La frontera herida
El 12 de junio de 1992, el agente fronterizo norteamericano Michael Elmer dispar¨® contra el trabajador mexicano Dar¨ªo Miranda en el llamado ca?¨®n de la Mariposa, en Arizona. El agente us¨® un arma no autorizada y mat¨® al trabajador con dos tiros en la espalda. Enseguida trat¨® de esconder el cuerpo de su v¨ªctima.Acusado de asesinato, asalto y obstrucci¨®n a la justicia, el agente Elmer fue perdonado primero por un tribunal del Estado de Arizona. La incredulidad con que fue recibido el primer veredicto condujo a un segundo juicio, ¨¦ste ante un tribunal federal. Los 12 miembros del jurado, 11 angloamericanos y un afroamericano, perdonaron, de nueva cuenta, al agente asesino. "Estaba cumpliendo con su deber". ?Con arma desautorizada? ?Matando por la espalda? ?Tratando de esconder el cad¨¢ver?
El incidente ilustra la creciente histeria antimigratoria y antimexicana a lo largo de la tensa frontera com¨²n entre M¨¦xico y Estados Unidos -no una frontera, escrib¨ª una vez, sino una cicatriz- La herida se est¨¢ abriendo de nuevo y, por el cuerpo del trabajador Dar¨ªo Miranda, vuelve a sangrar.
?En qu¨¦ se funda la xenofobia antimexicana, particularmente virulenta en el Estado de California? Hace d¨ªas, en visita a Los ?ngeles, escuch¨¦ una y otra vez los mismos argumentos. Los trabajadores mexicanos son causa principal del d¨¦ficit presupuestal: reciben beneficios sociales en exceso, no contribuyen a la econom¨ªa, la sangran con gastos de salud y educaci¨®n. Los trabajadores mexicanos -segundo argumento- son causa del desempleo en California, le roban trabajo a los norteamericanos. Y, por ¨²ltimo, los indocumentados son quienes introducen la droga en Estados Unidos.
Los tres argumentos son otras tantas mentiras. En orden inverso: las drogas no entran en EE UU en el paliacate de un indocumentado. Llegan en avionetas de los narcotraficantes norteamericanos, cuyos nombres todos ignoran y que jam¨¢s han sido objeto de publicidad o pesquisa, al contrario de sus contrapartes latinoamericanos.
Estados Unidos lleva a?os lav¨¢ndose las manos (y lavando el dinero) de la droga. Toda la culpa est¨¢ en la oferta. La demanda es inocente. Cualquiera puede comprar coca¨ªna en cualquier esquina de cualquier ciudad norteamericana. ?Qui¨¦n la puso all¨ª? ?Un narco latino o un gringo? Es m¨¢s f¨¢cil, desde luego, militarizar a Bolivia que militarizar al Bronx.
El desempleo norteamericano no lo causan nuestros trabajadores. Es parte de una larga recesi¨®n general, complicada, en California, por el cierre de f¨¢bricas de defensa y, nacionalmente, por la paradoja de la tercera revoluci¨®n industrial; a mayor productividad, mayor desempleo. Estados Unidos no ha sabido adoptar pol¨ªticas previsoras de reconversi¨®n industrial, reeducaci¨®n y nuevo destino para los trabajadores desplazados por el fin de la guerra fr¨ªa y la expansi¨®n tecnol¨®gica.
Por ¨²ltimo, el d¨¦ficit presupuestario de California es resultado, como el d¨¦ficit de Estados Unidos, de 12 a?os de econom¨ªa vud¨² presidida por Reagan y Bush. La dr¨¢stica reducci¨®n de impuestos, al tiempo que ascienden vertiginosamente los presupuestos de defensa, no son una f¨®rmula para lograr el equilibrio presupuestario. Clinton est¨¢ pagando los errores de sus dos antecesores republicanos.
