Genial
Boh¨®rquez / Seis rejoneadores
Toros desmochados de Ferm¨ªn Boh¨®rquez, para rejoneo, dieron juego. Antonio Ignacio Vargas: silencio. Jo?o Moura: oreja. Antonio Correas: silencia. Gin¨¦s Cartagena: oreja. Ferm¨ªn Boh¨®rquez: dos orejas. Javier Mayoral: vuelta por su cuenta. Plaza de Valencia, 19 de marzo (ma?ana). 9? corrida de Fallas. Lleno.
Puro toreo ecuestre; arte y t¨¦cnica para templar al toro, y correrlo encelado en el pecho del caballo alaz¨¢n. As¨ª rejone¨® el gran Moura, torero de la mejor escuela, maestro en su oficio, que muda terrenos, clava rejones de castigo, prende banderillas, con una ortodoxia extricta que no excluye la genialidad. En 15 minutos escasos de actuaci¨®n ya hab¨ªa hecho todo el toreo, ya hab¨ªa matado al toro y ya ten¨ªa en su mano la oreja ganada a ley.Al rejoneo le ocurre lo que al toreo a pie: que, si es aut¨¦ntico, no necesita para consumarse pleno y bello, ni de los mil pases ni de los mil caballazos. Tampoco necesita saludar a la afici¨®n, arengarla agitando los brazos, ponerse hecho un basilisco. Mientras Jo?o Moura s¨®lo se destoc¨® una vez, los dem¨¢s rejoneadores estuvieron m¨¢s tiempo agitando el sombrero que toreando.
Antonio Ignacio Vargas prend¨ªa una banderilla, sal¨ªa de la reuni¨®n a escape, galopaba en demanda del tendido haciendo aspavientos y se pon¨ªa tan farruco como si acabara de ganar ¨¦l solito la batalla de las Term¨®pilas. Fue tan excesivo que no s¨®lo se agradeci¨® el sereno magisterio de Jo?o Moura sino la sobriedad de Antonio Correas e incluso los alardes ecuestres de Gin¨¦s Cartagena, cuyas banderillas llamadas de viol¨ªn y otros lances espectaculares, los hac¨ªa, obviamente, frente al toro, y no exclusivamente cara al p¨²blico.
Ferm¨ªn Boh¨®rquez tambi¨¦n aport¨® su escuela de buen caballista rejoneador y obtuvo un importante triunfo. O sea que la corrida transcurr¨ªa por correctos cauces, sin especiales sobresaltos. Hasta que lleg¨® la masclet¨¤, en la vecina plaza del Ayuntamiento, y los estruendosos petardazos ensordecieron a la afici¨®n. La ocasi¨®n la pintaban calva. Y en cuanto Javier Mayoral la vio sorda y desconcertada, aprovech¨® para dar una vuelta al ruedo.
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