Sobre libros de estilo
Parece bastante evidente que la Real Academia Espa?ola ha entrado ahora en una fase de creciente presencia p¨²blica despu¨¦s de un tiempo en que las transformaciones experimentadas por nuestra sociedad la hab¨ªan dejado atr¨¢s, un tanto aislada y como resignada a seguir vegetando en su tradici¨®n. Esos cambios sociales -y en particular los promovidos por los nuevos medios de comunicaci¨®n audiovisual- reclaman ahora que se cumpla en una u otra manera, de acuerdo a las actuales circunstancias, aquella funci¨®n que en principio vino a desempe?ar la instituci¨®n acad¨¦mica: es decir, la de ofrecer criterios y una gu¨ªa segura en cuanto al uso del idioma. El deterioro de la ense?anza general y, por otra parte, la cada vez menor incidencia de las minor¨ªas cultas sobre el conjunto de la poblaci¨®n hacen cada vez m¨¢s patente la falta de tal gu¨ªa. La gente carece de pautas solventes al respecto, y as¨ª, en la pr¨¢ctica, lo que se lee en los peri¨®dicos, y sobre todo lo que se oye decir desde las emisoras de radio y televisi¨®n, se ha convertido de hecho en el modelo ¨²nico y verdadera autoridad ling¨¹¨ªstica del pa¨ªs.Al haber adquirido conciencia de esta realidad, los profesionales m¨¢s responsables entre quienes manejan esos medios est¨¢n procurando desde hace ya alg¨²n tiempo poner coto al destrozo idiom¨¢tico producido a trav¨¦s de la prensa escrita y las emisoras electr¨®nicas por la ignorancia o la incuria de muchos. Y uno de los recursos a que apelan para remediar esta situaci¨®n es el de codificar en los llamados libros de estilo aquellas normas a que deber¨¢n atenerse los periodistas en su empleo del idioma. A decir verdad, tales c¨®digos son en gran parte no otra cosa que res¨²menes manuales de la gram¨¢tica que todo el mundo hubiera debido estudiar y salir sabiendo de' la escuela, pero que la escuela no ha ense?ado.
Gracias a mi condici¨®n de acad¨¦mico y, como tal, interesado en la cuesti¨®n, debo sin duda el que haya llegado a mi mesa de trabajo un ejemplar del Libro de estilo compuesto por Telemadrid para uso de su personal, obra que, desde luego, me he apresurado a examinar con mucho gusto y atenci¨®n. Uno de sus autores, Ram¨®n Sarmiento, declaraba d¨ªas atr¨¢s en una interview publicada por este mismo diario que los peri9distas "son los verdaderos profesores de espa?ol e influyen en la entonaci¨®n y el l¨¦xico de los oyentes". Es ¨¦ste un hecho innegable. Cuando la ense?anza p¨²blica ha llegado a ser aqu¨ª (y no sirva de consuelo el que algo semejante ocurre en todas partes) tan deficiente como para que much¨ªsimos de los estudiantes que se grad¨²an lo hagan sin haber aprendido a expresarse oralmente con aceptable congruencia, o a redactar una frase que tenga sentido, por no hablar de ortograf¨ªa o de propiedad sem¨¢ntica; cuando el grueso de la poblaci¨®n (cuya inmensa mayor¨ªa es tan ajena al ejercicio de la lectura como a diario suele denunciarse y lamentarse) s¨®lo por el o¨ªdo recibe su cotidiano pasto informativo, resulta inevitable que el locutor de radio o televisi¨®n sea quien establezca las pautas verbales de toda la comunidad hablante. En concordancia con las citadas palabras de uno de sus redactores, el libro de estilo a que me refiero sostiene ser cosa probada "desde una perspectiva socioling¨¹¨ªstica que dicho lenguaje (es decir, el dirigido porla televisi¨®n a una audiencia urbana) sirve de modelo para el resto de la audiencia que reside en otras partes de la comunidad aut¨®noma" a cuyo servicio se encuentra Telemadrid. Pero no se olvide que, aun cuando este libro de estilo, como cuantos pueden acaso cumplir funci¨®n an¨¢loga en otras televisiones y radios, o en peri¨®dicos impresos, o en la redacci¨®n de agencias noticiosas, est¨¢ dirigido de manera especial a sus propios profesionales, dada la universalidad del p¨²blico oyente, consideraciones tales son tambi¨¦n v¨¢lidas con car¨¢cter universal. Las comunicaciones por v¨ªa electr¨®nica alcanzan en definitiva al mundo entero, y bien sabemos que el idioma espa?ol no est¨¢ reducido a los territorios europeos que lo emplean, sino que alcanza su mayor expansi¨®n en ultramar.
