Emblema y caso
El se?or ministro de Justicia est¨¢ muy contento, tambi¨¦n los peri¨®dicos y sus editorialistas, y unos cuantos columnistas; no s¨¦ si tanto los jueces. El motivo de tanta alegr¨ªa es que, por fin, va a haber jurados en Espa?a. Si algo frena el entusiasmo es que de momento no van a arbitrar en todo tipo de delitos, sino s¨®lo en unos cuantos, no necesariamente mayores.Supongo que as¨ª debe ser en un pa¨ªs democr¨¢tico y en una sociedad democr¨¢tica (el adjetivo empieza a heder, por abuso y por lo mucho que se llena la boca de quienes suelen emplearlo como si fuera un salvoconducto). Parece como si, una vez convertidos en tales, los espa?oles hubi¨¦ramos mejorado por arte de t¨ªtulo o definici¨®n m¨¢gica y, por tanto, debi¨¦ramos ser considerados magn¨ªficos a todos los efectos. Y no s¨®lo eso, sino perfectamente capacitados para desempe?ar cualquier funci¨®n y llevar a cabo cualquier tarea. Y as¨ª debe ser, en efecto, si nos pensamos en abstracto, como acostumbra a ser la norma: puesto que somos innegablemente democr¨¢ticos, nada nos impide hacer lo que hacen otros pa¨ªses de nuestra noble cuerda y, por tanto, debemos hacerlo: el ministro de Justicia debe hacerlo, los peri¨®dicos y sus editorialistas deben ponerse contentos, celebrarlo los columnistas. Todo ello irreprochable, no tengo queja.
Sin embargo, hay individuos a los que todav¨ªa nos cuesta ver a nuestros compatriotas en abstracto, y a esa luz concreta yo no puedo sino lamentar la pr¨®xima existencia de jurados y asustarme bastante. La principal raz¨®n es evidente y debe ir a buscarse en el propio pa¨ªs que nos marca la pauta en este asunto: a tenor de las noticias que llegan abundantemente sobre los m¨¢s sonados juicios norteamericanos, parece haberse perdido una de las ideas fundamentales en todo el proceso, la idea de caso, para ser sustituida por la mayor aberraci¨®n jur¨ªdica, la idea de emblema, representaci¨®n o ejemplo. Si se observan los espect¨¢culos titulados Anita Hill contra el juez Thomas, La miss violada contra el boxeador Mike Tyson, La invitada violada contra un joven Kennedy o el m¨¢s reciente Bobbitt contra Bobbitt, que ha llegado a nuestras mism¨ªsimas pantallas (y pido perd¨®n por no recordar los nombres de todos los protagonistas), se comprobar¨¢ que a nadie parec¨ªa preocuparle la verdad de cada caso, es decir, si realmente el juez acos¨®, el p¨²gil y el v¨¢stago con apellido violaron o si la emasculadora cometi¨® o no un delito al emascular al bruto. Lo ¨²nico que importaba era si unos y otros ser¨ªan condenados o absueltos en tanto que emblemas o muestras, exactamente como si fueran personajes de telefilmes con moraleja. A nadie parec¨ªa interesarle juzgar a los individuos y ver sus, casos, sino a lo que se decidi¨® que representaban: la mujer subalterna negra contra el poderoso hombre negro apoyado por blancos, la joven ambiciosa e ingenua contra la celebridad deportiva, la mujer contra el hombre siempre, y viceversa. Las feministas ve¨ªan en la condena de los varones un triunfo, independientemente de lo que en verdad hubiera sucedido en cada ocasi¨®n; los machistas militantes, una victoria en su absoluci¨®n, aunque se demostrara que eran culpables. ?sta es la sociedad (democr¨¢tica, descuiden) de nuestros d¨ªas, y los jurados pertenecen a esa sociedad en mucho mayor grado que un juez especializado y profesional.
No es que tenga gran cosa a favor de los magistrados espa?oles en general, con una larga trayectoria de parcialidad y abusos nada lejana. Pero tampoco puedo olvidar que, por muy magn¨ªfico que sea nuestro pa¨ªs titularmente hoy en d¨ªa, la mayor¨ªa de mis compatriotas no s¨®lo participa del simplismo televisivo a que acabo de referirme, de la abstracci¨®n como m¨¦todo de enjuiciamiento y de la idea de ejemplificaci¨®n como prejuicio aceptable y aun estimable. Tambi¨¦n me parece que demasiados son virulentamente cotillas, morbosos, hip¨®critas y sanguinarios (aunque quiz¨¢ tampoco en eso se diferencien de otras sociedades). Lo cierto es que si un d¨ªa cometo un delito (y qui¨¦n no comete alguno, seg¨²n las leyes), lo ¨²ltimo que quisiera ser¨ªa verme juzgado por representantes puros de una ciudadan¨ªa que pasa indiferente ante el cuerpo ca¨ªdo de un hombre en la calle, que jalea los tortazos que se dan dos conductores en un sem¨¢foro en vez de intentar separarlos, que denuncia a sus vecinos con suma frecuencia aunque no le vaya nada en ello, que se organiza en partidas para apalear drogadictos, que mira con malos ojos los otros colores, sobre todo si son pobres, y que tienen por programas favoritos truculencias variadas y la silla el¨¦ctrica de Juli¨¢n Lago. Aun as¨ª, supongo que, lo correcto es que se instituya el sistema de jurados, no en balde somos tan democr¨¢ticos. Pero, por favor, no se me pida que adem¨¢s est¨¦ contento.
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