Comienza la investigaci¨®n de las 'cobayas' humanas nucleares en EE UU
Dos v¨ªctimas afirman en el Congreso haber tomado desayunos radiactivos en el colegio
Las v¨ªctimas de los experimentos con radiactividad sobre seres humanos tienen caras y nombres. Charles Dyer y Austin Larocque ingirieron peque?as cantidades de yodo y hierro radiactivos mezcladas con sus desayunos cuando viv¨ªan en una escuela de Massachusetts, especial para ni?os con problemas de retraso mental o cuyos padres no pod¨ªan mantenerles. As¨ª lo recordaron el jueves en la primera sesi¨®n informativa en el Congreso que abre la investigaci¨®n parlamentaria sobre. estos experimentos en EE UU durante la guerra fr¨ªa.
"Com¨ªamos y beb¨ªamos cosas distintas a los dem¨¢s", record¨® Dyer. "Estos ni?os", dijo el congresista Ed Markey, "fueron, de alguna forma, reclutados a la fuerza como soldados rasos de la guerra fr¨ªa".El senador Edward M. Kennedy, dem¨®crata por Massachusetts, como Markey, con el que preside las sesiones informativas, ley¨® el jueves un fragmento de la carta enviada por el director de la escuela a los padres de los ni?os en la que se anunciaba "la selecci¨®n de un grupo de nuestros mejores pacientes para recibir una dieta especial de alimentaci¨®n". En la carta no se mencionaba la radiactividad ni se explicaba en qu¨¦ consist¨ªa el estudio que iban a realizar investigadores de la Universidad de Harvard y del Instituto Tecnol¨®gico de Massachusetts.
En la sesi¨®n, Bertrand Brill, profesor de Medicina Nuclear, consider¨® inadecuados los experimentos, pero se?al¨® que las cantidades de radiactividad ingeridas por los ni?os eran muy peque?as, inferiores a las que se reciben a diario de forma natural. Austin Larocque, de 53 a?os, in ternado en la escuela porque sus padres no pod¨ªan hacerse, cargo de los 17 hijos que ten¨ªan, le dijo: "Doctor, no se lo tome personalmente, pero si usted hubiera tenido un hijo all¨ª, ?hubiera permitido que le pasara esto?". Despu¨¦s de un momento de silencio y de tensi¨®n en la sala, Brill contest¨®: "Sabiendo lo que s¨¦ ahora, honradamente, s¨ª; porque creo que las dosis recibidas no planteaban ning¨²n riesgo".
Austin Larocque hab¨ªa dicho antes que tanto ¨¦l como dos de sus tres hijos sufren problemas en el est¨®mago, sin que los m¨¦dicos hayan podido establecer ning¨²n diagn¨®stico.
Todav¨ªa es pronto para saberlo, pero Larocque y Dyer podr¨ªan estar en el grupo de los candidatos a recibir indemnizaciones. Antes de que comience la batalla legal, un abogado de San Francisco ya ha presentado una reclamaci¨®n de 10 millones de d¨®lares (1.430 millones de pesetas) ante el departamento de Energ¨ªa en nombre de su cliente, Richard Reece, que asegura haber sido inyectado con dosis radiactivas hace 40 a?os en la Universidad de California, y sufrir da?os f¨ªsicos y mentales.
Pr¨¢cticamente cada d¨ªa se conocen nuevos casos en los que hubo experimentos de radiactividad con personas, a medida que las universidades y los centros de investigaci¨®n -en muchos casos a rega?adientes- abren sus archivos para cumplir con las orientaciones de Hazel O'Leary, Secretaria de Estado de Energ¨ªa.
En las instalaciones de fabricaci¨®n de armas nucleares de Hanford, en el Estado de Washington, por ejemplo, se llev¨® a cabo un estudio a finales de los a?os sesenta durante el cual 14 voluntarios, la mayor¨ªa empleados del centro, fueron expuestos a radiaciones.
Representantes de grupos relacionados con la energ¨ªa nuclear se han entrevistado con Hazel O'Leary para pedir que se acelere la apertura de los archivos. El departamento de Energ¨ªa calcula que hay unos 32 millones de p¨¢ginas de documentos secretos que hay que revisar para sacar a la luz toda la informaci¨®n.
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