C¨®mo aprender a escuchar m¨²sica
9.000 escolares se familiarizan con los conciertos cl¨¢sicos a trav¨¦s de 'Vive la m¨²sica'
Son tan bajitos que no se ven. Las butacas del auditorio del centro cultural Conde Duque parecen vac¨ªas si se miran desde el fondo, pero est¨¢n ocupadas por ni?os entre seis y diez a?os. Unos 500 escolares acuden todos los martes y jueves a escuchar un concierto cl¨¢sico dentro del programa municipal Vive la m¨²sica. La risa, a ratos incontenible, y la tos en cadena alteran de cuando en cuando el concierto, pero todos guardan la compostura. Es la tercera vez que se ponen delante de la orquesta de 15 m¨²sicos, y probablemente sea la ¨²ltima: el programa, que comenz¨® hace dos a?os, se acaba en mayo.M¨¢s de alg¨²n aut¨®grafo ha tenido que firmar Jos¨¦ Fern¨¢ndez, el grueso director de la orquesta formada por estudiantes de conservatorio que ensayan una vez a la semana para las sesiones infantiles.
PASA A LA P?GINA 19
Lenguaje musical
Mel¨®manos de medio metro
"Hemos creado tres sesiones distintas para los mismos escolares. En la primera les ense?amos el lenguaje musical. Las diferentes m¨²sicas del mundo, la ¨¢rabe, la oriental y la occidental, llenaron la segunda clase. Ahora estamos preparando a los ni?os para que sepan seguir un concierto de verdad. Es como una sesi¨®n de iniciaci¨®n", explica Rafael Giraldes, miembro del equipo pedagogo que dirije el programa musical.A lo largo de las tres sesiones, los ni?os han aprendido a identificar frases musicales y melod¨ªas. Cuando comienza una frase levantan la mano derecha; cuando comienza la segunda suben la izquierda; H¨¦ctor, en el camino, se mete el dedo ¨ªndice en la nariz. La rapidez de los cambios mel¨®dicos entorpece la funci¨®n, y los ni?os optan por seguir el ritmo con las palmas o la cabeza. Uno lo lleva con los dientes de leche. "?El minueto era antiguamente una m¨²sica...?", pregunta Alc¨¢zar al auditorio infantil. "?Para bailar!", gritan ellos.
"Nuestro prop¨®sito no es descubir peque?os Mozart, ni tampoco convertirlos en fan¨¢ticos de la m¨²sica cl¨¢sica. Nos damos por satisfechos si la pr¨®xima vez que sus padres les anuncien que les llevar¨¢n a un concierto no pongan cara de horror, sino de predisposici¨®n", se?ala el equipo pedagogo.
H¨¦ctor ha sacado provecho de las clases en directo, que tambi¨¦n se han llevado a cabo en el Centro Cultural de la Villa. "Los instrumentos que m¨¢s me han gustado son los vientos de metal", dice sin pesta?ear. Alc¨¢zar, el animador, no se asombra: "Es l¨®gico, son los m¨¢s potentes", se?ala.
Para sensibilizar a los escolares -que no tienen ninguna asignatura musical en sus colegios-, el equipo pedag¨®gico no escatima recursos: les han contado cuentos, se han disfrazado y han invitado a los ni?os a subir al escenario para tocar aIgunos de los instrumentos. Muchos quedan tan satisfechos que antes de volver a su butaca saludan al p¨²blico con una aut¨¦ntica reverencia".
Cuesta mantener el orden en el auditorio, y los revoltosos se han llevado m¨¢s de un pellizco de sus maestras. Pero al final se dejan arrastrar por la m¨²sica y se callan respetuosamente. "Nosotros tambi¨¦n respetamos su edad. Sabemos que es imposible evitar algunas risas, y a m¨ª no me molestan cuando dirijo. Prefiero eso a un p¨²blico muerto", dice el director de la orquesta, cuyos componentes van en vaqueros y camiseta. Tras la ejecuci¨®n musical de 45 minutos, interrumpida por las atinadas explicaciones de Alc¨¢zar, la orquesta toca la m¨²sica de la marcha de los elefantes de El libro de la selva, y estalla la revoluci¨®n: el coro de 500 escolares resuena como tambores.
"Se portan como ni?os, pero tambi¨¦n lo viven como ni?os: con mucha intensidad, dice Bego?a, una maestra que va detr¨¢s de sus pupilos recogiendo monedas de 500 pesetas. "Tienen que comprar un mapa esta tarde y ya he encontrado unas 3.000 pesetas en el suelo".
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