M¨¦xico y la reforma electoral
Salvo si la instrucci¨®n armada chiapaneca se extiende a otras regiones de M¨¦xico o recrudecen los combates en el sur del pa¨ªs, entre las principales consecuencias de la rebeli¨®n de Chiapas figurar¨¢ una largamente esperada reforma electoral. ?sta, a diferencia de aquellas que fueran promulgadas anteniormente por Carlos Salinas de Gortari, revestir¨¢ dos caracter¨ªsticas in¨¦ditas: una, el ser indispensable para el r¨¦gimen, con el fin de evitar una verdadera conflagraci¨®n electoral a partir del 21 de agosto; y dos, contar con la aprobaci¨®n de aquel sector de la oposici¨®n hasta ahora renuente a pactar con el Gobierno, a saber, el cardenismo.Todo indica que nos encontramos en v¨ªsperas de una reforma de esta ¨ªndole. El r¨¦gimen ya acept¨® el principio de un periodo extraordinario de sesiones del Congreso para darle forma legislativa; el PRI ya acept¨® en los hechos la presencia de observadores internacionales para los pr¨®ximos comicios; Cuauht¨¦moc C¨¢rdenas y el Partido de Acci¨®n Nacional est¨¢n a punto de comprometer el voto de sus parlamentarios y de sus seguidores a favor de una legislaci¨®n electoral reformada. Nada es seguro en M¨¦xico hasta que ocurra, y el anuncio de las intenciones de un r¨¦gimen boc¨®n y bravuc¨®n no equivale a la realizaci¨®n de las mismas. Pero esta vez parece que va en serio.
El r¨¦gimen del presidente Salinas requiere de una reforma electoral por tres razones. La primera es Chiapas. Dada la enorme dificultad de alcanzar una soluci¨®n regional al embrollo chiapaneco a corto plazo, la ¨²nica respuesta gubernamental viable a la crisis desatada por los acontecimientos del primero de enero reside en una apertura pol¨ªtica nacional. A menos de poder lograr pronto el desarme de una facci¨®n mayoritaria de la guerrilla zapatista, la ¨²nica otra opci¨®n disponible para el Gobierno consiste en desactivar las principales demandas -locales y nacionales- de la misma, y de esa manera volver redundante a ojos de la sociedad el recurso a las armas. Entre esas demandas destaca la de elecciones limpias.
La segunda raz¨®n de una reforma estriba en el peligro de un estallido en su ausencia. No es lo mismo el fraude y la protesta callejera poselectoral antes que despu¨¦s de Chiapas. Ahora hay armas de por medio y, sobre todo, el ejemplo de lo que se puede lograr si se saben usar. Prevalece tambi¨¦n una irritaci¨®n mayor de amplios sectores de la poblaci¨®n y una mayor conciencia de la sociedad civil. Por ¨²ltimo, Cuauht¨¦moc C¨¢rdenas, el ¨²nico candidato de oposici¨®n susceptible de movilizarse en contra del fraude, posee hoy una fuerza que no ten¨ªa hace tres meses. El C¨¢rdenas en la calle con un raqu¨ªtico 15% del voto ya es otro: el que impulsar¨¢n cientos de miles de cardenistas iracundos en el Z¨®calo o plaza de Armas de la ciudad de M¨¦xico en agosto pr¨®ximo.
Tercera raz¨®n: la mirada externa. La Administraci¨®n de Clinton sin duda preferir¨ªa hacer la vista gorda en caso de un macrofraude en M¨¦xico., Pero todo indica que hacerlo provocar¨ªa serios enfrentamientos en la prensa, en la academia, entre las ONG norteamericanas y en el Congreso. Estados Unidos no va a salvar a M¨¦xico del fraude electoral, pero tampoco podr¨¢ salvar ya a Carlos Salinas de Gortari de las consecuencias de cometerlo. En vista de la relativa sencillez de la reforma, ni siquiera Washington podr¨¢ fingir incomprensi¨®n. Revisi¨®n, correcci¨®n y acceso al padr¨®n electoral; conformaci¨®n de ¨®rganos electores independientes a todos los niveles, regulaci¨®n y limitaci¨®n del gasto y financiamiento de las campa?as, acceso equitativo y regulado a los medios masivos de comunicaci¨®n, observadores nacionales y, en su caso, internacionales: he aqu¨ª los puntos esenciales de la agenda electoral.
