No hay derecho
Habr¨¢ que repetirlo cuanto haga falta: nuestra lengua no es algo que se tiene, sino algo des de lo que se es y, por eso mismo, m¨¢s bien nos tiene. Que, por tanto, la empresa colectiva de recuperar una lengua que ya no es la nuestra requiere, para ser a un tiempo leg¨ªtima y eficaz, una clase de voluntad que ni se nutre de meros motivos l¨ªricos ni se acomoda a los coyunturales caprichos de los gobiernos. De ah¨ª que el riesgo de toda pol¨ªtica de normalizaci¨®n ling¨¹¨ªstica, a la vista est¨¢, sea el de incurrir en artificiosas anomal¨ªas. Por ejemplo, decretar normal -ya se entiende como norma o como algo ordinario- para la Administraci¨®n lo que es anormal -excepci¨®n o extraordinario- para el administrado.Algo de eso est¨¢ a punto de ocurrir con el vascuence o euskera en Navarra. Hasta ahora, tanto su oficio como sobre todo su ense?anza p¨²blica quedan regulados por la Ley Foral del Vascuence. Su peculiaridad estriba en distinguir tres zonas ling¨¹¨ªsticas -vasc¨®fona, mixta y no vasc¨®fona-; seg¨²n el grado de presencia del euskera en el territorio foral, y en establecer conforme a esta escala los diferentes derechos del ciudadano y deberes de poder p¨²blico en esta materia. No es la ley, ya bastante generosa con la zona mixta, sino la propia realidad de los hablantes la que los discrimina con relaci¨®n al euskera. La zona no vasc¨®fona se llama as¨ª no porque lo imponga aquella ley, sino porque all¨ª esa lengua o nunca se ha hablado o desde varios siglos atr¨¢s ha deado de hablarse.
Pues bien, a¨²n no hace siete a?os de su entrada en vigor y varios grupos pol¨ªticos (EA, PSOE y IU) han propuesto en el Parlamento Foral que la consideraci¨®n legal del euskera en la zona mixta se extienda a la zona no vasc¨®fona. Es decir, y principalmente, que en, esta ¨²ltima, adem¨¢s del derecho a la ense?anza del euskera (que la ley ya reconoce), se otorgue asimismo el derecho a la ense?anza p¨²blica en euskera. Se dir¨ªa que es lo contrario del reciente caso catal¨¢n. Mientras en adelante la Generalitat deber¨¢ satisfacer el derecho de quienes demanden la escolarizaci¨®n en su lengua materna (castellano), la Diputaci¨®n Foral se va a obligar a atender a los que deseen escolarizarse en una lengua que no es la suya (euskera). Paradojas auton¨®micas.
Si esa exigencia concuerda con los m¨¢s rancios intereses del nacionalismo vasco, no es f¨¢cil que los otros partidos que la respaldan se avengan a confesar sus m¨®viles. Los socialistas, porque en su cinismo s¨®lo parecen ver en esta tesitura el pago estipulado en el trapicheo que requiere su vuelta al poder local. Los izquierdistas unidos, porque siguen rid¨ªculamente atribuyendo a todo lo que suene a euskera el prestigio de una causa "progresista". El Gobierno, por su parte, se opone a la medida por c¨¢lculos econ¨®micos. As¨ª que, aquejados de una clamorosa miseria te¨®rica y falta de coraje pol¨ªtico, unos y otros se refugian en vergonzantes llamadas a la tolerancia o al ahorro a fin de eludir el ¨²nico debate obligado: si la medida es o no conforme a derecho. Pues, si hay derecho, ni cabe graciosamente tolerarlo ni impedir su ejercicio por costoso que resulte; pero, si no lo hay, tampoco habr¨¢ lugar a la tolerancia y nada cambiar¨ªa por el hecho de que la medida fuera gravosa. Tal es la decisiva cuesti¨®n dejada en manos de los nacionalistas y que ¨¦stos, sin razones, pero con el cobarde silencio de los dem¨¢s, dirimen a su favor.
En este punto, el nacionalismo se contenta con hacer de ciertas palabras c¨®modos fetiches para, con ellos, avivar las emociones, deformar las conciencias y someter la realidad -se deje o no- a la salmodia ritual. ?El euskera es la lengua propia de Navarra! S¨ª, como "caracter¨ªstica" o "peculiar" (aunque no exclusiva) de una parte reducida de este territorio, pero no como algo hoy pose¨ªdo por la inmensa mayor¨ªa de sus habitantes. Fue la lingua navarrorum, pero ya no lo es. ?Es un patrimonio com¨²n de los navarros! Bueno, a condici¨®n de que se distinga entre patrimonio vivo y muerto; con tal de que se entienda adem¨¢s que las personas decidimos el destino de nuestros patrimonios, y no a la inversa; en suma, con tal de notar la diferencia esencial entre el patrimonio ling¨¹¨ªstico y todos los dem¨¢s. ?Es uno de los signos de identidad de Navarra! Claro, aunque no precisamente de los m¨¢s significativos de nuestro presente colectivo. Es signo de una identidad que se ha ido perdiendo en el tiempo a la vez que ganando otra, que se conserva en ciertos rasgos de nuestra cultura, y no en la comunicaci¨®n cotidiana de sus hablantes... Pero al nacionalista, que cuenta con la ventaja de disponer de una l¨®gica nacional para uso propio, no le conciernen los reclamos de la l¨®gica universal. El nacionalista s¨®lo es experto en metaf¨ªsica popular recreativa.
