m¨¢s prisionero que nunca de las fuerzas nacionales, que aspiran a ralentizar las reformas y restaurar el pasado imperial de Rusia. Los l¨ªderes de la Alianza deben, pues, salir de la trampa en la que ellos mismos se han metido. En su reuni¨®n de Bruselas deben dejar claro a todos estos sectores que apoyan y chantajean al mismo tiempo al presidente Yeltsin que la OTAN no es una amenaza para una Rusia democr¨¢tica y pluralista, sino un apoyo para todos aquellos pa¨ªses que est¨¦n firmemente comprometidos con estos valores. Al mismo tiempo que, abriendo la Alianza a los pa¨ªses democr¨¢ticos del centro de Europa, ponen fin a esa pretensi¨®n de los l¨ªderes rusos de tener derecho de veto sobre lo que ocurre en el territorio de sus antiguos aliados del Pacto de Varsovia, removiendo as¨ª de la agenda del presidente Yeltsin o de sus posibles sucesores toda preocupaci¨®n malsana por lo que ocurre tan lejos de sus fronteras. S¨®lo de esta manera la respuesta a la pregunta que da t¨ªtulo a este art¨ªculo podr¨¢ ser un s¨ª sin reservas.
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