Si la reforma esta vez es indispensable debido a las implicaciones tan negativas que entra?ar¨ªa su inexistencia, ello, a su vez, obliga a hacer una reforma por consenso: si no est¨¢n todos, no sirve. 0 mejor dicho: si no est¨¢ C¨¢rdenas, es in¨²til y tautol¨®gica. La raz¨®n de ser de la reforma consiste justamente en evitar que C¨¢rdenas cuestione los resultados de agosto. Si no aprueba la reforma, no se sentir¨¢ comprometido por el dictamen oficial de la elecci¨®n. Por esta misma raz¨®n se puede esperar l¨®gicamente que el candidato del PRD tense la cuerda al m¨¢ximo antes de pactar: sabe que el Gobierno tiene que ceder y que, si no lo hace, peor para el Gobierno, y quiz¨¢ mejor para C¨¢rdenas.
El r¨¦gimen, sin embargo, enfrenta un problema que constituye el quid del asunto. En las circunstancias actuales -pos-Chiapas, pos-milagro salinista-, si el proceso electoral, en su conjunto ; en todas sus minucias, se ajusta a un orden consensuado y desprovisto de trampas y mafias, el PRI puede perder: eventualidad todav¨ªa intolerable para el poder.
Una econom¨ªa estancada, un partido dividido, un presidente saliente desgastado, una oposici¨®n tonificada, una sociedad hastiada y una elecci¨®n limpia, son ¨¦stos los ingredientes de una contienda re?ida en extremo. Nada garantiza el triunfo de la oposici¨®n, pero ya en estas condiciones nada asegura la victoria del PRI. En una palabra, la elecci¨®n se vuelve incierta, y pocas cosas aterran tanto a las ¨¦lites mexicanas como esta incertidumbre. Sin reforma, todo puede suceder despu¨¦s del 21 de agosto; con reforma, todo puede suceder el mismo 21 de agosto. Por ello es preferible una reforma; por ello es perfectamente factible que no tenga lugar.
Ahora bien, bajo el supuesto de que se produzca la reforma electoral mencionada, y que la totalidad del proceso electoral sea equitativo, se pueden dar dos contiendas diferentes. Una favorece a la oposici¨®n, en general, y a C¨¢rdenas, en particular, y es la que se ha dado hasta ahora. Por hoy, ¨¦sta es una campa?a que gira en tomo al juicio al sexenio que termina y a los errores y abusos que se cometieron y que condujeron a la situaci¨®n actual: excesivo combate a la inflaci¨®n, inexistencia del crecimiento econ¨®mico y del empleo, concentraci¨®n de la riqueza, ausencia de proceso democratizador, corrupci¨®n, docilidad excesiva frente a Estados Unidos, arrogancia intelectual y descuido de la pol¨ªtica social, etc¨¦tera. En esa disputa, los cr¨ªticos del r¨¦gimen salen invariablemente triunfantes: es f¨¢cil criticar a un Gobierno que cometi¨® errores indudables, y es sumamente dif¨ªcil explicar que en el caso de muchos de esos errores las opciones no eran agradables ni atractivas. Mientras la elecci¨®n sea limpia y el debate se centre en el balance del sexenio, la oposici¨®n lleva las de ganar.
C¨¢rdenas, el principal rival del candidato del PRI, Luis Donaldo Colosio, ha desarrollado un gran acumen t¨¢ctico para el combate pol¨ªtico cotidiano contra el Gobierno. Chiapas, por supuesto, le ayuda: las haza?as de los zapatistas han puesto a la defensiva al r¨¦gimen. En cambio, el candidato del PRI a¨²n no desarrolla la agudeza t¨¢ctica que se requiere para una campa?a de golpes y contragolpes, de poca sustancia y mucha agilidad.
Para que la evoluci¨®n de la campa?a se inclinara a favor del candidato del PRI tendr¨ªa que volcarse el debate en otro tema: ya no qu¨¦ pas¨®, sino qu¨¦ va a pasar. Cuando la batalla electoral comienza a dirigirse a la discusi¨®n en cualquier pa¨ªs de r¨¦gimen autoritario, y sin duda hoy en M¨¦xico, se encuentra ante un obst¨¢culo real. Carece, por definici¨®n, de los cuadros, los recursos, la experiencia y la informaci¨®n para formular programas de gobierno y propuestas espec¨ªficas y para presentarlas de manera cre¨ªble. Por definici¨®n tambi¨¦n, un partido que lleva m¨¢s de medio siglo en el poder y que usa y abusa de los recursos del Estado puede generar tesis y esquemas, voceros y funcionarios sin mayores dificultades. Es bien sabido: el mejor argumento a favor de los partidos que se eternizan en el poder es que sus adversarios no saben gobernar. ?C¨®mo sabr¨ªan, si nunca han tenido la oportunidad de aprender?
