Sonidos rusos

Continu¨® Aldo Ceccato con la ONE el ciclo basado en el enfrentamiento, o complemento, Chaikovski-Stravinski y complet¨® su programa con un tercer ruso: Reinhold Gliere (Kied, 1875-Mosc¨², 1956) y su Concierto para trompa en si bemol, que ya toc¨® Miguel ?ngel Colmenero con Temirkanov en marzo de 1973. Ahora lo ha protagonizado Salvador Navarro (Liria, Valencia) con toda brillantez, dominio y cantabilidad. El mismo instrumentista ha trazado las cadencias dentro del estilo virtuos¨ªstico propio de esas retenciones del discurso musical, y as¨ª el ¨¦xito fue muy grande. La obra no pasar¨¢ a la historia como creaci¨®n genial, pues su conformismo poschaikovskiano puede hacerlo incluso atractivo, pero nada m¨¢s. Gliere escribi¨® otros dos conciertos de mayor inter¨¦s: el de arpa y, sobre todo, el de soprano coloratura y orquesta.Durante mucho tiempo, Stravinski ha sido el intocable. Cuanto sal¨ªa de su pluma deb¨ªa rebosar facundia, novedad e invenci¨®n genial. No creo que sea el caso de la Sinfon¨ªa en do (1940), de un neoclasicismo tard¨ªo y en la que Ansermet ve¨ªa, con raz¨®n, "un retrato de una sinfon¨ªa m¨¢s que una sinfon¨ªa propiamente dicha", debido a la dial¨¦ctica est¨¢tica enemiga de la forma. Lo que no falta nunca en Stravinski es sabidur¨ªa, ingenio y personalidad orquestal. Obra de sustancia Ieve, nos lleg¨® un poco desva¨ªda y con aires de importancia, quiz¨¢ por tratarse de pentagramas inhabituales para nuestras formaciones sinf¨®nicas. La obertura fantas¨ªa sobre Romeo y Julieta puede que no sea el mejor Chaikovski, pero es tan aut¨¦ntico y caracterizado como el que m¨¢s.

La pasi¨®n t¨ªpica en el autor de La pat¨¦tica encuentra aqu¨ª una motivaci¨®n radical: la que se deriva de los dos amantes de Verona y de su tr¨¢gico destino; paralelamente, del enfrentamiento entre dos poderes sociales -Capuletos y Montescos- capaces de sumergir en sus turbias aguas todo un proyecto de felicidad amorosa. La interpretaci¨®n fue excelente.