La visita del presidente no aplaca la c¨®Iera en Hebr¨®n

Los esfuerzos de Israel para aplacar la furia ¨¢rabe tras la matanza de Hebr¨®n no convenc¨ªan ayer a nadie. El presidente Ezer Weizman cumpli¨® con el ceremonial b¨¢sico. Fuertemente escoltado fue a la ciudad del sacrificio para ofrecer las condolencias del Estado jud¨ªo. El alcalde de la localidad, Abdel Mayi Zir, que tiene que agradecer el cargo a Israel, se deshizo en halagos ante el gesto. Era una escena pat¨¦tica. Se dieron la mano e intercambiaron deseos de paz entre centenares de palestinos congregados para tratar, sin ¨¦xito, de decir al jefe de Estado que es incapaz de controlar a asesinos como Baruch Goldstein, el jud¨ªo de Nueva York armado y uniformado por Israel que el viernes mat¨® a 48 palestinos en la mezquita de Abraham.Las patrullas que manten¨ªan a familiares de las v¨ªctimas de la matanza a raya, a 300 metros del Ayuntamiento, no dejaron que Weizman oyera la voz de la calle palestina ni el juicio de los notables del pueblo. El cincuent¨®n Al¨ª Mehana, el mujtar de Hebr¨®n, fue atropellado por los soldados cuando trat¨® de acercarse. "No llevo armas", dice. "S¨®lo quisiera decirle al se?or Weizman que nos dejen en paz, que nos dejen rezar, que consideren la imprudencia de mantener una colonia jud¨ªa en nuestro pueblo". Metros m¨¢s atr¨¢s, j¨®venes palestinos arrojaban piedras al grito de "?Al¨¢ es grande!" y ?Arafat es una mierda!".

Los palestinos desconf¨ªan de las declaraciones oficiales, como la decisi¨®n del Gobierno israel¨ª de "estudiar formas para desarmar a los extremistas jud¨ªos", como los correligionarios de Goldstein, los miembros del movimiento Kach del difunto Meir Kahane, el hombre que abogaba por el uso de insecticidas para eliminar a los ¨¢rabes.

El asesino es un h¨¦roe

Bastaba darse una vuelta por el sector jud¨ªo de Hebr¨®n para descubrir la admiraci¨®n de los colonos hacia el hombre, o los hombres, que dispararon contra musulmanes que oraban el viernes. "Ha sido un obsequio valioso en ocasi¨®n del Purim", dijo uno de ellos que transitaba por una calle de Hebr¨®n escoltado por nueve soldados israel¨ªes, que se rieron ante lo que les pareci¨® una ocurrencia apropiada para la carnavalesca fiesta jud¨ªa que termin¨® tranquilamente ayer mientras en Jerusal¨¦n se enterraban los restos de Goldstein en medio de fuertes medidas de seguridad.

"Deb¨ªan haberlo enterrado en el cementerio jud¨ªo de Hebr¨®n", exclam¨® Un colono que vagaba armado por el mercado de verduras, donde los jud¨ªos han pintado estrellas de David en las ¨²ltimas horas. "Baruch Goldstein es nuestro h¨¦roe", dijo el hombre.

Doscientos metros al este docenas de palestinos acumulaban piedras para una infructuosa marcha hacia la mezquita. Los dirig¨ªa un hombre fornido llamado Munir. Su arenga era simple: "Vamos a matar a estos hijos de puta", dijo mientras recog¨ªa piedras.