Un renovador indIspensable
La significaci¨®n hist¨®rica de Juan Benet se delimita a nuestros ojos, un a?o despu¨¦s de la muerte del autor (5 de enero de 1993), con la misma nitidez de entonces. El creador de Volver¨¢s a Regi¨®n situ¨® la novela espa?ola en el coraz¨®n de la modernidad. No era una empresa f¨¢cil siendo una empresa necesaria.El cambio de signo est¨¦tico se produjo en los a?os treinta. La novela espa?ola se embarc¨® en una est¨¦tica de cariz realista aunque de logros dudosos, que la guerra civil cercen¨® bruscamente. La di¨¢spora remat¨® un estado de cosas problem¨¢tico para nuestra novela, que se encontr¨®, en los cuarenta, dependiendo todav¨ªa del paradigma galdosiano, del imposible canon barojiano o de m¨®dulos modernistas de arduo seguimiento (Mir¨®). Eso explica que cuando tras el par¨®n de la guerra, se intente asegurar la continuidad del g¨¦nero, el paradigma sea la novela picaresca, seg¨²n muestra La familia de Pascual Duarte (1942), de Camilo Jos¨¦ Cela. El propio Cela virar¨ªa en redondo y se acoger¨ªa en La colmena (1951) al modelo de la novela colectiva, tal como lo hab¨ªa dise?ado la narrativa anglosajona. Era hacer vanguardismo narrativo, aunque aislado y asistem¨¢tico.
La irrupci¨®n de Juan Benet en 1967 con Volver¨¢s a Regi¨®n, acaba definitivamente con esa nunca o casi nunca lograda voluntad de modernidad de la novela espa?ola. Sin los resabios doctrinarios de Mart¨ªn-Santos -ni los luckasianos ni los noventayochistas-, con mayor madurez y equilibrio Juan Benet acomete y remata la empresa de colocar a la novela espa?ola en el centro mismo de la modernidad.
Lo que hicieron en grupo los poetas del 27 con la poes¨ªa, Benet lo hace ¨¦l solo con la novela. Volver¨¢s a Regi¨®n supone Joyce, supone Proust, supone, sobre todo Faulkner y supone tambi¨¦n el hermetismo que Ortega detectaba como rasgo esencial de aquella ficci¨®n narrativa capaz de ser plenamente moderna. De ah¨ª la inmediatez y contundencia del magisterio de Benet sobre una novela que, como la espa?ola de entonces, se hallaba radicalmente desconcertada tras la relampegueante aparici¨®n de los escritores hispanoamericanos. Por eso la obra benetiana se consolid¨® enseguida como el canon m¨¢s s¨®lido y prestigioso, hasta el punto de que a mediados de los a?os ochenta serv¨ªa para caracterizar la gen¨¦rica condici¨®n escriptiva -esto es, formal- de nuestra narrativa. Es posible que hoy el paradigma de la novela espa?ola est¨¦ cambiando de signo. Se vislumbran indicios de ese cambio, quiz¨¢ hacia una ¨®rbita de mayor narratividad y comunicaci¨®n. Pero se trata de un discurso ya normalizado, que ha incorporado los lenguajes b¨¢sicos de la modernidad.
?ste fue el gran logro de Juan Benet, y de ah¨ª que resulte dif?cil, si no imposible, negar su significaci¨®n central en nuestra narrativa contempor¨¢nea con independencia de cu¨¢l sea el ¨²ltimo valor que el tiempo otorgue a su obra.
Algunos pueden pensar que la empresa benetiana fue anacr¨®nica. Se realiz¨®, en efecto, con retraso, pero era ineludible que alguien la llevara a cabo. Por eso fue, ante todo, una tarea necesar¨ªa, cuyas virtudes est¨¦ticas, en sus mejores expresiones (Volver¨¢s a Regi¨®n, Una meditaci¨®n, Sa¨²l ante Samuel), son, a mi juicio innegables.
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