El pisamierdas
Era un verdadero espect¨¢culo ver a un menudo ciudadano japon¨¦s, cargado de m¨¢quinas de fotos, dando saltitos y requiebros en mitad de una calle pr¨®xima a la plaza de Oriente. "?Son como ni?os!", pens¨¦. Cuando se encontraba casi frente a m¨ª me percat¨¦ de que ¨¦l deb¨ªa tener la misma impresi¨®n sobre mi persona. Ambos ¨ªbamos, sin damos cuenta, haciendo eses m¨¢s propias de borrachines que de gente seria, tratando de sortear con suerte desigual una aut¨¦ntica plantaci¨®n de cagadas de perro.Cuando crees que has superado una, te despistas mirando, por ejemplo, las antiguas farolas del exterior del convento de la Encarnaci¨®n y, cuando vuelves a mirar al suelo (no hacerlo es suicida), compruebas que est¨¢s a punto de aplastar otra. Hay d¨ªas en que realmente me siento un participante en una especie de gincana de peatones o, como dice mi mujer, en un pisamierdas.
"Manolo, ?por qu¨¦ no sacas a pasear al perro?". Ese pasear, dig¨¢moslo claro, es en realidad "cagar a la calle". Y, claro, hay propietarios. de perros razonables y c¨ªvicos, pocos la verdad, que ponen a sus canes a hacer sus necesidades en la isleta de un ¨¢rbol, en el bordillo de la acera o en la boca de una alcantarilla. Hay alguna rara excepci¨®n que, como en los pa¨ªses llamados, no siempre positivamente, "europeos" sacan una palita, recogen los excrementos del perro, los meten en una., bolsita de papel de estraza -ambos elementos se venden juntos- y lo tiran todo a la papelera.
Pero la mayor¨ªa nos dejan la calle (cuanto m¨¢s tranquila y bonita, peor) plantada de cagarrutas que ellos no quieren en su casa porque huelen mal y ensucian la moqueta. ?Por qu¨¦ tengo que aguantar que, para que no se ensucien sus casas me pringue los zapatos o las ruedas del cochecito de mi ni?o d¨ªa s¨ª y d¨ªa tambi¨¦n? Y, claro, el Ayuntamiento tampoco ayuda nada. No recuerdo yo ning¨²n bando (?cu¨¢nto te recordamos, Tierno!) llamando la atenci¨®n a los propietarios de perros sobre el mal efecto que causa ver el casco urbano de Madrid convertido en una especie de letrina colectiva. Los barrenderos no se encargan de recoger inmundicias, tampoco se riegan las calles a presi¨®n, ni existen, como en Par¨ªs, esos cochecitos que se llevan toda la porquer¨ªa de las aceras. Creo que hay uno en la calle de Goya pero me temo que es de adorno.
Acabo de enterarme de que el alcalde ?lvarez del Manzano, adem¨¢s de un oso antimorosos, tiene tambi¨¦n un par de perritos de esos que hacen caquita en la calle.
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