En segundo lugar, la oposici¨®n cardenista ha enfrentado serios problemas para formular propuestas y programas, incluso m¨¢s all¨¢ de los impedimentos estructurales ya citados. El car¨¢cter heterog¨¦neo de la coalici¨®n pol¨ªtica que compone el PRD, y de la base social que votar¨¢ por C¨¢rdenas en agosto, constituye uno de los or¨ªgenes de dichos problemas. La gravedad de la si-
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tuaci¨®n del pa¨ªs es otro motivo; las caracter¨ªsticas personales de los principales dirigentes del cardenismo, el golpeteo del que han sido v¨ªctimas y las magras filas de altos funcionarios que se han pasado a la oposici¨®n tambi¨¦n explican el d¨¦ficit program¨¢tico del cardenismo.Pero estas limitaciones empalidecen a la luz del dilema de Luis Donaldo Colosio. Sin duda, ¨¦l y sus colaboradores tienen ideas, recursos e informaci¨®n que les permitir¨ªan presentar alternatias coherentes ante la ciudadan¨ªa. Pero no lo pueden hacer con la m¨¢s m¨ªnima credibilidad mientras no respondan a la pregunta de los sesenta y cuatro mil votos: ?por qu¨¦ no se les ocurrieron antes, y por qu¨¦ no lo hicieron mientras estaban en el poder? La ¨²nica respuesta posible a dicha pregunta se halla en el reconocimiento p¨²blico de los errores cometidos; sin aceptar los yerros pasados y utilizarlos como explicaci¨®n de la novedad del futuro, no hay propuesta del PRI veros¨ªmil. La desgracia del candidato del PRI -y del pa¨ªs- reside en que s¨®lo una persona puede permitirle romper con el pasado y mirar hacia el futuro: Carlos Salinas. Y no ha dado ninguna prueba de querer sacrificarse reconociendo sus propios errores, permiti¨¦ndole de esa suerte a su delf¨ªn nadar por cuenta propia.
No hay manera de esquivar el juicio al mandato salinista. Alguien lo tiene que hacer. Si no lo hace el propio Salinas lo llevar¨¢n a cabo sus adversarios; sus amigos y ante todo su sucesor en potencia tendr¨¢n que volverse sus defensores, en lugar de ser abanderados de sus propias causas. En este caso, el creciente temor entre pri¨ªstas de que C¨¢rdenas pueda ganar en agosto comenzar¨¢ a cundir. En cambio, si Salinas celebrara su propio juicio, despejando as¨ª el camino a un debate de fondo sobre el futuro de M¨¦xico y sobre la manera de rectificar "lo que no funcion¨®", todo es posible. Para empezar, la campa?a ser¨ªa realmente provechosa para el pa¨ªs. Luego, la contienda subir¨ªa de nivel, al darse entre dos contendientes que compiten entre s¨ª mismos y por s¨ª mismos, y no en defensa de tesis o posiciones ajenas. La condici¨®n de posibilidad de una contienda de altura es que el candidato del PRI pueda alejarse del presidente en funciones desde hoy; para ello, y en vista de las cuentas que entrega ¨¦ste, alguien tiene que enjuiciar su gesti¨®n.
La autoinmolaci¨®n fue un rasgo distintivo del sistema pol¨ªtico mexicano durante lustros. Es sin duda una de sus caracter¨ªsticas m¨¢s crueles, y tambi¨¦n de las m¨¢s eficaces. Se puede cambiar de sistema (la aspiraci¨®n de la mayor¨ªa de los mexicanos). O se puede morir por el sistema que le dio vida a sus art¨ªfices y creaturas. En cuyo caso hay que respetar sus reglas y aceptar sus condenas: el sacrificio pol¨ªtico -que no humano- es uno de ellos.
es profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional Aut¨®noma de M¨¦xico.
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