Corazas de papel
El final de la aventura banquera de Mario Conde trae consigo otros puntos y aparte sustanciales en los m¨¢s diversos terrenos. Uno de ellos, la prensa. De la mano de la crisis de Banesto llega tambi¨¦n la agon¨ªa del proceso de bancarizaci¨®n de los medios de comunicaci¨®n en Espa?a.Este proceso ha sido creciente en los ¨²ltimos a?os, a impulsos de un n¨²cleo de financieros en el que Mario Conde brill¨® con luz propia m¨¢s cegadora que nadie. Su esquema era simple: en una sociedad relativamente desarticulada, la informaci¨®n no era s¨®lo un producto de primera necesidad para los ciudadanos. Era, sobre todo, un arma de influencia social, de blindaje ante el poder pol¨ªtico, de coraza frente a eventuales agresiones de la competencia, de flotador seguro contra las propias debilidades. Es decir, se trataba de usar los medios de comunicaci¨®n como ariete de negocios extra?os a la propia comunicaci¨®n.
Este esquema dio lugar a una carrera armamentista autosostenida. La toma de control de un medio de comunicaci¨®n por un grupo financiero, directamente o por v¨ªas m¨¢s sutiles, incentivaba en espiral la imitaci¨®n del competidor. En unos casos se trataba de medios s¨®lidos o al menos posiblemente viables en el largo plazo. En otros, de meras mercanc¨ªas averiadas s¨®lo ¨²tiles para la guerra sucia. En algunos, de una mezcla. No era la primera vez que esto suced¨ªa en la historia de la prensa espa?ola, pero s¨ª era in¨¦dita tal intensidad en la toma. de cabeceras y tal velocidad en la carrera de dotarles de recursos.
La ca¨ªda de Banesto y su presidente ha revelado, como en la historia del rey desnudo, que tanta coraza resultaba in¨²til a la hora de la verdad, en el solemne y fr¨ªo momento de cotejar cuentas de resultados, balances y normativas. No evitaba su descalabro. ?A qu¨¦, entonces, tanto blindaje? Esta es la sensata pregunta que se hacen hoy algunos ¨¦mulos de Conde. Sin eficacia pol¨ªtica y con desigual rentabilidad (,-empresarial, las corazas han demostrado ser de papel.
Esta evidencia y su corolario -el viejo refr¨¢n: zapatero, a tus zapatos- durar¨¢n por unos a?os en la memoria colectiva y en las pr¨¢cticas bancarias. Y conllevar¨¢ una seria recomposici¨®n en el mapa dom¨¦stico del poder y la influencia. No regir¨¢ eternamente. Retrataba ir¨®nicamente Galbraith en su Breve historia de la euforia financiera que "la caracter¨ªstica final y com¨²n a todo episodio de especulaci¨®n es qu¨¦ sucede tras el inevitable hundimiento. Invariablemente, ¨¦ste ser¨¢ un tiempo de angustia y recriminaciones, y tambi¨¦n de un autoexamen tan profundo como escasamente perspicaz. La ira se dirigir¨¢ a los individuos que con anterioridad fueron m¨¢s admirados por su imaginaci¨®n y agudeza en asuntos financieros". Y a?ad¨ªa que al poco tiempo "la realidad ser¨¢ ignorada casi por completo".
Todav¨ªa no estamos en esa segunda fase del olvido de la lecci¨®n, sino en la de autoexamen y digesti¨®n de los errores que conllev¨® la bancarizaci¨®n de medios informativos. Y es de esperar que esa digesti¨®n sea ordenada. Que no obstaculice los proyectos profesionales s¨®lidos. Y que no prolongue in¨²tilmente la agon¨ªa de los fantasmales, porque ese tipo de finales distorsiona, en todos los sectores productivos, las condiciones de competencia y enturbia el mercado, sin evitar sufrimientos de inocentes.La crisis de Banesto se derrama sobre muchas ¨¢reas de debate econ¨®mico y social: la igualdad y diversidad en el tratamiento de la crisis bancaria; la combinaci¨®n entre mercado y seguridad del sistema financiero y, en consecuencia, cu¨¢l debe ser el papel del sector p¨²blico en cada uno de estos casos; el lugar de los financieros en la sociedad civil, la viabilidad de la banca . mixta en Espa?a y el entrelazamiento de la banca comercial con el tejido industrial; la finitud de los arquetipos sociales que huyendo del patr¨®n calvinista combinan, fulgurantes, modos tercermundistas y desdenes de Wall Street.
