Los testigos de las presuntas torturas a un polic¨ªa cuentan diferentes versiones
Los polic¨ªas Antonio Quero, y Eusebio Ocete, adscritos al grupo que mandaba Amador Miralpeix, incurrieron ayer en numerosas contradicciones sobre las circunstancias de la detenci¨®n del agente Jos¨¦ Manuel Cast¨¢n, fallecido en 1984, tres meses despu¨¦s de ser presuntamente torturado. El inspector Ocete, encargado de la instrucci¨®n de diligencias, reconoci¨® que la firma del acta de instrucci¨®n de derechos de Cast¨¢n no es la suya y que el detenido habr¨ªa firmado el acta horas despu¨¦s de su lectura.
El Inspector Antonio Quero afirm¨® que la noche del 1 de diciembre de 1983, cuando Miralpeix y su compa?ero Jos¨¦ Manuel Ortiz entraron en la brigada con el detenido y le quitaron las esposas, ¨¦l "estaba escribiendo a m¨¢quina" y oy¨® "un gran altercado". "Supongo que intent¨® atacarlos. Se produjo un forcejeo entre ellos". "Luego intervinimos otros dos inspectores. Hubo que reducirle en el suelo", prosigui¨®.Quero no recordaba si Cast¨¢n se dio alg¨²n golpe en el forcejeo, "pero pudiera ser", a?adi¨®. Seg¨²n este inspector, Cast¨¢n ten¨ªa manchas de sangre en la camisa cuando entr¨® en las dependencias, pero no apreci¨® que tuviera sangre en la cara. Quero y los dem¨¢s testigos negaron que hubiesen visto torturar al detenido.
El testimonio del inspector Eusebio Ocete fue mucho m¨¢s revelador. Desarbolado primero por el fiscal, Francisco Moreno, el polic¨ªa fue virtualmente vapuleado despu¨¦s por el acusador Jaime Sanz de Bremond, ante el que el testigo sucumbi¨® en contradicciones: "Cast¨¢n no firm¨® el acta cuando le le¨ª sus derechos. La firm¨® despu¨¦s de llamar a su mujer, cuando le subieron", confes¨®. El acusador le hizo notar que la mujer de Cast¨¢n llam¨® a la brigada a la 1.30 de la madrugada y en el acta figuraban las diez de la noche. "Primero le inform¨¦ de sus derechos y posteriormente firm¨®".
Sanz de Bremond sigui¨® preguntando si el acta la firm¨® Cast¨¢n exclusivamente delante de ¨¦l, a lo que el polic¨ªa respondi¨® afirmativamente. Cuando le pidi¨® que reconociera la firma, Ocete no pudo porque la firma era de otro compa?ero. ?De qui¨¦n es esa f¨ªrma?", inquiri¨® Sanz de Bremond. "No lo s¨¦", tuvo que confesar el polic¨ªa. "O sea", remat¨® Bremond, "que Cast¨¢n no s¨®lo no firm¨® a las 22.00, cuando le leyeron sus derechos, sino que la firma del funcionario que lo certifica no es la suya...".
Sanz de Bremond hizo aflorar m¨¢s irregularidades. El Colegio de Abogados de Madrid no fue informado para prestar asistencia hasta la una y media de la madrugada, cuatro horas despu¨¦s de la detenci¨®n, y no "inmediatamente", como hab¨ªa dicho Ocete.
Adem¨¢s de las manchas de sangre en la camisa, que seg¨²n Quero presentaba Cast¨¢n, Ocete hab¨ªa apreciado "manchas de sangre en la cara". "?Manchas de sangre, o estaba sangrando?", inquiri¨® el acusador. "Estaba manchado" replic¨® el testigo. Sanz de Bremond hizo leer una declaraci¨®n sumarial de Ocete, efectuada ante el juez en marzo de 1984, en la que declaraba que de la nariz de Cast¨¢n estaba manando sangre".
Otro inspector, Juan Ba?uelos, reconoci¨® que los hechos no se correspond¨ªan con las horas reflejadas en el atestado.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.