El espacio silencioso del enigma
Una vez m¨¢s acudimos a la cita con un pintor que trabaja desde finales de los a?os sesenta y muestra regularmente su obra. En esta trayectoria, a lo largo de encuentros como ¨¦ste, hemos podido ver la obra de un artista que va perfeccionando su oficio, que entra en la madurez serenando sus modos y depurando sus medios. La pintura actual de Jordi Teixidor, alejada de los gritos de las posvanguardias, reclama el silencio para poder acentuar su capacidad reflexiva. Se trata de una pintura que parece huir del torrente de lo inmediato, del tumultuoso ruido que produce el traj¨ªn de la actualidad, para acotar una parcela en la que recrear la imagen de una ausencia s¨®lo rasgada por el sonido de una melod¨ªa ¨ªntima.La ambici¨®n de Jordi Teixidor no es ya la de conquistar un nuevo puesto en la feria de las vanidades, por el contrario, parece intentar ahora superar las servidumbres del oficio para acceder a la esfera de un conocimiento que se sit¨²a m¨¢s all¨¢ de la pintura. Es ¨¦ste, por lo tanto, el trabajo de un hombre que pretende, a trav¨¦s del arte, comprender saberes que no se cifran en libros, conocimientos que s¨®lo se consiguen en la introspecci¨®n y en la renuncia. De esta manera, su pintura se despoja de lo accesorio para acercarse a lo sustancial, llegando a acariciar la idea de vac¨ªo o, tal vez, de infinito. Por eso estos lienzos no presentan otra cosa que unas superficies pintadas con brochazos y pinceladas sin concesiones, son campos de color que parece contener turbulentas corrientes subterr¨¢neas que insin¨²an, en sus procelosas inmensidades, los abismos del alma.Este tipo de despojamiento pict¨®rico responde a un impulso m¨ªstico, a un acto de fe laica consistente en creer en algo para hacerlo evidente. Pero no se trata de creer en lo imposible, sino s¨®lo en lo razonable. Surge en estas obras la raz¨®n pict¨®rica como objeto de la pintura, una raz¨®n que es ya, desde hace algunos a?os, dicha y repetida, como si el artista no pretendiera m¨¢s que insistir en. una misma frase.
Jordi Teixidor
Galer¨ªa Elba Ben¨ªtez. San Lorenzo, 11. Madrid. Hasta el 8 de abril.
Con estas premisas, el resultado que se ofrece al espectador puede ser calificado de dif¨ªcil. Toda exposicion toda obra, requiere al espectador de un esfuerzo y de una empat¨ªa, de una emoci¨®n y una reflexi¨®n que le conduzcan a una complicidad con las ideas y experiencias del autor; en este sentido, Jordi Teixidor parece alejarse del espectador por caminos personales. Las sordas superficies de colores pardos y grises y la fr¨ªa geometr¨ªa del cuadrado que configuran su pintura inducen al espectador a un distanciamiento de la experiencia emocional. La conexi¨®n con el mundo del pintor s¨®lo parece posible a trav¨¦s de los t¨ªtulos de sus cuadros, esos poemas m¨ªnimos que, en el fondo, no hacen m¨¢s que amplificar el silencio en el que anida el enigma de estas pinturas.
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