Quiz¨¢ una de las consecuencias socioculturales m¨¢s sugerentes del mutis que emprende quien fuera magnate t¨¢cito de la comunicaci¨®n y emblema del reiteradamente aludido proceso de bancarizaci¨®n de la prensa sea la reapertura (esperemos que serena) de la reflexi¨®n colectiva sobre la indispensable profesionalidad del empresario de prensa. Algo que nos recuerda el anciano conservador Indro Montanelli en su disidencia de Silvio Berlusconi, en el preciso instante en que ¨¦ste abandona el ¨¢mbito de la empresa para saltar a la arena pol¨ªtica. Y que resulta una reedici¨®n de la pol¨¦mica suscitada hace algunos anos en Italia acerca de los empresarios puros de prensa.?stos, los que provienen del mundo de la informaci¨®n y la cultura, viven y se expanden en funci¨®n de los rendimientos de estos medios, son m¨¢s frecuentes en los pa¨ªses centroeuropeos y anglosajones. Juegan a su favor una tradici¨®n empresarial m¨¢s s¨®lida, un m¨¢s alto ¨ªndice de lectura, un mayor anclaje de los peri¨®dicos en la vida social. En suma, una mayor capitalizaci¨®n y fortaleza de las empresas de comunicaci¨®n. Responden a ese emblema de oro que reza en el Libro de estilo del Washington Post: "El peri¨®dico se debe a sus lectores y al p¨²blico en general, y no a los intereses privados del propietario", por m¨¢s leg¨ªtimos que ¨¦stos sean.En los pa¨ªses latinos, este empresario profesional, schumpeteriano, enamorado de la tinta y el papel y al tiempo sabedor de los secretos de la industria y el comercio cultural, escasea bastante m¨¢s. En Italia, tras la ¨¦poca del periodismo rom¨¢ntico, los grandes patrones de la prensa han sido los conglomerados industriales cuya estirpe se arraigaba en sectores distintos a la comunicaci¨®n; incluso la propia banca era ahijada de ¨¦stos. Hasta el punto que Giorgio Bocca escrib¨ªa hace cinco a?os en su muy pesimista Il padrone in redazione que "los editores puros ya no existen" y lo explicaba en raz¨®n de que "no existen individuos o familias que puedan hacer frente a las colosales inversiones que exige un gran peri¨®dico".
En Espa?a, la banca engendr¨® hist¨®ricamente la gran industria, al rev¨¦s que en Italia. Y al cabo ha ocupado en algunos casos, hasta hoy, el papel del empresario de prensa impuro. No es que ¨¦ste imposibilite absolutamente la independencia del peri¨®dico; ¨¦sta depende tambi¨¦n de otras circunstancias, entre ellas la actitud de los profesionales y la transparencia interna del medio, como demostr¨® pr¨ªstinamente La Repubblica cuando el procesamiento de su patr¨®n, el ingeniero Carlo de Benedetti.
Pero s¨ª es cierto que la existencia de empresarios puros, que viven de y para la comunicaci¨®n, facilita y garantiza mejor esa independencia. Una cuenta de resultados positiva es valladar -requisito necesario, no suficiente- de la misma: los lectores har¨¢n santamente bien en desconfiar de los medios que se financian de manera opaca. Alguien, y no gratuitamente, enjuga sus p¨¦rdidas. Vuelve la hora del estilo empresarial riguroso, tan denostado por los portavoces de la doble burbuja de la especulaci¨®n financiera y el periodismo entendido como arma de agresi¨®n. Aunque con la inc¨®gnita de c¨®mo en algunos casos se financiar¨¢n costosos procesos tecnol¨®gicos y, de expansi¨®n.
Vuelve tambi¨¦n la hora en que los periodistas no aspiren a sustituir a jueces, fiscales y parlamentarios, pero tampoco a registradores de la propiedad, notarios o taqu¨ªgrafos. Porque a lo mejor la desbancarizaci¨®n supone segar la hierba a la opci¨®n de quienes prefieren hacerse ricos antes que sabios, ?solamente escribiendo o hablando! Teorema imposible desde la profesionalidad.
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