El trabajador indocumentado, por serlo, no acude a los servicios de bienestar social. En cambio, como consumidor, paga impuestos que en mucho exceden los escasos beneficios sociales que el trabajador puede recibir.
El trabajador mexicano es, simple y sencillamente, un chivo expiatorio para problemas generados en Estados Unidos que los norteamericanos no quieren mirar de frente.
La clase pol¨ªtica de California, vergonzosamente, ha atizado la campa?a antimexicana para obtener los r¨¦ditos de un backlash o reacci¨®n pol¨ªtica: el elector norteamericano necesita, como Ajab o Moby Dick, enemigos confiables, villanos reconocibles. En ausencia del coco comunista, Hitler necesit¨® jud¨ªos. La cristiandad medieval, tambi¨¦n. A nadie mejor se le pod¨ªa echar la culpa. Pero la xenofobia y el racismo desembocan en el pogromo y el campo de concentraci¨®n. Antes de salir a cazar mexicanos, como lo est¨¢n haciendo muchas pandillas de adolescentes, los racistas norteamericanos deber¨ªan ver la pel¨ªcula de Spielberg La lista de Schindler. Pero los jud¨ªos de Polonia eran blancos. La fobia contra mexicanos tiene un nombre y un color: racismo.
Esto es lo que atizan el gobernador Pete WilSon, principal azote del peligro mexicano, pero que, como nos recuerda Jorge Bustamante, siendo senador "demandaba de la polic¨ªa fronteriza... que facilitara la entrada de los trabajadores migratorios mexicanos para salvar las cosechas de su Estado".
?ste es el meollo del asunto: los trabajadores mexicanos acuden a una demanda del mercado norteamericano para hacer labores que ning¨²n trabajador norteamericano desea realizar. California produce la tercera parte de la riqueza agr¨ªcola de Estados Unidos. Y esa producci¨®n la cosechan, en un 90%, brazos mexicanos.
Las dos senadoras autodesignadas como "liberales", Feinstein y Boxer, piden una frontera herm¨¦tica y aun alambrada: un muro de Berl¨ªn como corolario del Tratado de Libre Comercio. Ojal¨¢ que Dios y la patrulla les concedan sus deseos: la riqueza agr¨ªcola de California se desplomar¨ªa.
Como mexicano desear¨ªa que mi pa¨ªs, como lo ha dicho repetidas veces el presidente Salinas, exportara productos y no trabajadores. Quiz¨¢, alg¨²n d¨ªa, esto suceda. Hace muy pocas d¨¦cadas, Italia exportaba mano de obra barata a Escandinavia, y Espa?a a Francia. Hoy, Italia exporta alta costura en vez de bajos salarios, y Espa?a zapatos en vez de pies descalzos.
Pero cuando M¨¦xico ya no exporte trabajadores, la econom¨ªa norteamericana los seguir¨¢ pidiendo, si no de M¨¦xico, de Centroam¨¦rica, Suram¨¦rica y del Caribe. Agricultura, hoteler¨ªa, hospitales, transportes: todo ello se derrumbar¨ªa sin el trabajo de los inmigrantes, as¨ª como la pir¨¢mide salarial interna.
Estados Unidos contribuye a la econom¨ªa de M¨¦xico: las remesas de los trabajadores mexicanos ascienden a 3.000 millones de d¨®lares anuales y son ya, la cuarta fuente de divisas para M¨¦xico. Pero M¨¦xico tambi¨¦n contribuye a la econom¨ªa de Estados Unidos. Importamos casi 2.000 millones de d¨®lares anuales de California. La exportaci¨®n de Tejas a M¨¦xico es de m¨¢s de 2.000 millones de d¨®lares anuales. Y los 4.000 millones de d¨®lares anuales a los que ascienden las importaciones del rust belt (de Michigan a Pensilvania) ha dado a esa regi¨®n un super¨¢vit en vez del acostumbrado d¨¦ficit comercial.
Tiene raz¨®n de nuevo Jorge
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