Ning¨²n lugar en el mundo
El Gobierno ordena expulsar a seis polizones africanos rechazados en Holanda y Portugal
Sus vidas se entrecruzaron en la sordidez de la bodega de un barco. Salieron de los cuatro costados de ?frica por la puerta de emergencia, sumergidos en las tinieblas durante semanas. Cuando vieron la luz, estaban en Europa, pero nadie les quer¨ªa: ni los espa?oles ni los holandeses ni los portugueses. Al fin encontraron refugio en la Cruz Roja de Pontevedra. Desde el, pasado septiembre, los seis han tenido tiempo para hacer amigos, aprender un poco de espa?ol y echarle el ojo a alguna chica. Hasta que les han vuelto a recordar que no son bien recibidos. El Gobierno les ha dado 15 d¨ªas para abandonar el pa¨ªs.Juma Ismaili s¨®lo tiene 21 a?os, pero a sus espaldas hay m¨¢s vida que la que conocer¨¢ nunca cualquier chico europeo. Sentado sobre un colch¨®n, su mirada parece perdida en alg¨²n lugar de la isla de Zanz¨ªbar, en el Indico, de donde huy¨® de la c¨¢rcel hace m¨¢s de dos a?os. Desde que la Comisi¨®n Interministerial de Asilo y Refugio le deneg¨® la pasada semana su solicitud de asilo pol¨ªtico, Juma ya no quiere ir a clase de espa?ol. En agosto de 1993, cuando la polic¨ªa le persigui¨® por Sagunto o baj¨® esposado al puerto holand¨¦s de Rotterdam, ya comprendi¨® que nada iba a ser f¨¢cil en Europa. Ni en Pontevedra, donde encontr¨® comida y albergue. Hace poco paseaba del brazo con su amiga Susana y, al cruzarse con un matrimonio de edad, la mujer espet¨® a la chica: "?Puta blanca!". Pero Zanz¨ªbar es peor. "All¨ª me matar¨ªan nada m¨¢s llegar. Mi madre ha tenido que huir a Kenia", balbucea t¨ªmidamente. Durante dos a?os cruz¨® ?frica de costa a costa: Tanzania, Kenia, Sud¨¢n, la Rep¨²blica Centroafricana y, por fin, Camer¨²n. All¨ª, en el puerto de Douala, se col¨® en las bodegas del mercante alem¨¢n Herm Schepers. En la oscuridad encontr¨® cinco vidas que val¨ªan tan poco como la suya: las de los zaire?os Alexis Foyi, de 19 a?os; Jacks Mbo, de 20, y Pablo Adocha, de 16, quien asegura que su padre fue asesinado por preparar un golpe de Estado contra Mobutu Tse Tseko. Tambi¨¦n estaban el camerun¨¦s Daniel Ndjock, de 20, acusado de la muerte de un polic¨ªa, y el nigeriano Clement Monfunyana, de 23, pr¨®fugo tras ser denunciado por su patr¨®n. Los seis se encontraron en aquel barco, locos de miedo y de hambre, y casi matan del susto al capit¨¢n. En Sagunto tres se tiraron al mar, pero la polic¨ªa los subi¨® otra vez a bordo. En Rotterdam estuvieron seis horas, y en el puerto portugu¨¦s de Leixoes les dejaron bajar, pero 20 polic¨ªas les condujeron hasta el paso fronterizo de Tu?. La Cruz Roja se hizo despu¨¦s cargo de ellos.
No tienen nada, ni siquiera existen para la burocracia porque ning¨²n papel acredita su identidad. Se aferran a¨²n a la esperanza de que sean escuchadas las numerosas organizaciones que han emprendido una campa?a para detener su expulsi¨®n.
A los seis les molesta sobre todo que la gente no les quite los ojos de encima. Van a un bar y todos les miran. Est¨¢n asustados' y confundidos. Algunos en la Cruz Roja les dicen que no hablen con la prensa y tres de ellos se niegan a posar para las fotos. Clement Monfunyana, el de la mirada m¨¢s triste, sabe que no tiene nada que perder: "Si me echan de aqu¨ª, no hay ning¨²n lugar adonde pueda ir. En Nigeria, mi familia est¨¢ en la c¨¢rcel. Mi ¨²nica esperanza es quedarme". Pero aqu¨ª su presencia resulta inc¨®moda.
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