La lucha contin¨²a
Me hab¨ªan hablado de ellos, en el trabajo, como si fuera una broma de dudoso gusto, pero hasta aquel lunes no me los encontr¨¦. Ah¨ª estaban, en la puerta, entrando. Los GP. Por un amigo que tengo en la sede de Diego de Le¨®n me enterar¨ªa despu¨¦s de que, coincidiendo con el nuevo catecismo laboral, el estado mayor de Diego de Le¨®n hab¨ªa sacado a la calle, con el consentimiento del Ministerio de Trabajo, a la Guardia Patronal, los aguerridos y musculosos GP.Lunes, 10.35, cafeter¨ªa Corto de Caf¨¦ y en Vaso, en Pr¨ªncipe de Vergara, esquina a Don Ram¨®n de la Cruz. Tumultos y caprichos: corto de caf¨¦ y en vaso (especialidad de la casa), descafeinado con sacarina, pincho y ca?a, cortado con leche fr¨ªa, taza de desayuno y muy caliente la leche, Pedro; tostada, barrita plancha, una pulga, y porras, porras, porras (tambi¨¦n gracia acreditada del susodicho establecimiento).
Yo trabajo en el INI, ah¨ª en La Plaza, y no suelo, es cierto, salir a desayunar, pero aquel lunes tras hacer unas gestiones decid¨ª tomarme un caf¨¦, solo, americano, sin az¨²car. Cuando me lo estaban sirviendo me fij¨¦ en ella: masticaba una pulguita de at¨²n con una tilde encarnada, un morr¨®n, supuse. Hab¨ªa ambiente de lunes, aquel lunes. Sentimos, de pronto, un frenazo, unas ¨®rdenes secas y, en un instante, los ten¨ªamos en la puerta, a los GP. Hubo quien, alerta, se sorbi¨® los restos del caf¨¦, dijo algo de que ya te pagar¨¦, Pedro, y se escabull¨® con habilidad. El resto,no, all¨ª nos cogieron. Amenazantes, pidiendo papeles, comprobando listas, apuntando lugares de trabajo (al parecer, hab¨ªa empresas que dejaban, si despu¨¦s se recuperaba).
Mir¨¦ a aquel hombrecillo, de ojos saltones, clavado a Peter Lorre, el pobre diablo de Casablanca, y su angustia parec¨ªa real. Al verlos ir hacia ¨¦l, dej¨® de masticar una porra (la quinta, que se las cont¨¦, todo hay que decirlo), derram¨® el caf¨¦ en vaso y huy¨® hacia la salida. Nada m¨¢s cerrarse la puerta, o¨ªmos un disparo, un grito, una blasfemia.
Ella, sin pens¨¢rselo dos veces, abandon¨® a su suerte aquella pulguita de at¨²n, medio devorada, y se lanz¨® hacia abajo, hacia los servicios. En la confusi¨®n producida por el disparo, el grito y la blasfemia, yo no me lo pens¨¦ dos veces, y corr¨ª tras ella. Abajo estaba oscuro, apenas se distingu¨ªan las puertas: la de ella, la m¨ªa y la de "Privado". Ella dud¨® un instante, sinti¨® mis pasos y se volvi¨®. O¨ª, arriba, gritos, "eh, usted, ?a d¨®nde va?". Hice lo correcto: le cog¨ª la mano y la arrastr¨¦ hacia la puerta de "no pasar"; y desobedecimos (ya est¨¢ bien de concesiones). Nos apretamos el uno con el otro, sin saber qui¨¦nes ¨¦ramos, sin saber c¨®mo nos llam¨¢bamos, a qu¨¦ nos dedic¨¢bamos, arriba, en el mundo real.
Quiso hablar y persuasivo, dominando la situaci¨®n, le quit¨¦ de un suave manotazo algunas migas; restos del naufragio del at¨²n con pimiento. Atrancamos la puerta con tres pisos de cerveza sin alcohol, y no s¨¦ cu¨¢nto tiempo despu¨¦s supe que se llamaba Laura, que trabajaba en una gestor¨ªa de General D¨ªez Porlier, que hab¨ªa sido caballa, no at¨²n, que los GP irrump¨ªan en los bares de la zona porque, al parecer, en la letra peque?a de la reforma laboral, estaba prohibido perder el tiempo desayunando en horas de trabajo. Todo eso me cont¨®, as¨ª que la bes¨¦.
Cuando salimos de aquel cuartucho, en el que nos hab¨ªamos hecho novios, el bar era un paisaje tras la batalla; fuera apenas quedaba un ret¨¦n de GP, que nos miraron sin m¨¢s. En la acera, mal tapado con una manta, yac¨ªa (imagin¨¦: estaba boca abajo) aquel hombrecillo, perdedor como Peter Lorre; por el pu?o cerrado asomaba un resto tr¨¢gico de porra. A unos metros, un GP, p¨¢lido, intentaba justificarse por ser tan gatillof¨¢cil ante dos que deb¨ªan ser de Asuntos Internos. Me amenaz¨®, se defend¨ªa, algo ten¨ªa en la mano.
Laura y yo, desde entonces, somos amantes, amantes y resistentes. Cada d¨ªa buscamos un bar distinto; antes yo no desayunaba, ahora s¨ª, para estar con ella. Sabemos que es peligroso, pero nuestro amor cada d¨ªa es m¨¢s fuerte, m¨¢s s¨®lido. A m¨ª las porras me sientan fatal, eso es verdad, pero, como dice Laura, la lucha contin¨²a. Eso.
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