Alpinismo de sal¨®n
Seg¨²n el historiador Carlos Seco Serrano, la longevidad del carlismo fue el efecto parad¨®jico de que su programa jam¨¢s llegara a ponerse en pr¨¢ctica: ello preserv¨® a sus seguidores de cualquier riesgo de desencanto. Heredero en muchos aspectos del tradicionalismo espa?ol, el PNV parece cifrar su supervivencia en la huida de cualquier implicaci¨®n en la pol¨ªtica de Estado. En este sentido, acierta Ruiz Gallard¨®n al interpretar la reciente espantada del senador nacionalista Ricardo Sanz de la mesa de la comisi¨®n del Senado para la que hab¨ªa sido elegido como una negativa del PNV a participar en la construcci¨®n del Estado de las autonom¨ªas. Pero la actitud del portavoz del PNV es coherente con la resistencia de su partido a asumir compromisos de cualquier tipo en la construcci¨®n del Estado democr¨¢tico: es decir, con una estrategia que le ha ahorrado el desgaste sufrido por los dem¨¢s partidos a costa de restarle solvencia pol¨ªtica.La retirada del senador Sanz hab¨ªa sido anunciada, en cierto modo, por un art¨ªculo publicado el pasado 31 de enero en el diario nacionalista Deia, bajo el t¨ªtulo de La par¨¢bola del monte, cuyo contenido paso a resumir: los habitantes de un peque?o pa¨ªs ocupado por una potencia extranjera aspiran a conquistar la cumbre de una monta?a llamada Libertad. Tras conseguir el permiso de los ocupantes, inician la escalada, instalando en la falda del monte un campamento base, al que bautizan con el nombre de Autonom¨ªa. Cuando, despu¨¦s de amueblar el campamento con pertrechos suministrados por los invasores, se disponen a atacar la cima, un mensajero de aqu¨¦llos, el senador socialista Mario Onaind¨ªa, intenta disuadir a los expedicionarios argumentando que ya se les ha concedido lo que ped¨ªan y no tienen derecho a reclamar m¨¢s.
Este incre¨ªble insulto a la inteligencia, contra lo que cabr¨ªa suponer, no ha salido de la pluma de un cabestro enloquecido, sino de la del mism¨ªsimo portavoz del PNV en el Senado, don Ricardo Sanz. Juicios literarios aparte, lo menos que puede afirmarse es que la met¨¢fora alpina resulta lamentable, toda vez que despierta ecos de aquel echarse al monte con que la carcundia ha respondido siempre a cada tentativa de ampliar las libertades.
En rigor, el senador Sanz constituye un caso patol¨®gico de infortunio verbal, lo que en un portavoz parece grave. As¨ª, cuando expresa su confianza en que "nuestros hijos o los hijos de nuestros hijos no tengan necesidad de venir a un Parlamento de Madrid", los que somos tan vascos como Ricardo Sanz no podemos evitar estremecernos al recordar la causa de que nuestros padres no tuvieran siquiera ocasi¨®n de acudir a un Parlamento en Madrid.
Ante la inminencia del fin de ETA, los cachorros del PNV, que descubrieron el nacionalismo mucho despu¨¦s de que el hoy senador socialista Mario Onaind¨ªa desafiara con un Gora Euskadi askatuta al tribunal militar que lo conden¨® a muerte, se han puesto a resbalar peligrosamente ladera arriba. Quiz¨¢ porque su convicci¨®n de que el nacionalismo saldr¨ªa fortalecido del definitivo eclipse del terrorismo no es tan firme como pregonan, necesitan ocupar el eventual vac¨ªo que dejar¨¢ la banda armada con una gesticulaci¨®n insurreccional.
No conviene, sin embargo, confundir la guerrilla de monta?a con el alpinismo de sal¨®n. Es dudoso que el PNV, cuyo objetivo no es dejar de ser espa?oles, sino ser espa?oles de primera, emprenda una verdadera desestabilizaci¨®n del sistema, pese a las recientes advertencias en tal sentido de su otro portavoz parlamentario, I?aki Anasagasti. S¨®lo HB y ETA se proponen desestabilizar la democracia. Al PNV, como lo ha dejado entrever el senador Ricardo Sanz, le basta con obstruirla.
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