Yo tambi¨¦n quiero ir a Itaca

Vengo leyendo a Manuel Vicent con regularidad desde hace alg¨²n tiempo, seducida por el tono, el ritmo, el fondo y la forma de sus reflexiones. Ahora quiero darle p¨²blicamente las gracias. Por sus palabras y por su persona, porque me siento obligada a felicitar a determinados seres por su existencia.La primera cr¨®nica Del Caf¨¦ Gij¨®n a Itaca me impresion¨® de forma particular. Toc¨® tantas fibras a un tiempo que me sent¨ª deslumbrada y tuve que coger pluma y papel (los borradores, siempre en pluma y papel, primer placer del ejercicio de la palabra para m¨ª) para escribir esto. Como catalana en Madrid, considero acertad¨ªsimo el retrato semiesbozado en la cr¨®nica. Me conmueve su particular capacidad para captar el latido especial de esta ciudad, lo amargo y lo sublime.

He tenido ocasi¨®n de ver entrevistado a Vicent en dos de los cada vez m¨¢s escasos programas interesantes de televisi¨®n. Nada que reprochar a su persona, a su discurso. Un rasgo especial a destacar: su escepticismo a veces parece encubrir un permanente estado de vigilancia vital, acompa?ado de un entusiasmo contenido, pero no por ello menos apasionado, lo que le hace sencillamente encantador.

Tal vez el detonante ha sido que yo, hija del Mediterr¨¢neo, y gracias a ciertas palabras breves y sabias de Henry Miller, he concebido el deseo de viajar a Grecia, o Chipre; o, s¨¦ bien lo que quiero, cualquier playa, cualquier rinc¨®n; con una nota mediterr¨¢nea basta (habitaci¨®n blanca, persiana verde, mujer de negro en el muelle... aqu¨ª est¨¢ todo. Vicent sabe lo que dice). Y ahora que se intuye leve pero inevitable la primavera, el deseo me parec¨ªa una carga casi imposible de llevar si no grito que yo, yo tambi¨¦n quiero ir a Itaca.-