Adi¨®s al f¨²tbol
El Atl¨¦tico de Madrid derrota al Valencia en un partido lamentable
Existi¨® el ritual, pero no hubo partido en el Manzanares. Estaba la peque?a pradera, el pedazo de cuero, tres se?ores de negro, el aliento obstinado de la pe?a local, la humedad que invade los huesos, los 90 minutos, dos goles y la gente con sus camisetas y sus calzones. No fue suficiente toda la tramoya para invocar al juego. El f¨²tbol hizo mutis, traicionado por dos equipos deprimentes. Para la posteridad s¨®lo quedar¨¢ la estad¨ªstica, ese 2-0 que tampoco respondi¨® a la realidad de la noche. Un poco de Mijatovic, un poco de Fernando y un poco de Quique siempre es m¨¢s que todo lo que hizo el Atl¨¦tico.El Valencia, que camina sin remedio hacia la ruina, se encontr¨® en el peor estado posible. Kosecki recibi¨® un pase de Pirri, baj¨® la cabeza y entr¨® un poco desbocado en el ¨¢rea. Luego se produjeron dos escenas. En la primera, Giner estira la pierna y despeja la pelota. En la segunda, Kosecki se revuelca por el suelo, crujido de dolor. Un m¨¢rtir. El ¨¢rbitro consider¨® que la interpretaci¨®n de Kosecki era superior a la de Giner y se?al¨® penalti. Enseguida se vio que el gol de Pedro ten¨ªa un car¨¢cter decisivo. El Valencia no tiene alma para proezas.
El Atl¨¦tico se refugi¨® en el gol con un descaro extraordinario.
Para un equipo tan limitado, cualquier ventaja es un diamante. Y hab¨ªa que protegerlo con la guardia de hierro. Fue la hora de Tom¨¢s, L¨®pez y Pizo, los protagonistas de la noche. Los tres se encontraron en su elemento, convertidos en la piedra de su equipo, sin otra responsabilidad que correr, saltar y cortar. Cuando el f¨²tbol se pone en ese plan, Pizo y compa?¨ªa son una garant¨ªa.
El Valencia contest¨® con la timidez de los equipos destruidos. Su f¨²tbol se qued¨® en grado de tentativa. Intent¨® tocar la pelota, intent¨® llegar al ¨¢rea del Atl¨¦tico, intent¨® empatar el partido. Pero por debajo de su voluntad no hab¨ªa nada s¨®lido. Estuvo muy metido en el papel de un equipo que s¨®lo ha ganado un partido de Liga en tres meses.
El desgobierno fue absoluto durante toda la noche. El Atl¨¦tico present¨® una novedad t¨¢ctica que explica su situaci¨®n actual. Vizca¨ªno, un jugador muy interesante, sali¨® para llevar el juego de su equipo. En el mejor de sus d¨ªas puede hacerlo, pero cualquiera puede ver que no es su funci¨®n natural como futbolista. Menos a¨²n en esta temporada, que ha visto a Vizca¨ªno muy debilitado por las lesiones. Y a su lado estaba Pizo, honrado e industrioso como ninguno, pero muy limitado. La pareja trajo el recuerdo de otra -Schuster y Vizca¨ªno- que personific¨® una de las mejores sociedades que se recuerdan en el Atl¨¦tico. Schuster era el estratega y Vizca¨ªno el jugador generoso, dotado con todos los peque?os recursos que hacen buenos a los jugadores: el recorrido, la llegada, el sentido t¨¢ctico, la aspereza, el remate y la capacidad para reconocer sus limitaciones. Y ahora, Vizca¨ªno, que ha nacido para complementar, es el complementado y Pizo su acompa?ante. La comparaci¨®n entre las dos ¨¦pocas explica los problemas del Atl¨¦tico.
Sin jerarqu¨ªa en el campo y con muchos jugadores de relleno, el Atl¨¦tico se instal¨® cerca de Diego y busc¨® el pelotazo hacia Kosecki, que jug¨® por libre. Kosecki s¨®lo se encuentra c¨®modo cuando los partidos se vuelven vulgares y descontrolados. Su anarqu¨ªa es productiva en estos casos. Pero habitualmente el f¨²tbol no se degrada tanto y Koseck? se queda como un delantero r¨¢pido, confuso, ego¨ªsta y desprovisto de toque: el jugador que se vio ante el Valencia. El partido fue tan deficiente que ni siquiera alcanz¨® el grado de desconcierto que necesita Kosecki.
Abandonado el juego por el Atl¨¦tico, quedaba por saber si el Valencia ten¨ªa material para imponerse. Sin Penev es un equipo disminuido, pero siempre es posible encontrar algo de ingenio en Mijatovic, Fernando y Quique. En el Manzanares desaprovecharon una oportunidad de reivindicarse. Tuvieron cierta apariencia en algunos momentos, pero apenas dejaron nada en la memoria. Son gente que no se compromete en las dificultades, sin capacidad para ponerse el equipo a la espalda. Tienen el ornamento y les falta car¨¢cter. Son futbolistas a medias.
A pesar de su timidez, el Valencia tuvo m¨¢s aire como equipo. En la guerra de m¨ªnimos que se libr¨® en el Manzanares, estuvo m¨¢s cerca de lo que se entiende por un equipo: toc¨® mejor la pelota, jug¨® bastante cerca del ¨¢rea rojiblanca e incluso se gan¨® el derecho a un par de jugadas peligrosas. En la mejor de todas (m.65), Mijatovic desaprovech¨® un remate frente a Diego, la clase de jugada que define muy bien la suerte de un equipo. El Valencia estaba destinado a perder. Y para certificarlo lleg¨® Pizo en un remate espectacular, lleno de valor y decisi¨®n, a la manera que se espera en el abnegado jugador rojiblanco. Ning¨²n otro futbolista simbolizaba tanto el partido como Pizo, y por eso fue justo que acabara convertido en el protagonista de la ¨²nica jugada memorable de la noche.
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