A este prop¨®sito, es interesante notar otra frase que, sacada de aquella misma interview, el diario destacaba en su titular. Seg¨²n ella, el profesor Sarmiento dijo: "En Iberoam¨¦rica hablan mejor espa?ol que en Madrid"; y aqu¨ª quisiera yo enlazar esa opini¨®n con un comentario, ¨¦ste de mi compa?ero el acad¨¦mico Gregorio Salvador, recogido igualmente en las p¨¢ginas de EL PA?S, acerca de las telenovelas, los llamados culebrones, que, producidos en diversos lugares de Am¨¦rica, suministran popular entretenimiento a tanta gente en ambos lados del Atl¨¢ntico. Pues si tratamos del lenguaje o¨ªdo en los medios electr¨®nicos, conviene puntualizar que los televidentes est¨¢n expuestos no s¨®lo al m¨¢s o menos cuidadoso y correcto que puedan emplear sus locutores profesionales, sino que mediante las ondas les llegan asimismo otras diversas manifestaciones verbales: no s¨®lo el lenguaje de las dichas telenovelas y del usado en las pel¨ªculas que el medio produce o adquiere para transportarlas a la pantalla dom¨¦stica, pues aun sin contar con los muchos programas recreativos, hay que tener en cuenta todav¨ªa otras dos fuentes principales: el lenguaje de los pol¨ªticos y el usado por los contertulios en los numerosos programas de discusi¨®n que suelen ofrecerse a la curiosidad p¨²blica.
Seg¨²n piensa mi amigo Gregorio Salvador, en los culebrones se procura, buscando el m¨¢s extenso p¨²blico, alcanzar un lenguaje com¨²n y bien comprensible para todos nuestros pa¨ªses, con el feliz resultado de reIntroducir aqu¨ª el empleo de t¨¦rminos y formas de expresi¨®n que, abandonados entre nosotros, siguen teniendo curso en Am¨¦rica (en una pl¨¢tica privada me citaba ¨¦l, por ejemplo, este mismo verbo platicar), aliviando con ello la escualidez en que nuestra habla corriente ha deca¨ªdo. Aunque no estoy demasiado atento a ese particular sector de los programas televisivos, creo, sin embargo, que mi colega est¨¢ en lo cierto.
En cuanto al lenguaje de los pol¨ªticos... Desde luego, no faltan entre ellos algunos que se expresan con correcta y suelta elegancia; pero en general, habi¨¦ndose perdido ya el viejo y noble arte de la oratoria, la elocuci¨®n del pol¨ªtico, an¨¢loga en esto a la del periodista, suele ofender a la gram¨¢tica e incurrir al mismo tiempo en la m¨¢s rid¨ªcula pedanter¨ªa, muchas veces no tan inocente, pues persigue acaso ocultar la realidad de los hechos o la direcci¨®n de las intenciones bajo una malformaci¨®n de palabras seudot¨¦cnicas, cuando no simplemente disimular el vac¨ªo de contenido.
?Qu¨¦ decir de los debates y tertulias convocados para ilustrar o entretener al auditorio? Si el antiguo arte de la oratoria cay¨® en desuso, ese otro arte sutil y exquisito -el arte de la educada conversaci¨®n- ha sido abandonado por completo en la intimidad de la vida privada y, lamentablemente, tambi¨¦n en el terreno de la vida civil. El espect¨¢culo de los tales encuentros televisivos no podr¨ªa ser m¨¢s deplorable. Ah¨ª no valen razones, ah¨ª no caben sutilezas ni matices. Todos los participantes gritan, nadie escucha a nadie, se quitan la palabra los unos a los otros, y son quienes m¨¢s levantan la voz los que consiguen apabullar al resto. El lenguaje que se emplea en estos coloquios es el nada refinado del habla vulgar, sin que apenas nadie se prive de acudir a las expresiones m¨¢s groseras.
Con todo, en punto a groser¨ªa son los diversos programas de entretenimiento, producto de las emisoras, los que, en una fren¨¦tica acumulaci¨®n de vocablos soeces e indecentes, se llevan la palma.
Pero esto rebasa ya con mucho el tema de la deseable correcci¨®n y propiedad del lenguaje period¨ªstico, aunque no, desde luego, el de las responsabilidades que competen a quienes tienen en su mano el control de los medios de comunicaci¨®n p¨²blica, pues en su mano est¨¢ sin duda el poner alg¨²n discreto l¨ªmite al mont¨®n de zafiedades que esos medios vierten a diario en los o¨ªdos del televidente.
Por cuanto afecta al correcto uso y propiedad gramatical del lenguaje, la presencia cada d¨ªa m¨¢s notoria, aunque con actuaci¨®n siempre discreta, de la Real Academia en esta fase de la sociedad espa?ola debe saludarse como una se?al favorable en el camino hacia la dignificaci¨®n de nuestras costumbres idiom¨¢ticas.
es escritor.
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