Un 5-0 en colores
El final del espect¨¢culo fue sonido, s¨®lo sonido. Las 100.000 gargantas del Camp Nou entonando el himno del Bar?a. Ese acto coral, bastante infrecuente -normalmente el himno s¨®lo se oye al comienzo de los encuentros-, lleg¨® tras 90 minutos -m¨¢s los que a?adi¨® el ¨¢rbitro- de otro espect¨¢culo, ¨¦ste de luz, sonido y color. Butrague?o puede tener raz¨®n, puede decir que el ambiente no le impresion¨®, que los ha vivido parecidos muchas veces, que no sinti¨® congoja al saltar al c¨¦sped del Camp Nou. Pero al Buitre le pueden replicar en voz muy alta desde la otra banda. Los azulgrana, los jugadores, t¨¦cnicos y directivos del Barcelona, le pueden decir que no, que no se acongojaron, pero que se emocionaron de tal forma que disputaron todo el partido en una nube. Le pueden decir que el gigantesco mosaico de 60.000 banderolas -gentileza del Sport y los Almog¨¢vers- les hizo sentir un nudo en la garganta. Que tanta banderita azul, grana, amarilla, roja, la bandera gigantesca con el Blaugrana al vent, transform¨® el campo."Ha sido un 5-0 como el del 17 de febrero de 1973, como el 0-5 de Cruyff en el Bernab¨¦u", dec¨ªan despu¨¦s en el vestuario los jugadores. "Pero ¨¦ste ha sido mejor, ha sido en color". Hace 20 anos, en efecto, Televisi¨®n Espa?ola retransmiti¨® el 0-5, pero en blanco y negro. Y la memoria de los cul¨¦s ya lo ten¨ªa en color sepia, casi era una antig¨¹edad. "Espero que el pr¨®ximo 5-0 no se retrase tanto", dec¨ªa con cierta melancol¨ªa Johan Cruyf?. A uno de los mejores jugadores de la historia le preocupaba ser suplido en la memoria colectiva. Puede decir que cuando se recuerda el 0-5 los padres hablan a sus hijos del Barga de Cruyff, no del de Michels, y que dentro de otros 20 a?os les hablar¨¢n del Bar?a de Romario.
Sentimiento
Pero los autores de la historia -el p¨²blico, los jugadores- no piensan en los libros, en las 20.000 repeticiones televisadas. Ni siquiera piensan. En los momentos de magia s¨®lo sienten. Y por el coraz¨®n les pasan motivos de todo tipo.
Los m¨¢s de 100.000 aficionados que casi llenaron el Camp Nou fueron con ganas de expresarse. Y los primeros 45 minutos no dieron raz¨®n -exceptuando el grito de alivio colectivo que sucedi¨® al primer gol de Romario- m¨¢s que para el exabrupto. Cualquier hecho era buena raz¨®n para el insulto al Madrid. Que si Michel tocaba un bal¨®n, que si Buyo hac¨ªa la parada de la noche, que si Hierro se pasaba con sus tacos. Daba igual, todo se resolv¨ªa en bronca.
?se, sin embargo, no era su papel. Para recordarles a los madridistas su vuelta frustrada de la Supercopa no hab¨ªan pagado la entrada. El p¨²blico del Camp Nou no sabe intimidar. Sabe disfrutar y entronizar a sus h¨¦roes, no envilecer a los enemigos. Por eso el segundo tiempo fue el grande, el del encaje de bolillos. Y los espectadores hicieron saber una vez m¨¢s que el p¨²blico es m¨¢s antiguo a¨²n que el f¨²tbol.
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