Desde ella, ¨¦l y quienes le apoyan disponen que legalmente desaparezca la zona no vasc¨®fona, por m¨¢s que subsista de hecho como lugar en el que nadie habla o entiende euskera; y adem¨¢s, que la ense?anza p¨²blica en vascuence ser¨¢ un derecho universal en Navarra, con independencia de la vascofon¨ªa de sus zonas. Si lo primero es una necedad sociol¨®gica, lo segundo resulta una aberraci¨®n jur¨ªdica. De aceptarlo como derecho indiscutible, el poder p¨²blico contraer¨ªa en cascada otras obligaciones igual de poco fundadas. Habr¨¢ que destinar all¨¢ -am¨¦n de profesores reciclados aprisa y corriendo un m¨¦dico, un secretario, un cura y un guardia municipal que atiendan en euskera a los ni?os as¨ª escolarizados, aunque ¨¦sos fueran los ¨²nicos contactos vasc¨®fonos que todos ellos mantuvieran. Pero mucho m¨¢s grave que el eventual coste financiero de esa propuesta es la infundada atribuci¨®n de derechos en que se basa, la enorme confusi¨®n mental que origina, el falso conflicto que reproduce.
Y es que la vigente Ley Foral de Vascuence se limita a aplicar al caso una distinci¨®n elemental. Aqu¨ª el legislador postula, ampara y subviene para todos el derecho a la ense?anza de euskera, pero no considera que el derecho a la ense?anza en euskera deba ser ejercido por todos a costa del erario p¨²blico. ?Por qu¨¦? Porque juzga con acierto que este ¨²ltimo derecho no es de igual naturaleza que el anterior; esto es, porque no forma parte como el otro del inter¨¦s com¨²n de esta comunidad y no se sostiene en el mismo fundamento p¨²blico. En pocas palabras, porque se trata de un simple deseo privado. Y tan bien lo sabe nuestro abertzale que no tiembla al invocar ahora expresamente el principio de libertad de ense?anza bajo la misma interpretaci¨®n ego¨ªsta que siempre ha reprochado a la derecha.
Dig¨¢moslo de una vez. El grado de atenci¨®n p¨²blica a la ense?anza en y del euskera variar¨¢ en funci¨®n de que esa lengua sea, para unos, su medio de expresi¨®n habitual por ser lengua materna de la mayor¨ªa; para otros, un resto de la herencia hist¨®rica (guardada en la memoria, en ciertos usos, en la toponimia); y para los de m¨¢s all¨¢, ni siquiera eso. As¨ª que otorgar a los individuos -frente a la Administraci¨®n- derecho a la educaci¨®n en una lengua en lugares en los que carece del suficiente arraigo cultural (o sea, donde esa lengua no es propia, sino ajena), donde no existe voluntad efectiva ni posibilidad e que llegue a ser de uso ordiario y donde ese derecho limita en la pr¨¢ctica el ejercicio de otros derechos m¨¢s fundamentales (referidos a necesidades m¨¢s primarias o m¨¢s extendidas) no es una obligaci¨®n; es una arbitrariedad. Ir m¨¢s all¨¢ e esa ley parece, en definitiva, dem¨¢s de atentar contra el sentido del derecho -tal como lo recoge toda la jurisprudencia-, ir contra el sentido com¨²n.
Pero, yendo m¨¢s al fondo, no puede abordarse tan s¨®lo como problema legal, ni siquiera pol¨ªtico, lo que antes de nada es un problema emotivo que casi nadie quiere racionalizar. ?Qui¨¦n ha dicho que los sentimientos, y sobre todo esas emociones que entra?an efectos p¨²blicos, sean sin m¨¢s respetables? Cuentan las cr¨®nicas del presente que este pa¨ªs empieza a perder el miedo a ETA. A ver cu¨¢ndo cuentan que comienza a librarse tambi¨¦n de ese otro temor, m¨¢s ¨ªntimo y difuso, a hurgar en las ra¨ªces de ciertos prejuicios latentes -por ejemplo, en nuestra relaci¨®n con el euskera- y a nombrarlos al fin en voz alta.
Aurelio Arteta es profesor de Filosof¨ªa Pol¨ªtica de la Universidad del Pa¨ªs Vasco.
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