La madre de una joven agonizante reaviva el caso de las 'vacas locas'
Los expertos brit¨¢nicos siguen divididos sobre la enfermedad
Durante los ¨²ltimos cinco a?os, el Gobierno brit¨¢nico ha esgrimido informes para afirmar que la carne de vacuno no comporta riesgos para el consumidor. La madre de Victoria Rimmer, una adolescente de 16 a?os que agoniza aquejada del mal de Creutzfeld-Jakob, no piensa igual y ha reavivado la pol¨¦mica de la enfermedad de las vacas locas al publicar una carta recordando el caso de su hija, que sufre encefalopat¨ªa por ingerir, dice, hamburguesas contaminadas. Los investigadores siguen divididos.
Algunos expertos apoyan la tesis de la familia Rimmer. El resto es m¨¢s cauteloso y mantiene que la transmisi¨®n de la res al hombre no se ha probado todav¨ªa. %C¨®mo ha podido contraer una enfermedad tan poco corriente si no es comiendo algo en mal estado, escribe en su carta Bery1 Rimmer, la madre de Victoria. El mal de Creutzfeld4akob, el equivalente humano de la encefalopat¨ªa bovina, conocida como enfermedad de las vacas locas, afeta a una persona entre un mill¨®n. Tiene car¨¢cter progresivo y Victoria est¨¢ ya ciega, sorda y muda.Richard Lacey, un microbi¨®logo de la Universidad de Leeds es uno de los escasos partidarios de la transmisi¨®n del animal al hombre. Prev¨¦ que en los pr¨®ximos cinco a?os enfermar¨¢ el 1 %de los actuales consumidores de carne de vacuno en mal estado. Ello ocasionar¨¢ la muerte a un abultado segmento de poblaci¨®n que ¨¦l cifra entre 50.000 y cinco millones de personas. Sus opiniones apenas han tenido eco entre sus colegas. La mayor¨ªa prefiere confirmar los contagios, examinando los cerebros de los pacientes fallecidos. El mal de Creutzfeld-Jakob deja una especie de agujeros que les confiere un car¨¢cter esponjoso. Las vacas locas tambi¨¦n los tienen, Victoria presenta los s¨ªntomas de la dolencia, pero el diagn¨®stico no es oficial.
Una sola granja
La muerte de dos vaqueros brit¨¢nicos, de los 150.000 trabajadores del sector en el Reino Unido, s¨ª pudo confirmarse. Su caso y el de otros seis colegas ahora enfermos ha sido recogido por la televisi¨®n. Lo que los cient¨ªficos no aciertan a comprender es por qu¨¦ aparecieron vacas locas en una sola de sus granjas. Ello, unido al hecho de que s¨®lo con la ingesti¨®n del cerebro y la m¨¦dula espinal (prohibidos desde 1989) se haya logrado contagiar a ratones en el laboratorio, les lleva a rechazar por el momento una relaci¨®n causal.
En el reino animal la transmisi¨®n es m¨¢s evidente. En el zoo de Londres, un grupo de fieras desarroll¨® enfermedades -que dejaban en su cerebro los agujeros antes descritos, despu¨¦s de comer carne de otros bichos enfermos. Con las vacas sucedi¨® lo mismo.
La situaci¨®n de Victoria Rimmer ha reavivado una pol¨¦mica intermitente en los ¨²ltimos a?os en el Reino Unido. Pero el Gobierno acude a cient¨ªficos solventes antes de dictar sus normas de seguridad afimentaria y los laboratorios no han conseguido probar que la carne de las vacas locas pueda infectar al hombre. Las organizaciones de consumidores siguen formulando dos preguntas: ?Cu¨¢nto ganado enfermo se est¨¢ comiendo el p¨²blico y c¨®mo es de infecciosa su carne?
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