Apoteosis G.
A estas alturas, ya casi todo el mundo sabe que Kenny G. es multimillonario, amigo de Bill Clinton y autor de melod¨ªas rom¨¢nticas, que pueden volverse francamente odiosas a base de ser escuchadas en todas partes y a todas horas. A nuestro entender, sin embargo, lo mejor de esta superestrella, con aspecto de tipo majete a lo caravaggio, es cuando se olvida de los Grammys y del empalagosamente estomagante tono de su ¨²ltimo disco, Breathless, y se zambulle en los espectaculares terrenos de la improvisaci¨®n jazz¨ªstica. Entonces se transfigura y parece tragarse todo el ox¨ªgeno del recinto, para devolverlo en forma de imposible cascada de sonidos. O bien manteniendo una sola nota durante dos largos minutos, para hacerla salir de nuevo a flote de modo vibrante y sin signos visibles de asfixia.El concierto, que abarrot¨® de fans el Palacio de los Deportes, supuso m¨¢s de dos horas de repaso a sus ¨¦xitos recientes, tomados como pretexto para la improvisaci¨®n, tanto de Kenny como de la incre¨ªble banda que lo acompa?aba. De estos ¨²ltimos, imposible no destacar al d¨²o r¨ªtmico Carter y Powell.
Kenny G
Kenny G. (saxos), Bruce Carter (bater¨ªa), Robert Damper (teclados), Vail Johnson (bajo), Ron Powell (percusi¨®n), y John Raymond (guitarra). 3.000 pesetas. Palacio de los Deportes de la Comunidad. Madrid, 18 de marzo.
Dying youngs, la canci¨®n de la pel¨ªcula Elegir un amor, Silhouette, G. Bop, Midnight motion y un Sister Rose plet¨®rico del m¨¢s cl¨¢sico swing fueron algunos de los temas que Mr. G., en un m¨¢s que aceptable castellano, fue presentando, en medio de las aclamaciones de "guapo" y "torero" que el respetable le dedic¨®.
Pero lo mejor habr¨ªa de venir al final. En un momento de su Songbird, Kenny desaparec¨ªa del escenario para volver a aparecer en la tribuna opuesta, soplando fren¨¦ticamente su saxo entre el p¨²blico. ?ste no daba cr¨¦dito. Sin embargo, el virtuoso m¨²sico repiti¨® la jugada y descendi¨® hasta la misma pista, pero esta vez sin parar de tocar una nota.
Haci¨¦ndose paso como pod¨ªa entre los enfervorizados asistentes, lleg¨® hasta el medio de la pista. Despu¨¦s, cogi¨® el pasillo central y regres¨®, sin despegar los labios de su instrumento, hasta el escenario. ?se fue el instante de la apoteosis G., mostrando que Kenny G. tiene en Espa?a uno de sus para¨ªsos particulares y que ¨¦l lo sabe muy bien.
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